sábado, 2 de octubre de 2010

El huipil de Cuetzalan, una prenda de orgullo y dignidad indígena

La verdadera importancia del 4 de octubre, en la tierra de los Quetzales, no radica en los puestos de una exposición ganadera, agrícola o industrial que no existe, mucho menos en los juegos mecánicos o de video que constituyen meramente en entretenimientos infantiles. Lo valioso de la feria es la remembranza tradicional, el bello recuerdo de una raza que las injusticias y el tiempo no han podido extinguir.
Casa de la Cultura de Cuetzalan.

Cuetzalan ha dejado de ser un municipio más de la serranía poblana, es uno de los 36 pueblos mágicos de nuestro país, indiscutiblemente un sitio de interés tanto para el turismo nacional como extranjero por la oferta de sus atractivos. Mi curiosidad va más allá del convite de las actividades ecoturísticas y los pabellones de ropa y guisos de la región estratégicamente emplazados para complacer el gusto de los visitantes en vísperas de las fiestas del 4 de octubre. Una docena de mujeres, que si bien se mira, forman parte del comité de bienvenida, ofrecen sus artículos a los recién llegados: blusas y camisas bordadas, morralitos, pulseras, aretes, collares y huipiles. Este último artículo llama mi atención porque esta prenda, que generalmente la conocemos como un vestido fresco y varía su confección de acuerdo a la región geográfica de nuestro país, es una blusa triangular bordada desde las más sencillas hasta las más complejas figuras, tanto en hilo como en seda y en la gama de colores.

De Cuetzalan para el mundo

“Esta prenda es única de la región, solo se confecciona en estas tierras”, señala categórico Alejandro Huerta Carrillo, funcionario de la Casa de la Cultura de Cuetzalan, y quien mejor para explicarme sobre el huipil que Francisca Rivera Pérez, experta en la elaboración de este atuendo. “Ella es la mejor, ha estado en Londres, Toronto y París en diversas exposiciones y conferencias, también en la Ciudad de México colaborando para el Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías (FONART). Muchos medios de comunicación la han buscado para entrevistarla y realizar reportajes sobre la elaboración del huipil”, comenta con entusiasmo mi anfitrión.

Imaginaba llegar a la casa de doña Francisca observándola trabajar en su telar, sin embargo, Alejandro Huerta me condujo al mercado de artesanías, que se ubica a un par de calles de la plaza principal y frente al recinto cultural cuetzalteco. El tianguis es un sencillo conjunto de locales donde los artesanos trabajan y venden sus productos, en uno de ellos está mi anfitriona atendiendo a unos clientes quienes para mi regocijo adquirieron algunos artículos.

Tras la presentación, doña Francisca me invita a sentarme en un banquito para iniciar una sabrosa plática. Antes, observo su modesto local que expone algunas camisas, blusas, rebozos, morralitos y, escondido entre esos artículos, un hermoso huipil de seda blanco que me muestra con singular alegría. Lo extiende entre sus brazos y observo con detenimiento cada uno de los remates de las figuras creadas, palpo la textura, el peso y mentalmente calculo el tiempo para su elaboración. “Aproximadamente se lleva un mes elaborarlo”, responde mi anfitriona quien arma su sencillo telar para avanzar en la confección de una prenda mientras conversamos.

“Esta es la manera en la que se trabaja, en un telar de cintura, a los 10 años ya sabía telar a mano, mi abuela fue quien me enseñó y lo he transmitido tanto a mis hijos como a mis nietos”, expresa doña Francisca con satisfacción y muy quitada de la pena dice que además ha aprendido otras cosas por necesidad. “No sé leer ni escribir, ni siquiera sabía el español y lo aprendí porque no me entendía a la gente cuando ofrecía mi mercancía. Yo habló el náhuatl, sé hacer el huipil y otras cositas que me han ayudado a subsistir, tanto que hasta he viajado a Londres, a Toronto, a París para presentar mi trabajo, ahí sí lo valoran, no le hacen el feo”, refiere Francisca haciendo énfasis en lo concerniente a la apreciación de sus confecciones.

Para que la cuña apriete Francisca se ha dado el lujo de tener aprendices extranjeras. “Dos muchachas de Francia vinieron para que les enseñara, estuvieron aquí tres meses, eso me llena de satisfacción y enojo. Satisfacción porque es un privilegio compartir parte de nuestra cultura a quien sinceramente lo aprecia y tiene verdadero interés; un enojo, porque mucha gente lo menosprecia diciendo que no debemos vestirnos así, que nos vemos anticuadas, que esa ropa ya pasó de moda. ¡De ninguna manera!, es un orgullo, un símbolo de belleza y dignidad portar esta indumentaria”, acota Francisca y reconozco que la vestimenta masculina no tuvo la misma suerte.

Con cierta inquietud le cuestioné si dentro de algún tiempo desaparecerá este “arte” (así, entre comillas) y mi anfitriona con toda seguridad señaló que difícilmente eso ocurriría. “No joven, además de mi familia, hay muchas personas que saben telar a mano, la mayoría son de San Andrés Tzicuilan, pero hacen cosas muy sencillas, si les encargan trabajos más elaborados les cuesta, no lo hacen”. La interrumpí con un dato que me llevó a sospechar sobre la importancia de esta sorprendente mujer. “Por eso usted es muy solicitada, tanto que le han pedido diseñar el atuendo para la ganadora de la reina del Huipil, ¿cierto?”. Sin pecar de vanidad y con sencillez lo confirmó, eso dio pauta para que me explicara una exquisita usanza de Cuetzalan: la elección de la reina del Huipil y las fiestas de octubre.

Una reina autóctona

¿Qué importancia tiene para ustedes la feria de Cuetzalan y de qué manera se relaciona con el Huipil? Pregunté a Francisca quien didácticamente dio respuesta a mi curiosidad. “Es muy importante para nosotros porque el pueblo indígena manifiesta su verdadero rostro, su verdadero sentir, principalmente con las danzas en el atrio del templo. Preservamos nuestras costumbres al elegir a la reina del huipil que le piden muchas cosas. Las que participan hablan, tanto en español como en náhuatl, explican cómo se fabrica su traje y tienen que demostrarlo enfrente del jurado, además detallar su significado. Deben estar muy apegadas a las tradiciones, es decir, respetar a sus padres y desempeñar las labores propias de la casa como echar tortillas y cocinar. Eso sí, nada de maquillaje u otros adornos como las que concursan para ser reina del café”, remata mi anfitriona quien con destreza no cesa de entrelazar los hilos para la prenda que estaba elaborando ayudado por unas enormes saetas de madera. “Gana el concurso aquella muchacha que demuestra su belleza autóctona, la riqueza en su vestuario y como se presenta ante el público”, abundó.

El auxiliar de la Casa de la Cultura de Cuetzalan me informó que a doña Francisca le encomendaron la tarea de confeccionar el atuendo para la ganadora del certamen del Huipil. “Veremos si me alcanza el tiempo porque es muy laborioso, necesito que me ayuden unas 4 ó 5 personas porque es bastante y lo quieren en dos semanas”.

Con inquietud

No todo es miel sobre hojuelas para Francisca Rivera y los cientos de manos mágicas que confeccionan todo tipo de prendas y elaboran artesanías, los que ganan, como despectivamente los indígenas les llaman, son los mestizos quienes adquieren los productos directo de los talleres a muy bajos costos y los venden a precios más altos. “Disculpa que sea mal hablada, pero a mi me encoleriza (originalmente fue otra palabra con la que se expresó) que la gente malbarate su trabajo y los que se llevan la mayor ganancia son otros. De qué sirve tanto tiempo de trabajo por unos cuantos pesos que no alcanzan para nada. Por eso vendo directamente mis productos al precio real, sin regateos, porque mi esfuerzo vale”, relata en voz alta esta sencilla y férrea mujer, una voz que, como ella me confesó, se mantuvo en el silencio mucho tiempo soportando injusticias y malos tratos. “Yo, ya no soy la misma, ya desperté y veo las cosas de otra manera, no me puedo callar las cosas que no me parecen”.

Con inquietud observo que Cuetzalan, a pesar de contar con un lugar para que los artesanos trabajen y vendan sus productos sin intermediarios, tiene carencias y son pocos los lugares ocupados, es escaso el flujo de visitantes, lo percibo como un lugar construido a base de puras promesas que los aspirantes a algún cargo público cumplen a medias tal y como lo ratifica Francisca. “Nos sentimos inseguros y temerosos con el techo de teja ya que en época de lluvias se cuela el agua y con la humedad puede maltratar nuestros productos, por eso hemos puesto plásticos para atajar los agujeros. Ojalá techaran con cemento para que el lugar sea más seguro, ya después si le quieren poner las tejas como adorno, está bien, pero que la autoridad nos haga caso porque cuando les conviene lo hacen a cambio de nuestro voto, no se vale que nos quieran chantajear. También, un servicio que nos hace mucha falta es la luz, no tenemos la electricidad y es necesario porque los locales no tienen ventanas”.

Las fiestas del 4 de octubre

Además de la fiesta patronal (San Francisco), la feria del huipil es la celebración más importante de Cuetzalan que se realiza cada 4 de octubre desde 1963, fecha en que Agustín Marquez Sánchez la instituyó con el propósito de rescatar los valores tradicionales de la comunidad indígena.

Color, flores, incienso, devoción, música y danzas inundan el atrio y el templo de San Francisco, ahí converge la riqueza cultural y religiosa del lugar “donde abundan los quetzales”.

Tras la coronación de la reina del huipil, en una ceremonia sencilla y emotiva, inicia una pléyade de danzas (Voladores, Negritos, Quetzales, Migueles, Santiagos y Toreadores) a lo largo del día, para honrar al santo patrono. Casi al filo del medio día las campanas repican, la mayordomía y los fiscales se presentan en las puertas del templo y el párroco los recibe para dar inicio la misa en honor al pobrecillo de Asís.

Corona la fiesta religiosa la procesión con la imagen de San Francisco en las principales calles de la ciudad, las danzas continúan hasta entrada la noche para dar paso a otras actividades (la feria del café) que se suman a la semana de festejos en el más mágico de los pueblos mágicos de México: Cuetzalan.

Checa el dato

* Desde 1870 Cuetzalan ha sido una región cafetalera, actividad preponderante y la más importante económicamente; y debido a esto se realiza la primera feria del Café en el año de 1949. En un principio, esta fiesta era una marcada celebración al grano, donde los cuetzaltecos se reunían a convivir en torno a su Reina, la del Café.

Con el fin de rescatar la tradición indígena, en 1963, surge un grupo altruista que funda en ese mismo año la Feria del Huipil. Se tomó el nombre de “Huipil” por ser la primera prenda prehispánica que las mujeres de esas culturas precolombinas usaron para cubrirse el dorso, además en Cuetzalan usan esta prenda para colocarla sobre el “Maxtahual”, tocado de listones de lana.

* Algunas veces, en homenaje a personalidades políticas, se trastoca el sentido profundo de esta celebración. Con ocasión de la “feria”, se elige y corona, en medio de un gran baile popular, a la Reina del café, contrastando así lo mestizo e indígena.

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