viernes, 22 de octubre de 2010

Un generoso servicio de amor

En el lenguaje tradicional se habla de las misiones, en plural, y de los misioneros que cumplen en ellas un mandato específico. Los misioneros iluminan el principio de que toda la Iglesia es misionera y lo encarnan personalmente. Según el Concilio, las misiones son “las iniciativas particulares con las que los heraldos del Evangelio, enviados por la Iglesia, yendo por todo el mundo, cumplen la tarea de predicar el Evangelio y de implantar la misma Iglesia entre los pueblos o grupos que todavía no creen en Cristo” (Ad Gentes 6).

Las misiones se abren en los territorios en los que la Iglesia “no ha arraigado todavía” y en los pueblos “cuya cultura no ha sido influenciada aún por el Evangelio” (Redemptoris Missio n. 34). Estas actividades no sólo contribuyen a establecer estructuras y una jerarquía eclesial, sino que además colaboran en la formación de comunidades de vida cristiana mediante el anuncio de la Palabra de Dios y la administración de los Sacramentos. Por desgracia, en tiempos recientes, no han faltado las incomprensiones sobre la actividad misionera y el valor de las misiones. Partiendo del vínculo que durante un período determinado, por motivos histórico contingentes, se estableció entre la actividad misionera y la colonización política, se ha querido deducir que la paulatina desaparición del fenómeno histórico de las colonias debía tener como consecuencia la desaparición simultánea de las misiones.

La actividad misionera específica sigue siendo irrenunciable y ha de llevarse a cabo en los territorios en los que la Iglesia no ha sido fundada aún o en aquellos en los que el número de cristianos en muy exiguo. Es por eso que en la relación entre la actividad misionera y la política colonizadora de algunos países, hay que analizar con seriedad y mirada limpia los datos del hecho, de los que se deduce que, si en algún caso la coincidencia pudo haber llevado a comportamientos reprobables por parte de misioneros en la referencia a las naciones de procedencia o en la colaboración con los poderes locales, de los que no siempre era fácil prescindir, sin embargo la actividad evangelizadora considerada en su conjunto se ha distinguido siempre por un objetivo muy diferente del de las potencias terrenas: promover la dignidad personal de los hombres evangelizados haciéndoles acceder a la filiación divina, que Cristo conquistó para cada uno de los hombres y que se comunica a los fieles en el bautismo. De hecho, esto ha favorecido el progreso de esos pueblos hacia la libertad y su desarrollo, incluso en el plano económico-social.

Hoy, como ayer, las misiones no responden a miras de poder e intereses humanos, ni se inspiran en el orgullo de una superioridad cultural y social. Por el contrario, es un servicio humilde de amor hacia quienes no han recibido la luz y la vida de Cristo en el ámbito de la Iglesia, que él puso para la salvación del mundo entero. Aun existen situaciones en las que la actividad misionera debe limitarse a una presencia discreta, porque no puede desarrollarse en estructuras visiblemente organizadas y operativas. Quizá, precisamente en esos casos, los misioneros representan aún más claramente los ideales del rabí de Galilea para predicar el Evangelio y constituir por doquier comunidades de salvación.

La misión porta el misterio de la cruz, que comporta a veces, como la historia ilustra ampliamente, la espera silenciosa y confiada de la luz de la Pascua.

Postre

Nos unimos al júbilo de los chilenos por los extraordinarios esfuerzos que se hicieron para rescatar a los 33 mineros atrapados, desde el 5 de agosto de este año, en el yacimiento de san José en el poblado de Copiapó y que vieron nuevamente la luz el pasado 14 de octubre. Me viene a la mente el desastre minero de Pasta de Conchos, Coahuila, ocurrida el 19 de febrero de 2006, tragedia del cual no se conocen con precisión las causas. Algunos se anticipan a señalar que ambos eventos no tienen punto de comparación, desde el punto de vista geológico. Sin embargo, los chilenos se dieron a la tarea de rescatar, a como diera lugar, a sus trabajadores... El gobierno de Vicente Fox, que le tocó vivir la referida contingencia, no atendió la recomendación de la Comisión Nacional de Derechos Humanos para rescatar a los mineros, vivos o muertos.

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