jueves, 26 de agosto de 2010

Nuestros queridos “viejos”

El 28 de agosto, fecha en que la Iglesia propone celebrar a San Agustín, no sólo marca la referencia gastronómica poblana de los tradicionales chiles en nogada, además es momento de tener en cuenta la presencia de los adultos en plenitud cariñosamente llamados “viejitos”. Aunque la línea comercial prefiere llamar “día de los abuelos” de cualquier modo ellos son la memoria y presencia viva de la etapa que todos estamos llamados a vivir. Tal vez muchas veces nos desesperamos ante los achaques de la edad que ellos manifiestan, incluso la desesperación está presente cuando no logramos comprenderlos del todo. Sin embargo, ante la vejez estamos de frente a la gran oportunidad para reflexionar y crecer en el amor.

Si Dios ha concedido a una familia contar con progenitores ancianos, el problema no son ellos, sino el peligro de olvidar el significado de su presencia y el arduo trabajo realizado para construir lo que ahora se ha alcanzado a ser. El amor todo lo puede y va más allá de manías y achaques, basta recordar todo lo que ellos han hecho por nosotros ¡Todo por amor!: nos han enseñado a andar el difícil camino de la vida, han estado a nuestro lado siempre, con sus consejos, regaños y palabras de aliento, su misión no terminará nunca, sólo hasta el día que vayan a descansar en la paz de Dios. El Señor se sirvió de ellos para darnos vida hasta convertirnos también en adultos, capaces de adquirir su experiencia y sabiduría, ahora Él nos los pone en las manos para liberarnos de nosotros mismos y entrar en la madurez del amor.

Los abuelos continúan educando a los hijos en sus nietos, buscan que estos estén felices con ellos y para eso se desviven, los llenan de regalos y dulces, quieren apoyar a los papás en lo que pueden.

El papel de los abuelos es fundamental porque tienen la experiencia, la sensatez, el criterio y el amor para ayudar en la educación de los nietos. Por tanto, una buena relación entre abuelos y nietos es un maravilloso tesoro para los niños. Si hay confianza, cariño y respeto, pueden conversar cualquier cosa y preguntarles todas sus inquietudes, incluso más que a los papás y los niños podrán aprender muchas cosas que sólo la experiencia da, además de la gran oportunidad para crecer en la vida espiritual porque ellos nos enseñan a amar a Dios y seguir sus pasos.

Un abuelo es don de Dios, la oportunidad para sanar heridas llenas de frustración y de dolor por sentirse una “carga” pesada en la vida. Es la oportunidad para demostrarles con amor que ellos son mas bien un don porque los amamos. Aprendamos a interpretar lo que nos dicen a la luz de sus enseñanzas y tendremos paz porque al fin y al cabo todos llegaremos a la misma edad o “como nos ven se vieron y como los vemos nos veremos”.

lunes, 23 de agosto de 2010

La promesa de cada regreso a clases

Papás apurados y niños corriendo, aglomeraciones para conseguir los útiles y materiales escolares, en la ciudad el desesperante tráfico vehicular y no menos las preocupaciones porque la economía nacional -en el perpetuo lamento- no es tan favorable: el panorama se repite puntualmente, año tras año, en el inicio del curso escolar.

Dejada atrás la nostalgia de las vacaciones, aproximadamente 30 millones de alumnos regresan a las aulas en la expectativa de los nuevos rostros de maestros y compañeros; para algunos el libro abierto en otro capítulo pero en el mismo volumen, para otros la continuación del ascenso desde otro perspectiva y desde otro ángulo de la responsabilidad ante la propia vida. Todos en el mismo camino: desde el niño que en las salobres lágrimas se aferra a la protección maternal, hasta el universitario que renueva sus aspiraciones y decisiones en espera del reconocimiento de su esfuerzo y sacrificio.

Regresar a clases es reanimar los recuerdos de las viejas lecciones, de las tareas, de las corretizas por llegar temprano, del peinado bien delineado y de las “tortas” para el recreo, de los uniformes limpios y sucios después de una grata jornada de trabajo.

El regreso a clases promete también la presencia de los consabidos temores: exámenes, tareas, desvelos, rutina, todos ellos dentro de la misma agenda escolar, inevitables y recíprocos pero que al inicio del curso escolar plantea el reto para esos 30 millones de estudiantes de aceptar la invitación de perseverar hasta el fin ya que “muchos son los llamados y pocos los elegidos” o mejor dicho sólo algunos optan por ser de los elegidos, de aquellos que ven más allá de la calificación escrita en una boleta y que buscan que la excelencia sea la nota cualificante del trabajo realizado durante el ciclo escolar.

Asistir a la escuela significa abrirse paso por la vida evitando que la vida se convierta en un paso por la tierra, cuánto habrá que luchar, cuánto habrá que donar, cuánto habrá que agradecer, mucho si se ha adquirido la conciencia de que aún la rutina tiene un gran valor cuando se trata de vivir y saber vivir. En la escuela adquirimos conocimientos, en los libros los comprobamos, pero en la vida palpamos la necesidad de ambos.

30 Millones de posibilidades para que México respire y crezca, para que se continúe forjando en el crisol de la patria la nueva generación de hombres y mujeres que llenos de amor a México, construyan nuevos puentes de encuentro, alimenten la cultura, desarrollen la ciencia y la tecnología, defiendan el honor de sus compatriotas, refrenden el prestigio de sus maestros, y figuren en la gloria y paraíso de los triunfadores. Soñar no cuesta nada, pero el sueño algún día -y tal vez no muy lejano- puede convertirse en realidad, salir de la ficción del papel y de las letras y ser realidad benéfica, tan tangible y maravillosa. Sin embargo el compromiso en el regreso a clases no sólo deambula en el ámbito de los que asisten a las aulas, también atañe a los padres y madres, responsables no sólo de aportar el capital para la inversión educativa sino de cuidar y velar para que su inversión reditúe buenas ganancias.

¿De qué sirve comprar un cuaderno sino se tiene el cuidado de velar porque bien se aproveche? ¿Cuál sería el caso inscribirse en tal o cual escuela si al final la mediocridad es adoptada como guía del actuar? La calidad educativa y la realización de los sueños inician en el hogar, en los pupitres del cariño y la exigencia familiar, en los pizarrones donde se escriben, día a día, la tenacidad para ser de los “elegidos” y los anhelos de una vida digna, en las horas de atención que harán repetir una y otra vez las tareas hasta lograrlas. Abandonar esta responsabilidad es condenar a la pena capital las posibilidades que sus hijos e hijas merecen, es sepultar en el olvido los sueños que se asoman a la realidad en cada niño, en cada adolescente, en cada joven.

En el regreso a clases conviene que cada padre y madre de familia, recuerden que su tarea es escribir diariamente que sus hijos estudian para la vida y no sólo para un examen.

Postre

En abril de este año se decretó la ley contra la obesidad infantil, reforma que prohibe el consumo de comida chatarra en las escuelas y obliga a practicar 30 minutos diarios de ejercicio físico. La mencionada iniciativa debía entrar en vigor a partir de este nuevo ciclo escolar, sin embargo, se impusieron los intereses económicos de las empresas... ¿Eliminación gradual de alimentos chatarra en las escuelas? ¡Pamplinas! A seguir generando más gente floja, obesa y mal alimentada, ese sí es negocio para las empresas que venden sabritas, refrescos de cola y frituras caseras y de paso, ganancias para los laboratorios que ofertan los medicamentos contra la diabetes.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Cuesta arriba, el inicio de los estudios universitarios

A propósito del inicio del curso escolar en las universidades e institutos de educación superior, surgen diversas inquietudes en la posibilidad del futuro para quien inicia un camino de preparación y superación en la vida. La vivencia de una nueva etapa en la formación profesional señala ya desde ahora la preocupación por asegurar el empleo y la posibilidad de realización en el ámbito personal. Las esperanzas alcanzan indicios de realización cuando los resultados se presentan como una resolución favorable a la propia dedicación y esfuerzo. Miles de estudiantes inician la carrera por ocupar un lugar en la sociedad mexicana, con metas y aspiraciones, todos ellos tienen en sus manos la propia vida y la certidumbre de los que los rodean.

¿En qué piensa un joven que inicia los estudios universitarios? Seguramente en lograr un buen desenvolvimiento y desarrollo para que, terminada la formación, puedan incorporarse con éxito al mercado laboral. Sin embargo, como lo señalaron algunos eminentes egresados del Instituto Politécnico Nacional (IPN), hoy la juventud mexicana enfrenta graves problemas, muchos no tienen escuela y otros tienen libro y maestro, pero cuando terminan su educación no tienen dónde trabajar, sólo se producen desempleados con diplomas.

Frecuentemente los egresados no encuentran lugar dónde desempeñarse profesionalmente y cada vez es más común el hecho de que los profesionistas trabajen en tareas que no corresponden a la especialidad en la que se formaron y para las cuales ni siquiera era necesario estudiar. Aquí bien valdría preguntarse no sólo el por qué de tan lamentable situación, sino también el cómo se desempeñan dichas capacidades laborales, sin descuidar desde luego que no basta sólo un diploma o título para desempeñar determinadas ocupaciones y tareas.

No sólo es competencia del gobierno dar empleo a los jóvenes egresados de las universidades, también es responsabilidad del egresado responder a los retos que plantea un país donde viejos vicios caminan a la par del desarrollo y la cultura. Iniciar a escalar desde abajo es la consigna de aquellos que se preocupan de los grandes retos y desafíos, sin olvidar que ser egresado universitario también implica hacer crecer la sociedad y no sólo encontrar trabajo remunerable.

Gobierno y egresados son responsables de abrir las brechas del avance social, moral y económico del país, son ellos quienes tienen en sus manos la oportunidad de que su trabajo se convierta en la fuerza, no sólo productiva sino creadora de conciencia de que sólo avanza quien tiene deseo de progresar, de que en el tiempo actual ya no vale el conformismo del “ahí se va” ni el miedo al compromiso. Es cierto que las oportunidades son pocas pero crearlas depende de cada ciudadano.

México requiere de los conocimientos y esfuerzos de sus jóvenes más preparados y entusiastas, para que a su preparación corresponda un trabajo digno y bien remunerado, para que también la nación se vea fortalecida en sus principios y valores, jóvenes preparados que sean capaces de no alimentar más la corrupción, de evitar lo que daña y corrompe a la sociedad y que por el contrario estén dispuestos a los grandes esfuerzos y sacrificios por el bien de su país.

Los monumentos se erigen a los constructores de la Patria y nunca a los que dieron la espalda al gran proyecto de nación a la que todos, sin excepción alguna estamos llamados a vivir y disfrutar.

jueves, 5 de agosto de 2010

Santas delicias

El mes de agosto se construye en la trama de las temporadas regionales, gastronómicas, religiosas y culturales. Agosto es el mes en el que la Iglesia festeja grandes santos: San Alfonso, el Cura de Ars, Santo Domingo, San Lorenzo, Santa Clara, Santa Mónica, San Agustín, Santa Rosa, y muchos otros de gran talla y ejemplar santidad, caminos a seguir, esperanza vivida, fuerza divina. Sin embargo, entre ellos hay algunos de alta significación para la tradición poblana. Me refiero a los patronos de los antiguos conventos que vieron como las monjas consagradas en su patrocinio, en el trajinar del tiempo, fundieron en la fragua colonial las oraciones y penitencias con los diversos elementos artísticos: la música, pintura, arquitectura y sobre todo la cocina, característica esencial de la índole conventual de la comida poblana. El resultado de esta combinación de elementos se percibe todavía en el recorrer de las calles del centro histórico, basta una mirada a los edificios conventuales para arrancar el olor de las cazuelas y ollas donde hirvieron la sazón y el ingenio de las pías monjas: el excelso mole de Santa Rosa, las suaves tortitas de Santa Catalina (mal llamadas de Santa Clara), el generoso rompope, los delicados molletes y otros dulces de Santa Clara, los finos camotes y duraznos de Santa Mónica, y coronando en todo su sabor y expresión barroca los chiles en nogada.

Detrás de todos estos manjares poblanos se entretejen historia y leyenda, vidas y fantasías, sueños e ideales, ninguno de ellos existe sin las manos que recorrieron las cuentas del rosario cotidiano, sin la vida entregada a la oración entre las paredes y los cerrojos de los claustros, sin la mirada de Dios a través de los ojos de quien se ha consagrado a través de los solemnes votos. La consagración de las monjas en unión exclusiva con Dios, de modo ejemplar, en la vida íntegramente contemplativa ha marcado profundamente nuestro devenir histórico, olvidarlo sería un pecado grave.

Gracias a la vocación y misión de las monjas de clausura Puebla ha gozado de la custodia de los ángeles y se ha constituido en aporte cultural para la humanidad. Los catorce conventos de diversas órdenes religiosas situados en la angelópolis son signo del predilecto amor de Dios y ponen de relieve la gracia singular y el don precioso de la llamada a la santidad de la Iglesia. La estima con la que la comunidad poblana debiera rodear a las monjas debe nacer del reconocimiento y descubrimiento de la naturaleza con la que su entrega y consagración ha impulsado el contenido de nuestra tradición que va más allá de cocinas, dulces y banquetes.

Ojalá que algún día no muy lejano, los gobiernos municipal y estatal rindan un sincero homenaje a las ordenes de clausura, orgullo de los poblanos, gloria de la Iglesia y manantial de gracias celestes.