jueves, 30 de diciembre de 2010

Decidir, desear y esperar un buen año

El nuevo año es el escaparate de las oportunidades, de las maravillas y los milagros, no es una esperanza ocasional, ni producto de un juego de rituales y magia, más bien, tener la valentía de asumir el tiempo con esperanza, oportunidad para la realización plena del amor de Dios.



El 2010 ya se fue, muchos de nosotros tal vez lo vivimos en medio de dificultades y situaciones incomprensibles que reflexionadas y repensadas a la luz de la voluntad del Padre eterno, nos pueden hacer crecer como seres humanos y como hijos del Altísimo. Los días se sucedieron entre desavenencias y adversidades, entre límites y confrontaciones que dejaron profundas huellas en nuestro ánimo y no permitieron que sanaran las viejas heridas. Sin embargo, las primicias del año 2011 son el momento oportuno para mirar hacia delante, siempre hacia arriba, porque Dios, padre y madre, nos da lo que necesitamos, sólo eso, para madurar y continuar el peregrinar terreno.

Es edificante ver, en la tarde del 31 de diciembre, familias que circulan frente al tabernáculo divino en los diversos templos para dar gracias al Señor del tiempo y de la historia, eso habla de la posibilidad de creer y de que el Todopoderoso no ha perdido la confianza en el hombre. Él siempre ha sido bueno con cada uno y por ello nuestro corazón debe sentirse todavía más agradecido. Todo tiene sentido si se transparenta en la claridad de la voluntad de Dios: lo que hicimos mal o cuando dejamos de hacer bien, nuestras heridas, nuestros resentimientos, nuestras envidias, nuestra pereza, nuestro orgullo frente a la vida, todo aquello que nos ató, aquello que nos esclavizó.

Comenzar un año nuevo es oportunidad de caminar en la libertad de los hijos de Dios, es ocasión para salir al encuentro de la propia felicidad con un corazón agradecido, porque si no valoramos el trabajo que Dios ha hecho por nosotros y entramos al nuevo año con la tristeza del pasado, con la angustia de lo que nos hizo sufrir, el nuevo tiempo se tornará como el deseo de fugarse del presente para esperar algo nuevo como si fuera fortuna, como si fuera la suerte la ejecutora de nuestra vida alejándonos de la responsabilidad de la propia existencia.

El nuevo año es el escaparate de las oportunidades, de las maravillas y los milagros, no es una esperanza ocasional, ni producto de un juego de rituales y magia, más bien, tener la valentía de asumir el tiempo con esperanza, oportunidad para la realización plena del amor de Dios. “Nuestra vida depende de la Divina Providencia de Dios y sin Él nada podemos hacer “pues en Él vivimos, nos movemos y existimos” (Hechos 17,28). Es Él quien nos cuida, quien nos protege, quien nos provee de lo necesario para cada día, pues cada jornada tiene su propio afán y lo necesario para que podamos descubrir su amor, un amor que se complace en renovar todas las cosas, que se regocija en compartirse en cada instante. Es Dios mismo que se comparte con nosotros especialmente en la Eucaristía. Por eso, podemos decidirnos desde este momento a desear y esperar un buen año que se realizará como Dios lo ha proyectado a pesar de nuestra equivocada libertad.

jueves, 23 de diciembre de 2010

A los hombres y mujeres de buena voluntad

Si la alegría de la Navidad invadiera el ánimo de las instituciones responsables del bien común, incluida la Iglesia católica, la gran esperanza del pueblo mexicano no se verá frustrada por aquellos, que apostando al fracaso, engendran derrotismo y desesperanza.



En espera del acontecimiento que marcó el rumbo de la historia, hemos recorrido las cuatro semanas de Adviento. Colocados en la antesala de la Navidad, las posadas y aguinaldos nos atraen hacia la única razón de la variedad de luces, árboles, pesebres, regalos y buenos deseos de paz, armonía y felicidad: el nacimiento del Salvador. Dios no está lejos, ni encerrado en el impenetrable santuario de los tiempos antiguos, ni en el etéreo cosmos de las ideas y los pensamientos, ni en la fría crueldad de la indiferencia. Dios es cercano, siempre en la inconmensurable compasión de Padre nunca ajeno, sino siempre presente con las alturas y profundidades de la misericordia. Dios es Padre, como afirma el Papa “que nos sigue con cariño en el respeto de nuestra libertad: esto es motivo de una alegría profunda que las cambiantes vicisitudes cotidianas no pueden arañar”.

Dios no sólo está cerca, vive en nosotros, clavado como flecha expansiva en la dimensión de la alegría, de la felicidad que camina de la mano con el dolor y el sufrimiento como tarjeta de felicitación paradójica, incongruente e irrisoria. Sin embargo, la Navidad fascina por el giro de la lógica humana: el amor de Dios que se hace hombre, que inicia el camino en la inocencia de un niño que transpira alegría de amar y capacidad de ser amado (aún cuando la temporalidad de su carne terminará en la ignominiosa muerte de Cruz) entrecruza la alegría y el sufrimiento y los sigila con el efecto abrasivo del amor que nos hace comprensibles la serenidad en el martirio cotidiano de la vida y las sonrisas en medio de las pruebas de la existencia.

Fieles al anuncio del Evangelio, abracemos el reto de anunciar la paz en la tierra a los hombres y mujeres de buena voluntad, de actualizar la semántica de la solidaridad que no debe debilitarse frente a la discordia y el egoísmo de algunos grupos y personas, de permanecer unidos en esta coyuntura histórica que atraviesa el país como constructores del Reino de Dios y de una sociedad más justa y equitativa.

Si la alegría de la Navidad invadiera el ánimo de las instituciones responsables del bien común, incluida la Iglesia católica, la gran esperanza del pueblo mexicano no se verá frustrada por aquellos, que apostando al fracaso, engendran derrotismo y desesperanza.

La Buena Nueva anunciada en la noche de Belén, en la gloria de los ángeles, en el sueño de los pastores, en la estrella de los magos, reanime la cordura de quienes poseen en sus manos la fuerza para sacar a México de la automarginación, para alcanzar consensos que permitan la novedad de los tiempos actuales, para alejar la prioridad de los propios intereses y la tentación de un protagonismo egoísta, para hacer de esta Navidad, eso, una feliz Navidad.

Postre

Los últimos días de este mes han sido de gran consternación. Por un lado el reconocimiento público por sus logros en materia de derechos humanos a Isabel Miranda de Wallace y la profunda consternación por el asesinato de Maricela Escobedo, una mujer que solo reclamó justicia y que la impunidad y la corrupción abonaron el camino para cegar su vida. Qué decir de la liberación de Diego Fernández de Cevallos, alegró a toda la clase política pero duró poco el gusto tras conocerse el infierno que vivieron los habitantes de San Martín Texmelucan.

Ojalá, ojalá que en lo que resta del año tengamos días en calma, los necesitamos.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Alfarería del barrio de La Luz, un oficio que se niega a morir

Qué será de nosotros si el centro deja de comprar, para quién fabricaremos lozas y barros si son los gustos del Centro los que determinan los gustos de la gente, se preguntaba Marta. No fue el jefe de departamento quien decidió reducir los pedidos a la mitad, la orden llegó de arriba, de los superiores, de alguien para quien es indiferente que haya un alfarero más o menos en el mundo. Lo que ha sucedido puede haber sido el primer paso; el segundo, será que dejen definitivamente de comprar, tendremos que estar preparados para ese desastre. Sí, preparados.
Fragmento del libro “La Caverna”, José Saramago




Un oficio y sus tradiciones religiosas se mantienen en la memoria, en las manos y en los pies de sus inquilinos más longevos. Aunque son mudos, esos mosaicos que sobreviven en los muros de casas y comercios ante el paso galopante de la modernidad urbana, hablan con la palabra impresa y sus nombres, posiblemente, no nos digan nada: la calle Torrecilla, la calle del Cuernito y la famosa calle Carrillo, antaño fueron el referente obligado para quienes debían adquirir algún producto de ese rincón poblano. Actualmente, el turista tiene más interés por conocer ese pasillo conformado por las tres calles mencionadas, mientras los poblanos sólo se limitan a observar con indiferencia cómo al paso de los años una tradición desaparece y contradictoriamente se niega a morir. Me refiero a la alfarería del Barrio de La Luz, uno de los íconos representativos de nuestra ciudad capital.

En voz de sus protagonistas

A buen paso llegamos a la calle Carrillo, actualmente Juan de Palafox entre la 14 y 16 sur. Varios establecimientos exhiben ollas, jarros, cazuelas, sahumerios, maceteros, alcancías, incluso inodoros de barro. ¡Sí!, inodoros de barro, raros para nuestra época, entre otros aparejos. Observo el número 1403 de la mencionada calle, la portada de un vecindario que alberga uno de los tres hornos que visité y que actualmente funcionan. Ramón López Álvarez resguarda la entrada del lugar que también es un taller. Abordo a la persona que me recibe amablemente e iniciamos una amena conversación.

“Mire joven, por principio de cuentas esta calle se llamó Carrillo en memoria del capitán Javier Carrillo de Aranda quien allá por el año 1689 instaló un obrador de loza en este barrio, de hecho era un bedoe, es decir, un inspector de calidad de loza blanca y vidriada. Esta industria cobró tal importancia que en su memoria esta vía recibió, a partir de 1780, el nombre de Calle Carrillo, actualmente, Juan de Palafox y hace poco más de un sexenio era conocida como Maximino Ávila Camacho”.

Don Ramón proclama con todo orgullo que la calle referida es la más socorrida, a pesar de sus dificultades. “Muchos alfareros somos viejos y necesitamos trabajar, no sabemos otra cosa más que moldear el barro y la arcilla. Hace muchos años había unos 20 hornos, ahora sólo quedan tres y nuestro oficio se ve amenazado porque la gente prefiere los utensilios de plástico y peltre que las cazuelas de barro”.

Nuestro amigo hace una pausa, me mira y expresa con resignación: “No podemos trabajar a gusto porque a los vecinos les molesta el humo cada vez que quemamos la loza, y tienen razón, sería más fácil si tuviéramos un horno con gas. Pero lo que más nos preocupa es que en cualquier momento seamos desalojados porque la casa donde tenemos este horno fue expropiada por el gobierno y vivimos con la incertidumbre de nuestro trabajo ¿A dónde nos vamos? No importa que nos reubiquen en las orillas de la ciudad, lo único que pedimos es que nos dejen trabajar y vender nuestros productos aquí”, dijo el alfarero con cierto dejo de tristeza.

Con unas gotas de optimismo apunta: “Ojalá el gobierno, alguna empresa o alguien nos apoye y de verdad se interese por nuestro trabajo, sería bueno para nosotros poseer un horno de gas y tener posibilidades de exportar nuestros productos. Estamos abiertos a mejorar nuestras técnicas de producción, empleando otros materiales como el esmalte, porque es un requisito para comerciar sin restricciones, y de esa manera, mejore nuestro nivel de vida porque quienes ganan son los vendedores que están aquí enfrente. No digo que nos vaya mal, pero vamos al día”.

“¿Considera que la alfarería de La Luz es un oficio que se niega a morir?”, cuestioné a mi interlocutor que me dio dos razones de peso. “Sí, muchacho, se niega a morir porque somos la huella viviente de los alfareros de otras épocas y mientras haya personas que quieran aprenderlo, jamás morirá”, afirma con una mirada llena de esperanza.

“Otra cosa ¿te imaginas el mole poblano cocinado en una cazuela que no sea de barro? Los alimentos saben mejor en objetos de barro. Tan solo los frijoles, el café de olla, el mole poblano, el agua, incluso las salsas que se preparan en molcajete a diferencia de lo que se cuece en la olla exprés o el peltre, es diferente”. En efecto, cuando he tenido oportunidad de pueblear, el sabor y los aromas de los alimentos son diferentes a los de la ciudad. Me interrumpe la formulación de la siguiente pregunta con una aclaración: “es un mito de que los alimentos cocidos en barro dañen la salud porque contienen plomo, la mayor parte de mi vida he comido en trastos de barro y nunca me he enfermado”. En parte tiene razón mi interlocutor, sin embargo, lo que debe saber es que sí existen efectos dañinos del metal sobre la salud de los alfareros (falta de oxígeno y calcio, alteración de la transmisión nerviosa al cerebro; en el caso de los niños, un nivel de inteligencia reducido, dificultad para concentrarse. Para las mujeres embarazadas el daño se refleja en el bajo peso del producto al nacer y deficiencias en el desarrollo neuroconductual, al emplear la greta, materia prima que contiene plomo.

Ya entrados en confianza don Ramón me muestra el horno y la casa, casi en ruinas, en la que trabajan. Para mi fortuna veo cómo algunos alfareros colocan con paciencia las piezas en el horno, que días más tarde trabajará, como lo ha hecho a lo largo de los años, en la cocción de las piezas.

“Aproximadamente ocupamos dos toneladas de madera. Esta materia prima son tarimas, las cuales nos cuesta 20 pesos la pieza para cocer unas 150 cazuelas de diferentes tamaños cada 20 días, y la arcilla la traen de Amozoc”, me explica mi anfitrión, mientras observo un pequeño horno que contiene cientos de bases para cirios y sahumerios que se ocupan en la festividad de Todos Santos.

¿Ustedes están asociados en algún gremio de artesanos? Le espeté para saber si contaban con algún tipo de apoyo y comenta mi convidado que no, solamente están afiliados a la Casa del Artesano Poblano y agrega que en Puebla se debe legislar a favor de los artesanos, como en el estado de Michoacán que cuenta con una Ley de Fomento Artesanal decretada el 13 de marzo de 2000, incluso hay un día dedicado para este gremio, el 20 de septiembre.

No todo es miel sobre hojuelas

Proseguimos nuestro recorrido por el barrio de la Luz y visitamos el segundo horno que se ubica en la antigua calle de Nazabal o Ayuntamiento, hoy avenida Juan de Palafox 1601, inmueble que se encuentra en condiciones deplorables y que alberga a cuatro familias. Ahí conocimos a Luis Rodríguez González, tornero, quien con gran satisfacción nos dijo que él representa la cuarta generación de alfareros cuya tradición familiar data del año 1885 iniciada por Francisco Rodríguez. Desde pequeño aprendió el oficio y de acuerdo a su parecer los alfareros de antaño fueron los mejores maestros, eran torneros y maneros, no como ahora que unos solamente se dedican a hacer cazuelas porque son más rentables (maneros) y otras personas fabrican diversos utensilios como jarros, ollas, platos y sahumerios (torneros).

Después de amasar la arcilla don Luis se dispone a trabajar en su torno que se sitúa en una habitación fría, con poca iluminación y entre estantes de madera bañados por el polvo y carcomidos por el comején. “¿Considera usted que la alfarería de La Luz es un oficio en extinción, que se niega a morir?”, pregunté, mientras el maestro alfarero daba forma al barro que se deslizaba entre sus dedos por el movimiento de la rueda. “Lamentablemente sí, los desalojos y la falta de apoyo y envidias entre compañeros hacen que este oficio muy pronto se acabe. Por si fuera poco, este fin de mes nos quieren dejar en la calle porque el dueño de esta casa ya nos corrió, pero como no ha habido demanda de desalojo, nos quedaremos ya que no tenemos a donde ir y aunque encontráramos un pedacito, cuánto nos va a costar, ni siquiera nos van a recibir con nuestras cosas. En el caso de que eso ocurriera, tan solo date cuenta cuánto tiempo nos tomaría desarmar los andamios y anaqueles. Mientras el dueño de este vecindario no soborne a la autoridad para que le facilite la orden del juzgado, nosotros permaneceremos aquí o veremos si conseguimos un amparo para que no proceda el desalojo”.

Don Luis me observa y una advertencia brota de sus labios: “La única manera que nos pueden sacar es por la fuerza y ya veremos de a cómo nos toca”. Con seguridad añade: “además a nadie conviene que nos desalojen porque todos necesitamos de todos, esto es una cadena. Los dueños de los hornos necesitan de nuestro trabajo para cocer la loza, los comerciantes de nosotros para vender y distribuir la producción, los que nos venden la arcilla para trabajar y así, sucesivamente. Aunque nuestra situación está al borde de la desesperación, no nos damos por vencidos”

El último horno se ubica en la 7 oriente 1418-A, en el barrio de Analco. Un niño me indica que puedo pasar a echar un vistazo y una bulliciosa actividad es la que me recibe. Pido permiso para sacar unas fotografías, pero me indican los trabajadores que lo debo consultar con el patrón quien me ve con desconfianza y como si fuera un ritual practicado con cada reportero y camarógrafo me da el visto bueno para obtener todas las imágenes que yo quiera. Hago mi trabajo y el jefe del taller me sigue a donde quiera que vaya, me incomoda, pero veo recompensado mi tozudez con uno de los trabajadores que se deja retratar. Ya no formulo preguntas ni averiguo más del tema, me doy cuenta de que este grupo de orfebres es más familiar que un gremio organizado que me ve con reticencia.

La versión oficial

En palabras de Enrique Pena Milán, jefe del departamento de promoción artesanal, cuya oficina se localiza en la Casa del Artesano Poblano, corrobora que no existe una ley que proteja a los artesanos de Puebla, únicamente se apegan al Diario Oficial de la Federación y a la Secretaría de Economía que se encarga de regular y apoyar la actividad artesanal. Ejemplo de ello es el Programa de Apoyo al Diseño Artesanal (PROADA) que plantea normas específicas para la producción, exportación y apoyo de los productos artesanales.

Con respecto al inmueble de la avenida Juan de Palafox 1403, el funcionario explicó que sí fue expropiado el predio al final de la administración municipal de Mario Marín, incluso el decreto existe. Lo que le extraña es que en la administración de Luis Paredes no se pusieron en marcha los programas para los cuales serían beneficiados los alfareros del Barrio de La Luz, tales como un museo y el centro expositor. La razón por la cual se expropió la vivienda se debe a que el Barrio de la Luz forma parte del conjunto arquitectónico del Centro Histórico de Puebla.

Enrique Pena está consciente de la dura situación que viven los alfareros del populoso barrio poblano. “Entiendo su situación, pero no es para que exageren las cosas. El problema que ellos padecen es el de los desalojos porque es de entender que los propietarios quieran cobrar las rentas postergadas y si stos no pagan, los arrendadores están en su derecho de exigir el desalojo, pero si los inquilinos dan un adelanto, de buena fe, el propietario puede cambiar de opinión. Mientras, la situación será como ha ocurrido en los últimos años”.

“Por otra parte estas personas, a pesar de las dificultades, subsisten en medio de un entorno urbano, a diferencia de Amozoc y San Miguel de las Ollas que tienen en promedio unos 20 mil alfareros que fácilmente comercian sus productos. Los de aquí son unos 40 y con grandes esfuerzos mercadean en los pueblos; en la ciudad ya es muy difícil. Es raro que aquí alguien quiera cocinar en cazuelas de barro. De que hay amas de casa que sigan con esa tradición, las hay, pero no podemos negar que el peltre y el aluminio ahorran los tiempos de preparación de los alimentos”, concluyó el funcionario.

Colofón

Ciertamente la alfarería del Barrio de La Luz es un oficio que se niega a morir, curiosamente hay 40 alfareros que personifican a Cipriano Algor, protagonista de la novela de José Saramago, La Caverna, quien lucha hasta el final para que su único medio de subsistencia no desaparezca, al menos eso es lo que constatamos en los tres talleres con sus respectivos hornos.
Intentamos presentar los dos rostros de este problema. Son historias contradictorias, si embargo, unidas por el mismo vínculo y si los del gremio no se organizan y alguna entidad gubernamental o privada de nuestro Estado no toman en serio este problema, entonces seremos mudos testigos de la muerte de una antiquísima tradición poblana.


Aún cuando no posee la denominación de origen, lujo que se precia la Talavera, máximo exponente de la alfarería poblana de alta calidad, lo cierto es que las ollas, las tazas, los sahumerios, las cazuelas y tantos objetos salidos del Barrio de La luz han acompañado por generaciones a quienes han hecho uso de ellos. No están en los estantes de los supermercados, pero estoy seguro de que en las cocinas de los hogares más sencillos de esta ciudad ocupan un lugar, incluso en el restaurante de lujo que incluye en su carta café y atole, bebidas que son servidas en jarritos, precisamente, fraguados en los talleres del antiquísimo barrio poblano.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Rumbo a la Navidad, el tradicional nacimiento

Alrededor del nacimiento se ha formado, con el paso de los siglos, una serie de costumbres folklóricas que han contribuido a crear un ambiente festivo en la intimidad de las familias, en las calles, en los centros educativos y de trabajo, caracterizados por el tono sensible e ingenuo que se refiere a los sentimientos de la Virgen y de los pastores ante la pobreza que Dios ha escogido al tomar un cuerpo humano.



Las tradiciones y costumbres son una manera de hacer presente lo que ocurrió o lo que se acostumbraba hacer en tiempos pasados. Son los hechos u obras que se transmiten de una generación a otra de forma oral o escrita.

La palabra tradición viene del latín traditio, del verbo tradere, que significa “entregar”. Se podría decir que tradición es lo que nuestros antepasados nos han entregado. En el caso de la Navidad, lo más importante de las tradiciones y costumbres no es sólo el aspecto exterior sino su significado interior. Se debe conocer por qué y para qué se llevan a cabo para vivirlas intensamente.

Existen muchas tradiciones y costumbres que nos ayudan a vivir el espíritu navideño; sin embargo, debemos recordar que este espíritu se encuentra en la meditación del misterio que se celebra. En el año 1223 San Francisco de Asís dio origen a los pesebres o nacimientos que actualmente conocemos. El nacimiento se hace con réplicas en miniatura, se colocan las imágenes de San José, María, el burro, el buey, las ovejas y los pastores. Un pesebre puede tener casas, animales, lagos, bosques y un lugar especial donde se coloca el establo donde nació Jesús. Y no puede faltar la estrella de Belén. Siempre se dispone de un lugar particular en casa para armarlo. Se usan cajas de cartón, papel, musgo, paja, etc. En él encontramos los elementos básicos de la teología de la fiesta de navidad porque ésta no es sólo un recuerdo de un suceso histórico: el hecho del nacimiento de Jesucristo está ordenado a la Redención, a la Pascua, a la Parusía. Por eso el nacimiento es una memoria cuyo centro es la muerte y resurrección de Jesucristo.

Alrededor del nacimiento se ha formado, con el paso de los siglos, una serie de costumbres folklóricas que han contribuido a crear un ambiente festivo en la intimidad de las familias, en las calles, en los centros educativos y de trabajo, caracterizados por el tono sensible e ingenuo que se refiere a los sentimientos de la Virgen y de los pastores ante la pobreza que Dios ha escogido al tomar un cuerpo humano. Para expresar visiblemente el significado de la “iluminación” obtenida por el nacimiento de Jesucristo, el pesebre se enciende con luces multicolores que en ocasiones se realiza de manera extraordinaria.

Al respecto el papa Ratzinger pronuncio en el ángelus del domingo 11 de diciembre de 2005 lo siguiente: “En muchas familias, continuando una bella y consolidada tradición, se empieza a preparar el belén, como si se quisiese revivir junto a María estos días plenos de trepidación que precedieron al nacimiento de Jesús.

“Hacer el belén en casa puede ser una forma sencilla pero eficaz de presentar la fe y transmitirla a los propios hijos. El pesebre nos ayuda a contemplar el misterio del amor de Dios que se ha revelado en la pobreza y en la sencillez de la gruta de Belén. El belén nos puede ayudar, de hecho, a comprender el secreto de la verdadera Navidad, porque habla de la humildad y de la bondad misericordiosa de Cristo, que ‘siendo rico, por vosotros se hizo pobre’ (2Cor 8, 9).

“Al preparar las celebraciones navideñas poniendo la figura del Niño Jesús en el Portal de Belén, os invito a todos a que lo acojáis también en vuestros corazones y en vuestros hogares”.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Rumbo a la Navidad, el motivo de la celebración

Descubrir que el espíritu de la Navidad no son nuestros buenos deseos de paz, ni las luces, ni los regalos y las fiestas, ni siquiera nuestros ánimos de vivir en armonía con los demás, esos principios son buenos y hay que disfrutarlos también, y mucho, pero no hacen la Navidad.



Para algunos apenas comienza, para otros poco después de la celebración de los difuntos, lo cierto es que la Navidad ya llegó. El ambiente se ha inundado de adornos, regalos y luces que nos señalan que la Navidad está aquí. Los anuncios comerciales tampoco han esperado: “compre, regale, demuestre cariño… ¡y hasta sin intereses o a crédito!”

Es asombroso ver cómo prácticamente toda la humanidad, aun los que no creen en el Señor Jesús, o los que creen pero sin que ello signifique nada en su vida, celebran estas fiestas.

La influencia cultural del cristianismo se aprecia en la celebración de la Navidad y son pocos los que pueden permanecer indiferentes ante este ambiente festivo. La fe impregna todas las dimensiones de la vida humana, aunque ésta no se tome en cuenta, es ahí donde nace la Navidad y desde donde parten los usos y costumbres, las expresiones artísticas, e incluso las manifestaciones festivas y hasta las culinarias propias de este tiempo.

Navidad significa recordar que en los símbolos que vemos, en los adornos de cara a las fiestas navideñas y que engalanan las calles de muchas de nuestras ciudades, en todos ellos se representan pinos, esferas, estrellas, ángeles y un sinfín de motivos que bien podrían anunciar unas simples fiestas de invierno o de exaltación espiritual, pero no, no sólo es eso, todos ellos a su manera determinan que el rumbo de la humanidad, de nuestra vida terrena, ha sido marcado desde poco más de dos mil años por el nacimiento de un niño. ¡Algo muy común!

El misterio del Nacimiento de Jesucristo, verdadero motivo de estas celebraciones, no puede ser olvidado por más que se busque hacerlo, está presente en los colores, olores y sabores, en las calles y oficinas, en los hogares y escuelas, y desde luego en el corazón. Por eso la Navidad es una época para disfrutar, para estar alegres, como seguramente estuvieron María y José a pesar de todos sus inconvenientes, su alegría perdura hasta hoy y ese es hoy nuestro reto: Descubrir que el espíritu de la Navidad no son nuestros buenos deseos de paz, ni las luces, ni los regalos y las fiestas, ni siquiera nuestros ánimos de vivir en armonía con los demás, esos principios son buenos y hay que disfrutarlos también, y mucho, pero no hacen la Navidad.

La Navidad es celebrar el nacimiento de nuestro Dios hecho hombre, el principio de nuestra redención, la ocasión más gozosa de toda la historia, el nacimiento de un Niño en quien han sido bendecidas todas las naciones. Si así lo entendemos recuperaremos el genuino sentido de la Navidad, viviremos en profundidad este misterio que hace posible las celebraciones litúrgicas y de piedad de estos días, y gozaremos de los regalos, las fiestas, los adornos, de todo, absolutamente de todo. Entonces podremos traducir nuestras expresiones externas en un compromiso concreto de mayor caridad o solidaridad con quienes más lo necesitan. Si la Navidad así entendida no nos hace felices entonces ¿Qué lo hará?

Postre

¿Por la pérdida del control en algunas zonas del país un superior militar sugiere aplicar el Estado de excepción? ¿Falta de coordinación o serias diferencias entre castrenses y marines mexicanos? ¿Felipe Calderón pidiendo ayuda a nuestro vecino del norte? ¿De verdad son “muy malos” los servicios de inteligencia mexicanos? Sinceramente nada revelador en las filtraciones dadas a conocer por WikiLeaks. De una u otra manera ya lo sabíamos, lo curioso del asunto es que fueron dadas a conocer cuando se cumple una década de que el PAN dirige los destinos de nuestro país.

Qué cómodo para los estadounidenses juzgar nuestras ineficiencias, lo menos que se puede esperar de ellos es que nos digan cómo va a bajar su consumo de estupefacientes, cómo controlará el tráfico de armas a México, de qué manera abatirá la corrupción que permite que la droga ingrese libremente por su territorio, cuántos dólares lavados sacará de su sistema financiero... Con hechos, no con palabras míster Sam.