viernes, 15 de julio de 2011

Un día en la vida de un sacerdote de la Sierra Norte de Puebla

In hueytépetl
ayac quitlamitehuaz
in xóchitl in cuicatl

in mani ichan ipalnemohuani.

En la sierra no se puede acabar
ni las flores ni los cantos
puesto que es la casa
del que nos da la vida.
Poema náhuatl

“Tengo miedo de ponderar las bellezas del camino, pero en verdad tiene cañadas, recodos, rinconadas y calzadas encantadoras, como he visto en pocos lugares. Los primores de Chapultepec me parecen un juguete ante la magnificencia y esplendor de esta Sierra del Norte; pero las subidas y bajadas penosas, los innumerables caracoles y laberintos intrincados que producen vértigo, la infinidad de ruidos y zumbidos de insectos son como las espinas en las rosas”.

En estos términos se expresó Pedro Vera y Zuria, Arzobispo de Puebla, en sus Cartas a mis seminaristas, memorias que manifiestan sus devociones y sentimientos en su primera visita pastoral a la Arquidiócesis entre 1925 y 1926. 85 años después de aquella gesta el rostro de la sierra norte ha sido transformado por los nuevos caminos que comunican a lugares distantes, antaño, de complejo acceso; los fenómenos meteorológicos cobran anualmente la factura a sus habitantes por la agresión al entorno ecológico, a la fecha la pobreza y la injusticia perdura en muchos inquilinos de esta región a pesar de los esfuerzos por ayudarlos con programas que se distinguen por su propósito caritativo en vez de impulsarlos y orientarlos al crecimiento económico y social.

Líneas más adelante Monseñor Vera refiere en la carta 53 de sus apuntes que “a las 6:30 llegamos al pueblo de Nauzontla, donde nos recibió el párroco de Xochitlán, D. J. Francisco Osorio. Los jóvenes se precipitaron en vertiginosa carrera para salir a nuestro encuentro y darnos la bienvenida, mientras la música tocaba diana y las mujeres regaban el suelo con flores y confeti; el pueblo, de dos mil habitantes, es culto; tiene amplia y decente Iglesia, dedicada a la Natividad de la Santísima Virgen; allí la saludamos ante su bendita imagen”…

Lejos de pretender semejante comité de bienvenida, llego a Nauzontla en un minibús la mañana del jueves 1 de marzo tras un viaje en autobús directo de Puebla a Zacapoaxtla, recorro las silenciosas calles del pueblo cuyos habitantes prestan mayor atención a sus afanes. Arribo a la casa parroquial, me recibe Jessica que se ocupa en preparar los alimentos, minutos después el párroco, Francisco González Parra me da la bienvenida y al mismo tiempo me invita a compartir un frugal desayuno. Para hacer amena la tertulia platicamos del clima de los últimos días y me adelanta que me llevará a una de las comunidades más apartadas que él pastorea, ya que su deseo es compartir con los lectores de este blog cómo es un día en la vida de un sacerdote de la Sierra Norte de Puebla mediante un ejercicio, no solo de imaginación, presentar las situaciones vividas al lado del presbítero.

Conociendo un rinconcito de la serranía

No hago el viaje en dueto con el Padre Francisco a Tacopizacta, una de las doce comunidades que componen la parroquia de Nauzontla, como supuse sería el caso, nos acompaña un grupo de doce jóvenes quienes después de la celebración eucarística en aquella ranchería, participarán en un torneo relámpago de fútbol.

La música de las radiodifusoras de Veracruz que sintoniza el radio de la camioneta del Cura aligera el traslado, un tramo de la carretera interserrana hasta La Cumbre mas un ramal del camino a Cuetzalan. Posteriormente nos desviamos del trayecto para tomar otra vía, una carretera empedrada cuyo paisaje va cambiando a medida que avanzamos, dejamos los llanos y los montes deforestados para ingresar a lomas bendecidas por pedregales.

La vía, metros más adelante deja de ser amable y el tramo que nos falta para llegar a la primera parte del recorrido es escarpado, kilómetros antes dejamos pueblos instalados en las márgenes de la carretera y el Padre Francisco no deja de ser reconocido por sus feligreses ya sea en Zoatecpan, Xocoyolo, Equimita o Tenextepec.

Finalmente llegamos a La Galera, una alquería que sirve de antesala para alcanzar nuestro destino final que hicimos a pie, el descenso hacia Tacopizacta. “A este lugar vengo una vez al mes, pero esta semana lo he hecho diariamente porque es su fiesta y bajo a celebrar la Misa”, me dice el Padre Francisco quien me anima a bajar a buen trote. “Este es el lugar más alejado de mi parroquia, los demás, cómo pudiste darte cuenta son más accesibles por carretera, si no fuera por lo distante sería más fácil el trabajo pero aquí andamos”, comenta mi anfitrión y quedo sorprendido por este extraordinario e intacto rincón serrano.

Tras una hora de camino llegamos a la capilla de Tacopizacta, ranchería compuesta por unas 20 familias dispersas en los montes, todas ellas viven sin servicios básicos como el agua y la electricidad, únicamente cobijados por el manto de la madre naturaleza y bendecidos por la fertilidad de sus tierras. “Estamos impulsando un proyecto para que se construya una carretera hacia Tlatlauquitepec y se introduzcan los servicios que necesita la gente”, anota el Padre Francisco quien recibe el saludo de los parroquianos que aguardaban su llegada.

Minutos más tarde un volador anuncia el inicio de la conmemoración del memorial de las especies; los fieles cantan, con cierta timidez o desgano pero el Padre los anima cuando él entona con fuerza las alabanzas. La homilía es sencilla y al mismo tiempo dura, llama la atención de la gente para que se incorpore al sacramento de la reconciliación y cada domingo siga reuniéndose para alimentarse con la palabra de vida eterna, que su participación no se limite a cumplir por cumplir con un mandamiento o hacer acto de presencia únicamente en los días de fiesta, como en aquel momento.

Antes de concluir la celebración eucarística el Padre invita a sus parroquianos a participar en una procesión con el santísimo, en las cuatro esquinas que compone el predio donde se ubica la capilla nos ponemos de rodillas para orar en pos de Jesús sacramentado. Finalizado el rito se comunica que el programa de actos festivos incluye un torneo relámpago de fútbol, cuyo ganador, es el equipo del Padre Francisco, no por tratarse de él, sino por el clamor del juego y lo apasionado que se volvió cada confrontación, al grado de que en su momento el párroco de Nauzontla intervino para calmar los ánimos de los jugadores.

Aquel día, fue un momento propicio para encauzar los valores del triunfo y la derrota, más allá del púlpito, también se conjugó la fraternidad y el agradecimiento de aquellas personas que tuvieron con nosotros al ofrecernos lo poco que tenían: tamales, tacos, refrescos, aguas frescas y frituras en los pocos días de fiesta a cambio de un grato momento por los largos meses de aislamiento. Con seguridad esto puede ser valorado como un simple día de campo para el sacerdote, pero cada vez que le corresponde regresar a ese lugar no es por complacencia, visita a los enfermos, celebra con ellos la palabra, sostiene reuniones con catequistas y aunque la gente no tenga el menor deseo de acercarse al sacramento de la reconciliación, lo que más necesita de su pastor es ser escuchado, ser consolado, ser impulsado a seguir con ánimo su vida porque en esta parte de Puebla la vida no es fácil, mucho menos para el sacerdote que con limitaciones fortalece constantemente su parroquia.

Trabajar en la Sierra Norte no es un castigo

Cuando hago estas reflexiones acerca de lo que viví ese día, me veo obligado a preguntar al Padre Francisco si ejercer el ministerio en la Sierra Norte es un castigo, a propósito de que he escuchado a algunos sacerdotes de la Arquidiócesis de Puebla expresarse de ese modo. Él, sin darse tiempo para meditar una respuesta sostiene que de ninguna manera es un castigo y desmiente a sus colegas. “Algunos de los que están acá trabajan por obediencia, la mayoría no lo vemos así. Yo soy muy feliz aquí, tengo todo lo necesario, cuento con el respaldo de la gente y ellos están a gusto con mi trabajo. Si ven a un sacerdote alegre, ellos estarán motivados por el ánimo de su sacerdote, pero si lo ven enojado se alejan o se contagian con su mal humor y eso no es recomendable”.

A la distancia de poco más de cinco años de estancia en Nauzontla el Padre Francisco reflexiona: “Venir aquí fue una propuesta del Vicario de la Zona Norte (Padre Mario Pérez), me comentó que había una sede vacante y me preguntó si quería ser párroco a lo cual dije que sí sin averiguar en qué condiciones estaba la parroquia y aquí me tienes”.

Pero no todo es miel sobre hojuelas, generalmente hay cosas que no dejan de causarnos inquietud, al respecto mi convidado refiere que le ha costado mucho trabajo convencer a la gente de que no se limite a las ayudas del gobierno, para ello impulsa proyectos de crecimiento económico. “Me ha dado buenos resultados reunir a un grupo de campesinos para que compren borregos, pollos o chivos. A lo largo de un año duplican o triplican los animales adquiridos y después se desintegra esa sociedad para que cada quien multiplique el número de animales y mejoren sus perspectivas, no tiene caso que cada vez que reciban ayuda lo gasten en la bebida y olviden temporalmente la situación en la que viven”.

Si hay algo que distingue a este sacerdote es su buen humor y ánimo para trabajar, en más de una ocasión lo he visto dignificar los espacios de la parroquia pintando y remozando muros, ventanas y tejados, cuidando de sus animalitos y dejando en buen estado las jardineras, tanto del atrio del templo como de la casa. También la música corre por las venas de este joven presbítero, cuando fue Vicario en la parroquia de San Francisco Totimehuacán formó una pequeña rondalla y ahora en Nauzontla está haciendo lo mismo al inculcar en los jóvenes y la gente de edad mayor el gusto por el canto y la música. “Si me conformara con atender a mis comunidades, me aburriría en la casa sin hacer mayor cosa que lo doméstico, uno debe ingeniárselas para trabajar y ha sido gratificante lo que he logrado”, aseveró el Padre Francisco.

No tengo duda de que otros sacerdotes de la Sierra Norte ponen el mayor empeño en su ministerio, con diferentes enfoques pero siempre persiguiendo el mismo fin: llevar a todos los hombres y mujeres de buena voluntad el mensaje liberador del buen Dios. En esta ocasión correspondió a Nauzontla, más adelante tocará el turno para hablar de otra parroquia de la Sierra Norte de Puebla.

3 comentarios:

  1. ¿y como estubo la caminada a Tacopizacta eh????
    Muy buen reportaje no había tenido la oportunidad de leerlo.
    Siempre recordaremos al padre Paco...

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  2. La caminata estuvo buenísima, los encuentros de futbool, parecidos a la Champions,en fin, todo enormemente buenísimo.

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  3. Muy bella la sierra Norte de Puebla, muy bello mi querido pueblo Nauzontla y del Padre Paco, una persona súper humilde, alegre y responsable muy querido por todos a quien admiramos y extrañamos.
    Excelente tu experiencia

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