viernes, 23 de septiembre de 2011

Donación de órganos, un acto de generosidad y solidaridad

Toda intervención de trasplante de un órgano tiene su origen en una decisión de gran valor ético, la de ofrecer, sin ninguna recompensa, una parte del propio cuerpo para la salud y el bienestar de otra persona; en esto reside la nobleza del gesto, que es un auténtico acto de amor.

Los trasplantes son un gran avance de la ciencia al servicio del hombre y no son pocos los que en nuestros días sobreviven gracias al trasplante de un órgano. La técnica de los trasplantes es un instrumento apto para alcanzar la primera finalidad de la medicina: el servicio a la vida humana. Sin embargo, como acontece en toda conquista humana, también este sector de la ciencia médica, a la vez que ofrece esperanzas de salud y de vida a muchos, presenta algunos puntos críticos, que es preciso analizar a la luz de una atenta reflexión antropológica y ética. En esta área de la ciencia médica, el criterio fundamental de valoración debe ser la defensa y promoción del bien integral de la persona humana, según su peculiar dignidad. Por consiguiente, es evidente que cualquier intervención médica sobre la persona humana está sometida a límites, no sólo a los que técnicamente son posibles, sino también a límites determinados por el respeto a la misma naturaleza humana, entendida en su significado integral.

Toda intervención de trasplante de un órgano tiene su origen en una decisión de gran valor ético, la de ofrecer, sin ninguna recompensa, una parte del propio cuerpo para la salud y el bienestar de otra persona; en esto reside la nobleza del gesto, que es un auténtico acto de amor. No se trata de donar simplemente algo que nos pertenece, sino de donar algo de nosotros mismos porque en virtud de su unión sustancial con un alma espiritual, el cuerpo humano no puede ser reducido a un complejo de tejidos, órganos y funciones, ya que es parte constitutiva de una persona, que a través de él se expresa y se manifiesta. Por eso, todo procedimiento encaminado a comercializar órganos humanos o a considerarlos como artículos de intercambio o de venta, resulta moralmente inaceptable, dado que usar el cuerpo como un objeto es violar la dignidad de la persona humana.

La verdad humana de un gesto tan decisivo exige que la persona sea debidamente informada sobre los procesos que implica, de forma que pueda expresar de modo consciente y libre su consentimiento o su negativa. El consentimiento de los parientes tiene su validez ética cuando falta la decisión del donante, naturalmente, deberán dar un consentimiento análogo quienes reciben los órganos donados.

A pesar de los esfuerzos por promover una cultura de donación de órganos, los recursos de que disponen actualmente muchos países resultan aún insuficientes para afrontar las necesidades médicas. Sin embargo, esto no implica abandonar los esfuerzos por promover una auténtica cultura de generosidad y solidaridad. Es preciso sembrar en el corazón de todos, y especialmente en el de los jóvenes, un aprecio genuino y profundo de la necesidad del amor fraterno, un amor que puede expresarse en la elección de donar sus propios órganos.

Postre:

Hace unos días la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) dio a conocer que México es el tercer país con más “ninis” –7 millones 226 mil jóvenes que ni estudian ni trabajan-, por debajo de Turquía e Israel. Es un problema delicado ya que los chavos deambulan entre el desempleo, las escasas oportunidades de estudiar, la tentación del narcotráfico y la apatía. Y es que como se recordará Felipe Calderón prometió que su sexenio sería del empleo y los resultados de cinco años de gestión están a la vista.

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