viernes, 5 de febrero de 2016

El carnaval de Huejotzingo, una tradición legendaria y espectacular

El fandango arranca poco antes del mediodía, en medio del estruendo y el humo de la pólvora que producen los mosquetones, la concurrencia observa el espectáculo desde las gradas y detrás de las vallas colocadas para proteger su seguridad.


Desde el año 1869, en Huejotzingo se gesta un carnaval inigualable, es una mezcla del jolgorio popular y el arte, transforma la vida cotidiana de los habitantes del citado municipio y poblaciones circunvecinas, para que después encuentren la paz en el inicio de la Cuaresma. En él participan aproximadamente doce mil personas que se disfrazan con máscaras, túnicas, gaznes, tocados de plumas, escudos y fusiles para transformar las calles de la comunidad en un enorme escenario y representar en él, tres episodios que han marcado la historia de Huejotzingo: “La lucha por la intervención Francesa en México”, “El rapto de la hija del Corregidor por el legendario bandido de Río Frío, Agustín Lorenzo” y “El primer casamiento católico de indígenas en América”.

El carnaval de Huejotzingo tiene su origen en la época prehispánica en donde los pobladores de la región celebraban las guerras floridas y fiestas del año agrícola llamada época de holganza. A lo largo del tiempo el fandango ha estado expuesto a diversas transformaciones que le han dado la imagen que actualmente se conoce.

Estructura del carnaval
El jolgorio inicia poco antes del mediodía, en medio del estruendo y el humo de la pólvora que producen los mosquetones, la concurrencia observa el espectáculo desde las gradas y detrás de las vallas colocadas para proteger su seguridad. Los integrantes de los batallones, con su General en Jefe al frente y acompañado de su Estado Mayor, custodian a la “La dama”, quien personifica a la hija del corregidor de Huejotzingo.

Detrás vienen las abanderadas que portan el lábaro patrio con la identificación de su barrio y batallón y las secundan los combatientes e indios que bailan al compás de los acordes que interpreta la banda de música de viento y los acompaña en todo el recorrido, con melodías de ritmo tropical o corridos con ritmo de cumbia, mientras siguen disparando sus mosquetones.

Después del paso de los contingente se escenifica el simulacro de la célebre batalla del 5 de mayo, presente en la memoria de los poblanos, que cobra vida y presencia en el carnaval, por lo que zacapoaxtlas e indios serranos encarnan al ejército republicano, en tanto los suavos encarnan al ejército de Napoleón III y los turcos al ejército agresor proveniente de la Legión extranjera.
El segundo número del carnaval presenta el rapto de la hija del Corregidor. Agustín Lorenzo y su fiel gavilla de bandidos, personifican a la banda de forajidos que asoló a la región y sus alrededores. La leyenda sobre este personaje narra cómo les quitaba a los ricos para socorrer a los pobres.

De acuerdo a la leyenda, el mítico ladrón Agustín Lorenzo, en una de sus aventuras por Huejotzingo, conoció a la hija de la máxima autoridad del poblado y se enamoró de ella. Como el matrimonio entre ellos no era posible por la diferencia de clases sociales, sostuvieron relaciones amorosas mediante mensajes escritos a través de su lugarteniente llamado “Tierra adentro”. También se menciona a otro de sus hombres de confianza del afamado salteador, “El Meco”, con quien pacta el día y la hora para efectuar el escape.

Posteriormente un sacerdote une en matrimonio a Agustín Lorenzo con la hija del corregidor; pero la leyenda no tiene un final feliz: la historia culmina cuando algunos soldados disparan e incendian la choza en la que supuestamente se encontraba la mítica pareja.


Después del desfile y el rapto de la dama, los danzantes hacen una pausa en la escenificación aproximadamente a las dos de la tarde para ir a comer, concentrándose los integrantes de los batallones de cada barrio en un lugar predeterminado en donde comen todos juntos.

Un par de horas más tarde se presenta el casamiento indígena, una comparsa del primer matrimonio católico de indígenas, fiel argumento que invita a compartir la intimidad del ritual, sin olvidar a los novios, los padrinos y el sacerdote que bendice, a diestra y siniestra a los espectadores.

El testimonio del primer casorio católico en América se encuentra documentado en la crónica histórica de Francisco Betancourt que relata: “En faz de la tierra se casó en esta Nueva España un mancebo de la ciudad de Huejotzingo llamado Calixto”.

Es meritorio señalar que la gran mayoría de los trajes, son confeccionados por las mujeres huejotzincas. Aunque los costos de la realización de esta festividad corren a cargo de las autoridades locales, los participantes deben invertir en uno de estos trajes, entre 10 y 30 mil pesos y hay quien desea confeccionarlo a detalle con un costo de hasta 50 mil pesos.
No se puede olvidar el carnaval infantil, se dice que es más espectacular, porque participan niños menores de 12 años que realizan la misma escenificación que el carnaval de los adultos.

El mosquetón, un objeto singular
Además del traje que portan los integrantes de los batallones y los grupos, el mosquetón es el accesorio principal, un arma peculiar no solo por el estruendoso ruido de sus detonaciones, por la culata finamente labrada con motivos prehispánicos o modernos elaborados al gusto del poseedor. La familia Navarro Nabor desde hace 4 generaciones lo fabrica y en palabras de Jesús Navarro Nabor, indica que el rifle es parte de la alegría del carnaval. “No hay fiesta sin carabina, tampoco el danzante se atreve a salir sin él, no tendría chiste. Todos lo portan, niños y adultos deben llevarlo para que se sientan contentos y contagien su alegría.”


 “Quedamos pocos artesanos del rifle, pero gracias a Dios tenemos mucho trabajo. Este oficio ha sido el sustento de mi familia por más de 80 años y me siento orgulloso, porque somos parte del carnaval y es un trabajo que no solo se vende en Huejotzingo y sus alrededores, también en México y en otros países del mundo”, concluyó el artesano.

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