sábado, 28 de mayo de 2016

Doce cartas a Dios Padre, doce cartas a Dios Hijo

En lo personal me agradaron los textos del sacerdote jesuita, ojalá estas cristologías estén al alcance de todos, del hombre y la mujer de la calle, que no sea el patrimonio de unos cuantos.


Por los pasillos de la Universidad Iberoamericana Puebla hay un par de vitrinas que expone textos de divulgación y creación literaria que la casa de estudios publica para su venta a la comunidad universitaria y al público en general, me llamó la atención un par de libros: “Doce cartas sobre Dios” y “Jesús el Galileo, doce nuevas cartas”. Sin más los adquirí y me sorprendió la sencillez con que el autor se refiere a Dios, al rabí de Galilea, la religión y la espiritualidad.

David Fernández Dávalos, autor de estos magníficos escritos, mediante un dialogo epistolar con Alo, un joven universitario embarcado en una aventura espiritual a través de la religión oriental, le comparte su descubrimiento personal de Dios y de Jesús de Nazaret en el contexto del mundo actual. La lectura de las misivas son ágiles, sugerentes, conmovedoras, libres de dogmas o aburridas disertaciones teológicas.

Considero que estos textos pueden ser un bálsamo para aquellos que creen que otro Dios es posible, puede ser un choque para las personas cuyas convicciones religiosas permanecen inalteradas, una certeza para quienes han experimentado a Dios con corazón de padre y entrañas de madre y que temían expresarlo abiertamente. Para ello presento algunas ideas que el autor formula en las “Doce cartas sobre Dios”:

Carta primera. Una invitación: “Deseo entablar contigo una serie de conversaciones a propósito de Dios, de la religión, de la espiritualidad. Pienso darle forma de cartas dirigidas a ti, si no te importa; o a alguien que lleve otro nombre, pero que seas tú.”

Carta segunda. A Dios lo experimentamos todos: “Dios se muestra a toda la humanidad, de diversas maneras, en distintas circunstancias y en distintos moldes culturales. Se experimenta en la relación humana, con los demás y con uno mismo.”

Carta tercera. ¿Cuál es el Dios verdadero?: “Se mira desde los ojos de los más pobres, de los que sufren y de los marginados de esta sociedad. El Dios del culto o la ortodoxia, de ninguna manera muestran el verdadero rostro de Dios.”

Carta cuarta. ¿Dios guarda silencio?: “Dios no es un Dios mudo, habla en el silencio, a través de sus profetas antes y ahora, en la gente sencilla que busca un porvenir.”

Carta quinta. Dios y el mal en el mundo. “Somos los hombres y las mujeres los que hemos fraguado las grandes tragedias y los grandes cataclismos de la historia. A veces por abuso de la naturaleza, a veces por mero deseo de preeminencia sobre los otros.”

Carta sexta. Dios es también mujer: “Si Dios es también mujer, entonces el potencial humano de las mujeres es ilimitado, tienen entonces la razón y el derecho para esperar que la humanidad con sus pesadas cargas y sus bendiciones sean también para ellas y no solo para los hombres.”

Carta séptima. Dios es amor: “Lo primero que nos enseñan en el catecismo, y que en realidad se nos queda grabado para toda la vida, es que Dios es amor. Un poco más tarde nos hablan de cosas terribles como el infierno o nos amenazan con castigos impuestos por Dios si no hacemos lo que los adultos nos dicen. Y entonces uno empieza a razonar: Pero si Dios es un Dios de amor, no creo que mande a nadie al infierno. Pero uno se desconcertaba bastante cuando lo amenazaban con aquello de que Dios te va a castigar”.

Carta octava. Dios es comunidad: “A Dios se le comprende y representa en el mundo mediante grupos y formas participativas en relación, y no, en cambio, por formas autoritarias en las que sigue solo la voluntad de un jefe. Dios es una comunidad de personas plurales.”

Carta novena. Dios y la pluralidad: “Es necesario tener la osadía de ver el mundo desde otras perspectivas. Si una religión es auténtica, debe poner las condiciones para que todos podamos escuchar la voz de Dios en nuestra vida.”

Carta décima. Dios y la muerte: “Frente a la muerte, a la hora del crepúsculo, comprendemos finalmente que la vida no tiene mayor secreto que vivirla. Que la propia existencia no puede ser tomada demasiado en serio porque es un regalo. Y eso nos hace libres y humildes, lejanos del mareo del poder y del prestigio. [...] La muerte no duele, no es más que un súbito apagón, sin memoria, sin recuerdos, sin rencores. Sé que la muerte es no ser y que, por eso, una vez muerto, la muerte no existe.”

Carta undécima. Dios en la posmodernidad: “De nada vale hablar hoy de Dios de manera doctrinal, puesto que todas las certezas se encuentran profundamente cuestionadas.”

Carta duodécima. Dios es misterio inabarcable: “Tratar de definir a Dios en una centena de páginas es una enorme estupidez [...] Hablar de Dios requiere de una gran audacia, que pudiera ser simple desvergüenza si las palabras no son dichas con una genuina humildad [...] Creo en el Dios verdadero: el que protege la vida realmente existente, el que quiere el bien de toda la humanidad sin distingos, el que nos cubre con su designio amoroso.”

Cabe señalar que cada una de las cartas va acompañada de una anécdota o suceso en la que el autor lo vincula con Dios y cómo se manifiesta a través de los acontecimientos.


Ante el éxito que supuso “Doce cartas a Dios” (más de tres reimpresiones), David Fernández consideró oportuno hablar de Jesús, el rabí de Galilea, sin clichés, a la luz de los tiempos modernos, aportando una relectura del Evangelio a partir de las actuales circunstancias mundiales y culturales. Si los extractos de las cartas cuestionaron sus creencias, los siguientes podrían provocar profundas cavilaciones. Veamos:

Carta primera. El Jesús de la historia: “…la interpretación que se hace de la vida de Jesús cambia necesariamente con el paso del tiempo, porque depende del contexto en el que se hace. No es lo mismo leer los hechos y dichos de Jesús en la Edad Media que en las sociedades democráticas del siglo XXI. […] ¿De manera que hoy tenemos que predicar un nuevo Jesucristo, porque el de siempre no se ajusta a las necesidades del hombre y la sociedad modernos? […] Para poder predicar al Jesucristo de siempre debemos despojarlo del ropaje del pasado, quitarle lo accesorio, lo que el tiempo ha venido colgando en su persona y dejar, en cambio, lo esencial, lo verdaderamente perenne.”

Carta segunda. El Dios de Jesús: “Jesús revela a Dios como Padre […] de hecho lo llamó  Abbá […] Jesús es el primero en llamar de esa manera al Dios que en el Antiguo Testamento aparecía como el ‘Dios de los ejércitos’. El cambio de visión es evidente. […] Si Jesús habló como papá y no como mamá fue por mera circunstancia cultural. Las mujeres no era relevantes entonces para la mayoría de las personas. El mensaje no hubiera sido comprendido o hubiera sido rechazado francamente. Pero, en el fondo, de lo que Jesús hablaba era de un Dios que es papá y mamá al mismo tiempo”.

Carta tercera. Jesús y el reino de Dios: “Jesús no vino a juzgar ni a condenar a nadie. El Reino que Jesús anuncia y realiza acoge a todos, no hace acepción de personas. […] Para Jesús, y desde él para todos nosotros, predicar el Reino es ayudar a los demás a ser felices y luchar contra el mal. Es sanar, quitar el dolor, consolar, acoger, reivindicar, sumar, proteger. Y la primera invitación o enseñanza que podemos extraer de la observación de Jesús y de su trabajo por el Reino es la necesidad de recuperar nuestra propia sensibilidad frente a los que sufren y son excluidos; acercarnos a ellos para saber cómo servirlos; hacernos uno con ellos para transformar este mundo roto en un mundo de hermanos”.

Cartas cuarta. Jesús y la conversión: “Jesús no pide arrepentimiento ni penitencia, pide opción por el Reino, por la vida, por la justicia, la fraternidad, la solidaridad. Demanda que veamos hacia adelante, no hacia atrás. A Jesús no le interesa el pasado pecaminoso de alguien; solo le interesa la posibilidad de un futuro diverso. No juzga ni condena. […] Los cristianos vivimos en continua conversión, siempre queriendo ir hacia la justicia, siempre queriendo construir el Reino, siempre yendo contra el propio querer e interés.”

Carta quinta. Jesús y el llamado a seguirlo: “El miedo nos hace apegarnos a situaciones, cosas, personas. La inseguridad nos hace tener apegos. El apego crea ansiedad. El llamado a seguir a Jesús es un desafío a nuestra libertad. Es una invitación a vivir siempre abierto, siguiendo al viento, para mirar al mundo siempre con ojos nuevos.”

Carta sexta. Jesús y su pasión: “Se dice, por ejemplo, que Jesús tuvo que sufrir para redimir nuestros pecados; que con cada falta que cometemos contribuimos más al sufrimiento de Jesús; que para salvarnos es necesario sufrir en esta vida. Todo esto es completamente falso. […] Lo que a Dios agrada no es el sufrimiento, sino la actitud con que éste se asume. Jesús se comprometió a hacer desaparecer el sufrimiento de la historia y del ser humano: ‘los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, y la Buena Nueva llega a los pobres´ (Mt 11,2-6)

Carta séptima. Jesús y la resurrección: “Una experiencia de Resurrección es cuando vives la esperanza a pesar del fracaso, o cuando conservas la alegría en medio de las dificultades. Es cuando entiendes que más allá de lo que ves y experimentas, existe un sentido oculto, que todo lo trasciende y sostiene. […] La resurrección trae paz y esperanza. Y todo cristiano tendría que preguntarse qué tanta paz tiene, qué tanta esperanza lo anima, y a dónde lo conduce. Porque ¿cómo puedo tener esperanza en Dios que no veo, si no la tengo en lo que sí veo? La esperanza, ultimadamente, es lo que nos hace fuertes en medio de la lucha y la dificultad”.

Carta octava. La encarnación: “Dios decidió en Jesús, el Galileo, hacerse presente en el mundo para salvar al género humano. Dios sigue decidiendo estar presente en el mundo de hoy, en el infierno de hoy, para hacer redención. Ésta es la estructura del cosmos entero: es la acción constante de Dios que sostiene y salva. Y esto se nos revela en Jesucristo.”

Carta novena. Jesús y su presencia en el mundo: “Los hombres y las mujeres tenemos en nuestras manos nuestro devenir, nuestro porvenir y el destino del mundo. Y en ese destino Dios se juega su suerte. Esta es la dramática profundidad de la revelación de Dios en la encarnación. […] Dios está presente en todos lados. Dios no está allá, en el cielo, sino que está aquí, en la única realidad que existe. […] Dios trabaja en el cosmos, sosteniéndolo, dándole un sentido, animándolo. Jesús lo dice claramente: ‘mi Padre también trabaja’. Con este dicho y al trabajar en sábado, Jesús rompe otro de los grandes dogmas de Israel: que Dios descansa”.

Carta décima. Jesús y el proyecto de vida: “El concepto de felicidad que hoy circula hoy como moneda corriente está ligado a la falsa concepción de la vida según la cual, el ser humano, cambiante por naturaleza, puede llegar a un estado más o menos estático de satisfacción permanente. Eso es falso. La felicidad no es la meta; en todo caso es el camino.”

Carta undécima. Jesús y el compromiso en la historia: “Jesús ve en los más necesitados, en los pobres y los excluidos a los redentores de la historia, a los privilegiados del Reino de Dios, en oposición a los privilegiados de este mundo. Un proyecto histórico de inspiración cristiana, por tanto, ha de tomar seriamente en cuenta la situación de las minorías sociales excluidas y las necesidades de las mayorías empobrecidas, y a ellas ha de responder.”

Carta decimosegunda. La misión en el mundo de hoy: “…el mundo roto requiere ser enmendado y preservado para las generaciones actuales y futuras; porque todavía existen grupos humanos avasallados que demandan solidaridad y respeto. […] mi Iglesia católica se ha alejado de las nuevas generaciones, de los jóvenes como tú. Ha estado más preocupada por la unidad institucional y por la ortodoxia, y menos dedicada al anuncio del Reino. Con esto se ha olvidado de ir al mundo y sigue echando las redes del mismo lado de la barca.”

En lo personal me agradaron los textos del sacerdote jesuita, ojalá estas cristologías estén al alcance de todos, del hombre y la mujer de la calle, que no sea el patrimonio de unos cuantos.

Los textos los puede adquirir con toda seguridad en las librerías San Ignacio Buena Prensa y en los campus de la Universidad Iberoamericana ya sea en Puebla, Ciudad de México (Santa Fe), León, Tijuana, Torreón, Guadalajara (ITESO) Acapulco (Universidad Loyola del Pacífico) y Oaxaca (Ayuuk-Mixe)

Acerca del autor
David Fernández Dávalos, sacerdote jesuita de la Compañía de Jesús. Licenciado en Filosofía y Ciencias Sociales por el Instituto Libre de Filosofía y por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO) de Guadalajara, Jalisco, institución de la que fue rector de julio de 1998 a enero de 2002. Licenciado en Teología por el Colegio de Estudios Teológicos, de la ciudad de México. Maestro en Sociología por la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México.

De 1990 a 1994 fundador y Director del Movimiento de Apoyo a Niños Trabajadores y de la Calle (MATRACA), A.C., en la ciudad de Jalapa, Veracruz. De 1994 a 1998 fue Director del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez, A.C. Premio Human Rights Watch 1996. Miembro del International Council on Human Rights Policy, con sede en Ginebra, Suiza, entre octubre de 2000 y mayo del 2012. De junio de 2008 a julio de 2013 fue rector de la Universidad Iberoamericana Puebla y a partir de junio del 2014 es rector de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México.

Colaborador editorial en El Gráfico y El Universal de 1994 a 1998. Escribió la columna Contrapunto en el diario El Independiente desde su fundación hasta marzo de 2004. Autor de diversos libros como “Malabareando. La Cultura de los Niños de la Calle”; “Este es el Hombre. Vida y Martirio de Miguel Agustín Pro”; “Educación y Derechos Humanos; “Ignacio Ellacuría: vida, pensamiento e impacto en la universidad jesuita de hoy”.

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