jueves, 28 de diciembre de 2017

Remen mar adentro

Llegamos al final de un año orgullosos de muchas cosas, hemos adquirido más experiencia, como Pedro estamos orgullosos de conocer perfectamente nuestra vida. Con la frase “rema mar adentro”, Jesús le quiere decir a Pedro que todavía hay experiencias nuevas que hacer, que no lo sabe todo…


En el Evangelio de san Lucas sobre la pesca milagrosa (Lc 5, 1-11), hay un momento en el que Cristo le pide a Pedro que “reme mar adentro” (duc in altum). La escena resulta muy bella y sugestiva: Una vez acabada la predicación, Jesús pide a Pedro que “reme mar adentro”, es una orden. Sin embargo, la segunda parte de la frase es menos citada y con frecuencia se olvida: “Rema mar adentro y lanza las redes para pescar”.

Ya sabemos que Pedro era pescador y conocía como la palma de su mano el lago de Genesaret. Había nacido a sus orillas y desde niño seguramente pasaba las noches y los días en sus aguas lanzando las redes, había aprendido el oficio. Sabía dónde, cuándo, cómo encontrar los peces. Pedro sabía que, desde un punto de vista humano, no era el mejor momento para lanzar las redes, no era el mejor sitio. Por eso se atreve a decir al Maestro: “Hemos estado trabajando toda la noche y no hemos cogido nada”.

Pedro indica a Jesús una razón humana válida para no lanzar las redes, para no obedecer su orden. Desde la lógica humana, parecía algo sensato no volver a realizar un esfuerzo vano. Pero su frase no concluyó allí: “Pero en tu nombre, echaré las redes”, indicándole claramente a Jesús que él nunca habría pescado ni en ese lugar ni en ese momento del día, pero que la confianza que tenía puesta en Él superaba la confianza que provenía de su experiencia y de su práctica. Se fiaba, en resumidas cuentas, más de Cristo que de sí mismo. Sabemos cómo concluye este pasaje.

Llegamos al final de un año orgullosos de muchas cosas, hemos adquirido más experiencia, como Pedro estamos orgullosos de conocer perfectamente nuestra vida. Con la frase “rema mar adentro”, Jesús le quiere decir a Pedro que todavía hay experiencias nuevas que hacer, que no lo sabe todo, que más allá hay fuerzas nuevas de conocimiento, existen zonas de misterio todavía inexploradas para él.

Cuando Jesús nos pide “remar mar adentro”, nos está diciendo que nos adentremos en el misterio de Dios por la fe, es decir, creer con más fuerza, esperar con mayor anhelo, amar con más pasión, trabajar con perenne entusiasmo. Podemos decir que la vida es un remar mar adentro, es un aceptar siempre de nuevo la sorpresa de Dios, es un recomenzar todos los días con renovada ilusión. Esta es la actitud de quien quiere iniciar el año en el nombre de Dios, porque quien confía en Él, como Pedro, lanzará las redes en el nombre del Señor y triunfará en la vida.


El éxito en la vida lo da esta confianza absoluta en la sabiduría y en el poder de Dios, a pesar de las apariencias contrarias o las situaciones adversas.

domingo, 10 de diciembre de 2017

La misma obra de teatro de cada seis años

Estamos de nueva cuenta frente a la pasarela de aspirantes a la presidencia. Otra vez volveremos a escuchar las mismas promesas, ahora en las voces de nuevos personajes.


El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, el mexicano es el único ser humano al que le pueden ver la cara una y otra vez y seguirá creyendo en los políticos. Por ello, nuestro país se ha convertido en un botín para los que han desempeñado, desempeñan o desean desempeñar cualquier cargo en el gobierno; ya sea municipal, estatal o federal.

México es patrimonio de los partidos políticos, no nos hagamos. Ellos son literalmente los dueños del país: lo usan, lo disfrutan y disponen de él a su antojo.

Todos los políticos son la mejor representación de la ineptitud, el egoísmo, la codicia, la soberbia y el cinismo. Si no hacemos nada al respecto, las cosas seguirán igual o peor, independientemente de quien llegue a la presidencia el año entrante: sea López Obrador, sea José Antonio Meade, sea Margarita Zavala, sea Ricardo Anaya… Obedecerán al partido que los postule y sólo verán por su propio beneficio, muy raro si lo hacen en favor de la ciudadanía. Igual pasará con diputados, senadores, gobernadores, presidentes municipales y regidores.


México está secuestrado por todos los partidos políticos

Los aspirantes a la presidencia podrán prometer y ofrecer todo lo que se les antoje durante sus campañas con tal de obtener tu voto. Y quien llegue a ser el jefe de las instituciones nacionales, si no tiene el apoyo del congreso, sus iniciativas, por más bienintencionadas que sean, simplemente quedan congeladas por falta de consenso o por fastidiar el primer mandatario.

Los mexicanos estamos convencidos de que la clase política no merece nuestra confianza; nos han cansado sus mentiras, sus robos, sus escándalos, su impunidad, su holgazanería, su egoísmo... Aunque en las urnas hemos demostrado nuestra irritación a través del abstencionismo y los votos nulos que aumentan en cada elección, no ha servido de mucho para que se entienda el malestar. Tal vez la desobediencia civil o la abstención total en las urnas obliguen a replantear la actitud de los políticos con la ciudadanía.

En nuestro país, ser político es una actividad rentable. Todos quieren convertirse en políticos o colgarse de alguno para vivir del presupuesto, y una vez que lo logran, jamás se retiran, todo lo contrario, heredan el oficio a sus hijos.

Si trabajar por el “bien común” en nuestro país, es una actividad de alta demanda por lo generoso de sus retribuciones y privilegios, hay que quitarle atractivos a ese oficio, disminuyamos el poder y sus prerrogativas a todos los puestos de gobierno para garantizar que sólo desempeñarán el cargo para el cual fueron elegidos y no los motive el hambre de dinero y poder. Para ello proponemos lo siguiente:

  • Disminuir el número de diputados y senadores.
  • Desaparecer la figura de diputados y senadores plurinominales.
  • Fijar los períodos de gobierno a 4 años (presidencia, gubernaturas, alcaldías y legislaturas)
  • No podrán tener mayores prestaciones económicas, sociales y en especie que las consagradas en la Ley Federal del Trabajo.
  • Todos los servidores públicos tendrán acceso al Seguro Social y no contarán con ningún apoyo de gastos médicos.
  • Ningún servidor público gozará de fuero ni protección especial alguna.
  • No podrán desempeñar diferentes cargos públicos en períodos consecutivos.
  • Reducir considerablemente las participaciones e ingresos económicos a los partidos políticos por parte del Estado.
  • Reducir el tiempo y los gastos de campañas políticas.

De antemano sabemos que estas propuestas y muchas más, nunca las van a aprobar, a menos que los ciudadanos unidos, obliguemos a nuestros “representantes” convertirlas en ley y se apliquen implacablemente. De esta manera aseguraremos que, quienes quieran ejercer el poder, desde cualquier ámbito, sólo persigan el bien común y no sus intereses personales o de grupo. ¡Ya estuvo bueno de tanta trácala!

En el México actual, un político se vuelve un hombre poderoso, y un hombre poderoso es como un adicto, llega embriagado de poder a su casa, con su esposa e hijos, rodeado de todos los símbolos: los guaruras, el traje carísimo, los celulares, las edecanes... Después de 10 años en el cargo, los políticos viven con amarguras, con odios, con frustraciones, con problemas de identidad, el poder no les satisface, siempre quieren más. Estos personajes son los que deben desaparecer definitivamente, para ello tenemos dos alternativas:

La del compromiso: Presionamos a los legisladores para que modifiquen las leyes sobre los derechos y condiciones de trabajo de los servidores públicos de primer nivel, al grado de que transparenten su función.

La del miedo, de la apatía, del “no se puede” o del “me vale”: Seguimos viviendo cómodamente sin meternos en líos, observando cómo los políticos hacen lo que les viene en gana, como lo han venido haciendo.

Si eliges la primera opción, tienes mucho por ganar y nada qué perder. Si te vas por la segunda, nunca más vuelvas a quejarte del gobierno que tienes porque tú lo elegiste o eligieron por ti... Ahí te encargo.

sábado, 25 de noviembre de 2017

Monseñor Rosendo Huesca, un rostro distinto

Con motivo del fallecimiento de Rosendo Huesca Pacheco, arzobispo emérito de la Arquidiócesis de Puebla, comparto una entrevista que le hizo Flavia Elizabeth Moncada Alfaro que se publicó en la revista Koinonía en la edición del mes de marzo de 1993.


Entrevistarlo no es fácil, su investidura de Arzobispo me impone; sin embargo, en esta ocasión pretendía más que una entrevista, como muchas veces lo he hecho, fuera un diálogo abierto entre él y yo, que me permitiera conocer un poco de su vida, sus aficiones, sus preocupaciones, y creo que así fue; fue un diálogo cordial, ameno, sin posturas, fue descubrir un rostro distinto, un rostro humano. He podido darme cuenta, después del siguiente diálogo, que el Sr. Arzobispo Don Rosendo Huesca es un hombre sencillo, alegre, sensible al acontecer cotidiano, es simplemente un hombre comprometido con los retos del siglo XXI.



Monseñor, ¿cómo fue su niñez?

Nací en un pueblecito de Oaxaca, que se llama Ejutla, mi padre es de Puebla, mi mamá Oaxaqueña, yo fui el primero de 6 hermanos; yo recuerdo los años de mi infancia en una población tranquila, muy peculiar.

El pueblo era el centro comercial donde llegaban indígenas de todos los poblados circunvecinos y el jueves, que era el día de plaza, era un día de contacto con muchísima gente diversa. A mi padre se le ocurrió que aprendiera el zapoteca y entonces pidió a unos señores que llevaban cosas a vender a la casa que me enseñara cada jueves, aprendí, a contar, aprendí las palabras más usuales porque era de viva voz; desafortunadamente no le encontré interés personal y fue contar hasta cien y aprenderme unas cuantas palabras... no progresé mucho, pero todo eso me fue haciendo comprender un mundo muy diverso, el mundo de mi familia, el mundo del pueblo y el mundo de los jueves.

Teníamos en el pueblo un sacerdote muy ilustrado que había sido profesor del seminario de Oaxaca, muy competente y preparado, de manera que yo recuerdo mucho su imagen y pienso que influyó muchísimo en mi vocación sacerdotal; él trabajó mucho con los laicos. Recuerdo también que a mi papá le dio por llevarnos al catecismo a un ranchito que se llamaba los Ocotes, lo recuerdo mucho porque teníamos que levantarnos el domingo a la misa de cinco de la mañana, después ir al rancho para regresar a comer a la casa como a las tres de la tarde o algo así... todo eso fue para mí muy importante y creo que me fue poniendo en la idea de pensar en los demás y sobretodo la imagen del sacerdote como servidor y líder de la comunidad.



¿Recuerda el nombre del sacerdote que influyó en su vocación durante esos años?

Sí, era Simeón Tereso Frías, él murió de una forma muy peculiar, estando en la ciudad de México lo arrolló un camión y como andaba solo quedó como desconocido, muchos días después lo reconocieron, lo recogieron y su entierro en el pueblo fue una apoteosis.



¿A qué edad ingresó al Seminario?

Vine aquí desde la edad de la secundaría... desde los 12 años.



¿Su padre lo envió al Seminario?

No, yo fui el que estuvo molestando para entrar al seminario y mi padre me dijo: si quieres irte al seminario te vas al de Puebla... y pues yo dije que sí, pero después cuando vi la distancia y que no los podía ver medio me arrepentí no creas...



¿Cuál fue la circunstancia que influyó en usted a los 12 años para tomar la decisión de ingresar al seminario y ser sacerdote?

Bueno... pues a los 12 años no sabes lo que estás diciendo, pero hay un llamamiento ahí escondido y, pues te diré, también que el Señor se va valiendo de muchas cosas secundarias. Conforme vas creciendo, van entendiendo más las cosas y vas afinando más tus decisiones por eso la edad de ordenación en esos años era de 24 años mínimo, así que es un camino largo, difícil, por eso lo que yo aprendí de mi propia historia, es que este camino es un don de Dios, es algo que la comunidad debe pedir y la familia y apoyarnos porque de otra manera no se explica.



¿Cuáles son las anécdotas que usted más recuerda, más importantes en su vida?

Recuerdo cuando ingresé al seminario de Puebla, el 10 de diciembre. Recuerdo como entre las tristezas de los primeros días, la celebración de la navidad y los sacerdotes que nos guiaban organizamos una serie de juegos y campeonatos, luego la celebración de las posadas, las procesiones muy bien hechas con sus explicaciones, sus cantos... yo recuerdo esta celebración de la navidad ya en el seminario con todos los jóvenes.



¿Se distinguió como alumno disciplinado y estudioso? ¿Qué era lo que más le gustaba de sus estudios?

No me distinguí como muy disciplinado ni como muy estudioso, tampoco como quien no la hace ¿verdad?... Me interesaban los estudios, siempre me gustaron mucho las lenguas, el latín y el griego, me gustó la Literatura en los primeros años y así después la Filosofía y luego la Teología, pero siempre me interesó mucho la Psicología.



¿Es usted amante de la Psicología?

Sí, pero no tengo tiempo de dedicarme a ella.



¿Cuál fue su primer trabajo pastoral?

Mis primeros trabajos pastorales fueron desde diácono, en la parroquia de Pietra Latas, en un suburbio de Roma, siendo estudiante allá me iba los domingos a distribuir la sagrada comunión, que es un oficio del diaconado, la llevaba a los enfermos y también trabajar algo en la catequesis. Después, ya de sacerdote, íbamos los fines de semana a confesar sábado y domingo... esos fueron mis primeros contactos, muy... muy interesantes. Estuve también en Nueva York y el trabajo ahí fue un poco más difícil.



¿Cuál fue su mejor amigo durante su vida en el Seminario?

Tuve grandes amigos... un amigo que influyó mucho en mí, en Roma, fue un muchacho que fue lo contrario de mí, yo entré de doce años y él terminó Ingeniería electrónica en el Tecnológico de Monterrey y luego se hizo sacerdote, fue compañero mío al sacar la licencia en Teología en Roma. Este testimonio me hizo acercarme a él, ver cómo pensaba. Lo recuerdo como uno de mis mejores amigos, de los hombres que han influido en mi vida porque me interesó conocer la vivencia de otros jóvenes que habían vivido lo que yo no viví.



¿Cuáles son sus principales gustos y aficiones?

Como ves me gustan los cuadros, mi vicio son los cuadros de pintura, es imposible que yo tenga cuadros muy valiosos pero procuro tener unas cositas, lo que sí tengo auténticos son pintores poblanos.



¿Su pintor favorito?

Rembrandt, más que los italianos que tanto admiro y conozco.



¿Que tipo de música le gusta escuchar?

Me gusta un poco el Jazz, pero fuera de eso la música que llamamos clásica, y desde luego me gustan los compositores nuestros como Agustín Lara, como Chávez, las dos ramas de los compositores nuestros.



¿Cuál es su escritor favorito, que le quita el sueño durante la noche?

Yo leo de todo, ahí no tengo favorito, cualquier cosa bien escrita me gusta, me gustan los libros que analizan las circunstancias en que vivimos, me gustan los libros que se esfuerzan por hacer una prospectiva para nuestro futuro... libros como los que nos hablan del futuro, del deterioro ecológico, del colapso de los sistemas que ahora llevamos en la economía y comercio... esas reflexiones me interesan muchísimo a mí. En Psicología me he quedado un poco atrás, ahora estoy en Carlos Rogers, que admiro mucho y en sus discípulos y no entiendo mucho a sus sucesores, tampoco me convenció mucho Freud, lo entiendo, pero no me convence, me convencen otros de su escuela.



¿Cuál es su lugar favorito?

Mi pueblito, me gusta mucho el paisaje de la Sierra Norte; sin embargo, esa convivencia nos lleva a la conciencia de la pobreza y todas sus necesidades.



¿Cómo definiría su caracter?

Bueno, soy un hombre sociable me imagino, conciliador, deseoso de captar lo que los otros piensan con tendencia a ser persuasivo y sobre todo creo en la participación de mis colaboradores, nunca he creído que yo pueda hacer todas las cosas, más bien que puedo motivar a mis colaboradores para hacerlas.



¿Cuál cree que sea su mayor defecto, aquello que le cuesta trabajo dominar?

Casi todo me cuesta trabajo, me cuesta trabajo ser rígido y debo serlo muchas veces, me cuesta trabajo ser coordinador de disentimientos, por lo tanto, las diferencias de opinión, y muchas otras cosas...



¿Qué hace en sus ratos libres?

En mis ratos libres a veces leo, otras veces veo programas internacionales, me interesa la política internacional, oír a los grandes líderes europeos, me interesa mucho oírlos, otras veces riego el jardín, veo el fútbol americano y le voy a San Francisco, en el béisbol mi equipo favorito son los Yankees de Nueva York, aquí en el país soy chiva, claro, cuando no juega con el Puebla.



¿Cuál es el líder por el que siente admiración?
Por Gorvachov, siento mucho respeto y casi estoy al borde de la admiración.



¿Qué le faltó a Gorvachov?

Le faltó fe en Dios, él se declaró ateo; y creo que esa dimensión espiritual del hombre, le faltó en momentos y coyunturas claves de su vida. Si el hombre no cree en Dios llega a un callejón sin salida.




Cuando a usted deciden nombrarlo arzobispo, ¿cuál fue su primer pensamiento? ¿Qué dijo?

Que no.



"No", ¿por qué?

Porque yo sabía qué cosa era esto; yo era obispo auxiliar y estaba muy bien de ayudante, de ayudante la pasas muy bien. Hay un salmo que se reza en la noche del domingo y dice: “Ten confianza porque siempre te cubrirá con sus alas...” se refiere a Dios y eso es muy bueno... cuando tienes a un segundo de abordo que te cubre con sus alas, entonces tu trabajas, pones todo tu empeño pues siempre te cubrirá con sus alas, una vez que te haces responsable no hay alas que te cubran.



Bueno, las de Dios siempre...

Pero, como una vez me dijo el Papa, porque yo le decía lo mismo cuando vino la primera vez a Puebla; lo fuimos a esperar el señor Gobernador, entonces don Alfredo Toxqui, y yo. En aquella ocasión me pidió que me sentara a su lado en el coche para que le explicara la diócesis de Puebla y  en lugar de preguntarme ¿Cuántos católicos hay? ¿Cuántas Biblias? Me empezó a decir ¿Cuánto cuesta el litro de leche? ¿Cuánto cuesta el kilo de carne? ¿Cuánto cultivan de semilla en una hectárea? ¿Cuánto gana un obrero? Estaba interesado en esos detalles humanos. De repente se quedó dormido profundamente, entonces yo me hice chiquito para no despertarlo, cuando despertó me pidió disculpas, y yo le dije: usted está cansado y además los mexicanos somos tan ruidosos, ya vi en la tele que desde temprano le cantaron las mañanitas, y me dijo: no. No pude dormir porque hoy es el examen mundial del Papa con mi discurso de la tarde; yo le dije sí, pero usted tiene el Espíritu Santo, él dijo: sí, pero a veces no se le oye.



¿Cuáles son sus principales preocupaciones como pastor de la Arquidiócesis?

Como obispo mi principal preocupación es la falta de agentes, como sacerdotes, maestros católicos, y líderes seglares comprometidos. Hay infinidad de comunidades que no hay quien vea por su evangelización, el sacerdote las visita esporádicamente si es que se lo permiten todas sus ocupaciones y tampoco hay laicos comprometidos, estoy tratando de incrementar esta participación de los laicos...

Tenemos una experiencia muy bonita de jóvenes de preparatoria y normal católica, llamados Misioneros Laicos de la Educación, que atienden a niños de primaria de escuelas oficiales; este verano atendieron a cinco mil niños y para el próximo queremos llegar a diez mil... Esa es una prueba de lo que un laicado organizado puede hacer...

Estoy también diseñando un compromiso de jóvenes que regalen un año o dos de su vida y nos ayuden en distintas tareas de evangelización en diferentes lugares de la Arquidiócesis. Esta es mi primera y gran preocupación: el trabajo organizado de los laicos. Los organismos trabajan muy bien, pero hace falta una actividad extra parroquial y creo que esto se debe a la falta de madurez de la parroquia para capacitar a todos sus elementos y a los organismos laicos para sentir que pueden trabajar en sus parroquias...



¿Qué obstáculos ve para el trabajo pastoral en medios de comunicación social?

No veo ninguno, por el contrario, mucha apertura y aceptación, la dificultad está en que nos toma por sorpresa, pero vamos a seguir adelante.

lunes, 20 de noviembre de 2017

Un caballo negro

Necesitamos a alguien (...) que esté dispuesto a servirnos a todos y no a buscar su provecho personal y de grupo.


Por Lorenzo Servitje *

La situación de nuestro país preocupa: hay creciente inseguridad pública, crisis políticas, corrupción, narcotráfico alarmante, descomposición social. Y además mayor economía informal, mayor desigualdad social, lento crecimiento económico y oportunidades perdidas. La Organización para la Cooperación y el Desarrrollo Económico (OCDE) ha dicho que nuestra economía no avanza en proporción al incremento demográfico ni para reducir los bajos niveles de ingreso de los mexicanos. ¿Estamos condenados a ser un país marginal teniendo más recursos que otros países?

Tenemos un mercado interno de más de 100 millones de personas que facilita la instalación de empresas importantes. Tenemos una frontera con Estados Unidos que sólo compartimos con Canadá y que constituye una ventaja económica para el intercambio comercial y turístico. Tenemos petróleo que a muchos otros países les falta. Y tenemos trabajadores excelentes, dotados de ingenio y laboriosidad, que no están por debajo de ningunos otros del mundo.

Hay países que, sin algunos de estos recursos, hace años estaban menos desarrollados que nosotros y hoy nos rebasan por mucho. Pensemos en Irlanda, Corea del Sur, Taiwán. ¿A qué se debe este lamentable rezago nuestro? Sin duda hay muchas causas, pero una destaca sobre todas ellas: muchos de los gobernantes que hemos tenido no han sabido o no han podido hacer todo lo que se ha necesitado para llevar al país adelante. La tarea los ha superado o desbordado.

Necesitamos, en pocas palabras, mejores gobernantes. No podemos seguir frenados por problemas que tienen solución. Hemos perdido mucho tiempo en miopes y estériles conflictos. Necesitamos que quienes nos gobiernan tomen en cuenta el enorme potencial de las mujeres y los jóvenes en la vida política por su invaluable aportación de equilibrio y dinamismo. Necesitamos a quienes sean capaces de señalar caminos, unir voluntades y conseguir que México sea el país que debe y puede ser. Y todo ello requiere de alguien que guíe, anime y lleve a cabo este esfuerzo: el próximo presidente de la República.

Se han señalado repetidamente las características, las cualidades que nuestra situación actual exige del presidente de la República. Un conocido caricaturista describió con ingeniosos dibujos los 18 requisitos que, a su juicio, debe llenar el aspirante a gobernarnos y son los siguientes: respeta la ley, conoce de política, cree en la democracia, ve a futuro, sabe el rumbo, abre mercado, protege al Estado, prescinde de escándalos y líos conyugales, tiene ideas, tiene mundo, tiene estrategia, tiene carisma, tiene cultura, es sencillo, es honrado, es trabajador, es patriota y es valiente.

Hay desafortunadamente, una gran desorientación y desánimo en el público sobre quién podría ser la persona que llenara lo mejor posible estos requisitos. De los pre candidatos para las elecciones de 2018, no hay seguridad de que ellos sean los más idóneos para la tarea.

Necesitamos a alguien que tenga fe en el pueblo y que le inspire seguridad y confianza. Que pueda reconciliar a la nación y alcanzar la unidad nacional indispensable. Que esté dispuesto a servirnos a todos y no a buscar su provecho personal y de grupo. Que esté convencido que debe luchar y trabajar por quienes más lo necesitan, que son la mayoría del país. Que no ofrezca cosas imposibles y que sepa que sólo con orden, trabajo, austeridad y valentía podremos superarnos y avanzar. Que esté decidido a tomar las medidas difíciles que exige la solución de los problemas crónicos que nos aquejan. Y alguien que nos dé la convicción y el ánimo de que podamos hacerlo y que en este propósito comprometerá su futuro y su vida.

¿Será posible que surja un rostro nuevo, un candidato así, alguien poco conocido, alguien que se aproxime lo más posible al modelo de gobernante que se necesita? Hay sin duda personas destacadas que hoy se conocen poco y que podrían responder a esta exigencia de la ciudadanía. Pienso que habría que escucharlos y no dejarse llevar por la inercia de lo que se ha dicho hasta ahora. Repito, que no sea uno más, sino alguien que tenga la fuerza, el acierto y el talento para unirnos y llevarnos adelante.

Un símbolo de esto es un caballo que nadie conoce, que arranca desde atrás, a todo galope, que nada puede detener y que gana la carrera para sorpresa de todos. Esto tiene un antecedente histórico. En 1831 Benjamín Disraeli, quien fuera famoso primer ministro de Inglaterra, escribe a sus 27 años una novela; El joven duque, en la que relata cómo un caballo negro, hasta entonces desconocido, ganó una famosa carrera, venciendo al favorito. Desde entonces, en el lenguaje político, a quien triunfa súbitamente en una elección, se le llama el “dark horse”, el caballo negro.

¿Veremos por fin en México el arranque dramático de un esperado caballo negro? Ésta es mi ilusión y mi esperanza.


*El autor fue contador público, empresario y filántropo mexicano, fundador de Bimbo. Falleció el 3 de febrero de 2017. 

viernes, 10 de noviembre de 2017

Ángel de mi guarda, mi dulce compañía

 ...No estamos contra ninguna manifestación temporal de las distintas emociones estéticas, cualquiera que sea su patrón estilístico, ni sus recurrencias para provocar las emotividades poéticas de sus posibles clientelas; después de todo, nadie tiene el monopolio de la verdad ni de la belleza, y toda obra no es más que una oferta expuesta a los criterios y cánones estéticos de los consumidores...


Por Pbro. Rogelio Montenegro Quiroz *

Una de las más connotadas plegarias de la herencia religiosa materna es esta súplica de protección, que todos aprendimos de niños. Digo herencia materna porque los papás de este país no saben rezar y pocos se preocupan de transmitir valores espirituales que sostengan la piedad de sus hijos y les abran el camino para su plena realización.

Pero mi inquietud presente nace en el Boulevard 5 de Mayo, entre las calles de Palafox y 3 Oriente, donde un día me sorprendió un extraño y gigantesco cuerpo poligonal con aspas de molino de viento, como en las locuras de Don Quijote; es de color amarillo retortijón que estruja todos los sentidos, especialmente el del gusto. Si fuera monumento exaltaría las epopeyas del pasado, las virtudes de nuestros héroes o las leyendas y mitos de nuestra historia, pero entonces serían más adivinables sus líneas, no tan absolutamente neutrales. Si quiere representar al ángel custodio necesita un letrero explicativo cuyos signos deberían tener un metro de altura para ser proporcionales.

Bien sabemos que no es el león como lo pintan, ni son fáciles las traslaciones de criaturas incorpóreas y angelicales de inconsútiles sustancias a las dimensiones espaciales y profanas de nuestro hábitat cotidiano. También sabemos que sus alas y lo airoso de su porte vienen de viejas culturas mesopotámicas, milenariamente sujetas a las modas estilísticas de todas las generaciones y concepciones antropomórficas de los distintos pueblos. Judíos, cristianos y musulmanes heredaron sus conformaciones y hoy son parte de sus universos religiosos, como servidores etéreos de la divinidad.

No estamos contra ninguna sacramental epifanía de las honduras del alma y sus amplios abanicos vivenciales. La poesía es el éxtasis sacrosanto de la estética; el don divino y misterioso de lo eterno y la ebullición dialéctica de lo humano. Es conjunción de tiempos y espacios, gozo y dolencia perfumados por el oficio diario de existir. Las compuertas explosivas de sus manifestaciones son plurales; no hay formas preferenciales o exclusivas, ni molduras perennes; sino la siempre rica y veleidosa creación repentina de lo nuevo y sorpresivo.

Pero lo que verdaderamente nos admira es su irrespetuosa falta de contextura artística, ya que en sus contornos inmediatos sobresalen las torres de nuestra hermosa Catedral Herreriana, las del Templo precisamente del Santo Ángel, la solemne y erguida torre de San Francisco en el trasfondo y en sus cercanías inmediatas los históricos barrios de Analco, La Luz y las viejas calles que entornan a la Compañía y a nuestra Plaza de Armas. Sus edificios, ahora Patrimonio de la Humanidad, son de inspiración barroca.

El Barroco es el estilo de los siglos XVII-XVIII. Se caracteriza por su tersura sentimental y romántica; su geometría profusamente desbordante de líneas curvas; es una réplica a los fríos y apolíneos logros del Neoclásico renacentista. Sus monumentos arquitectónicos europeos más representativos son: de Vignola, la Iglesia del Gesú en Roma; de Bernini y Borromini, la Columnata de San Pedro; de Carbonell, la Casa del Ayuntamiento en Madrid y de Manzart, el magnífico Palacio de Versalles.

El Barroco, con las traslaciones del tiempo, modas y caprichos, va a impulsar las elegantes líneas del Rococó francés y en las extremas expresiones de su exuberancia, aparece en las fantasías españolas de José Churriguera. En México el Barroco, ya con las recargas del Churrigueresco, provoca las policromías vivas del alma indígena, enriqueciendo los espacios con nuevas y paradisíacas abundancias, confiriendo a sus universos la profusión creadora y desbordada de la conjunción de un cielo a la altura de la tierra, de un Dios en las cercanías tangibles de lo humano.

Por otra parte, los monumentos de las ciudades democráticas se someten a concurso para que los hijos propios, los que han crecido en el palpitar de sus entrañas, ofrezcan sus proyectos y éstos se sometan a un jurado calificador. En las ciudades gobernadas por reyezuelos anacrónicos, todo se ejecuta según sus gustos y preferencias sin consultar al pueblo. A veces lo único democrático que nos queda son los tres años constitucionales de los mandatos, una esperanza trienal de no caer en los mismos gustos.

Repito, para que nos entendamos, no estamos contra ninguna manifestación temporal de las distintas emociones estéticas, cualquiera que sea su patrón estilístico, ni sus recurrencias para provocar las emotividades poéticas de sus posibles clientelas; después de todo, nadie tiene el monopolio de la verdad ni de la belleza, y toda obra no es más que una oferta expuesta a los criterios y cánones estéticos de los consumidores.

Puebla cuenta con muchas pinturas de ángeles barrocos, especialmente las dedicadas a San Miguel, inclusive estofados preciosos del mismo Arcángel que podrían inspirar para nuestro Centro Histórico, otros monumentos más en conjunción con los contornos. Por lo que toca a nuestro discutido y ultramodernista molino de viento, ya que lo bautizaron como ángel de la guarda, podría ir a custodiar el Centro Comercial Angelópolis.

Por lo que a mí me toca sigo rezando la oración de mi infancia: Ángel de mi guarda, mi dulce compañía líbrame de los autócratas de noche y de día.

* El autor es profesor del Seminario Palafoxiano de Puebla, Párroco del templo de Santa Rosa, Director del Instituto de Teología para Laicos “Camino, Verdad y Vida”. Conduce el programa de radio Buenas Noches Puebla que se transmite los días viernes por la XEHR 1090 de A.M.

miércoles, 25 de octubre de 2017

Si hay un enfermo en casa...

...es necesario que nos sintamos obligados a tratar al paciente con caridad; hacerle ver su dignidad, armarnos de mucha paciencia y proporcionarle todo nuestro afecto de tal manera que lo note y aprecie, dándole oportunidad a agradecerlo...


Un enfermo serio, grave y/o crónico, puede poner a prueba a personas o familias enteras, tanto en lo físico, por exceso de trabajo; en lo económico, por los gastos grandes o interminables; y también en lo espiritual, por la incertidumbre que genera, y por lo interminable de los problemas que se nos vienen encima.

Por otro lado, los incesantes avances de la medicina y el trato con el personal médico y sanitario, pueden constituir otro problema y foco de desconcierto, desavenencias y contratiempos. Estos avances han conseguido prolongar la vida de los enfermos, pero no siempre mejorar el nivel de vida de ellos.

Considerando lo anterior, no se debe olvidar que Dios es el Señor de la Vida, y todo recurso médico o quirúrgico, debe someterse al análisis ético y moral antes de decidir si han de aceptarse o rechazarse. Hay que agregar que frecuentemente se debe tomar la opinión del mismo paciente, lo que es adecuado, pero también la de padres de familia, hijos, hermanos y otros familiares. La vida tiene un enorme valor, al igual que el sufrimiento, particularmente la de los pacientes, pero también de las personas que les atienden y acompañan.


Un don que no se debe menospreciar

La vida es un regalo que Dios nos dio a cada uno, regalo que tenemos la obligación de respetar desde el momento de la concepción hasta la muerte natural. Por lo tanto, cualquier manipulación que acorte o disminuya la vida de una persona, antepone el deseo de la persona que lo hizo a la voluntad de Dios. Dicho acto se llama eutanasia o “suicidio asistido” y ha sido invocado por personas y aún organizaciones que lo promueven y piensan que es una solución ante el sufrimiento severo o prolongado. Este crimen es efectuado en personas que habitualmente no tienen la menor posibilidad de impedirlo, como personas en estados de inconsciencia, paralíticos o desnutridos, lo que aumenta la culpabilidad. Ante esto ¿Qué debe hacer un buen cristiano?

El Papa Pío XII precisó ante los Colegios de Médicos en Europa, qué medios deben considerarse como ordinarios y cuáles como extraordinarios. Los primeros son obligatorios de seguirse, no así los extraordinarios. Ordinarios son aquellos que son aceptados en todo el mundo; tales como el oxígeno, los líquidos y transfusiones de sangre, la alimentación por cualquier vía, la radio y quimioterapia entre otras opciones. Los medios extraordinarios son aquellos que no han sido totalmente aprobados o que están fuera de proporción entre el riesgo que se corre y el beneficio que pueda proporcionar, así como la calidad de vida que ha de dejar (consecuencias físicas y mentales o psicológicas).

Es importante preguntarse: ¿Qué se logra con el tratamiento propuesto? ¿Solamente se retrasará la muerte un corto tiempo de horas o días? ¿La calidad de vida mejorará considerablemente o no? ¿Hay otras posibilidades de tratamiento menos riesgoso y con resultados semejantes?

Capítulo muy importante es la administración de analgésicos y/o sedantes para aliviar el dolor u otros componentes que hagan sufrir al paciente. Es necesario que estos temas se traten con el paciente si es posible. Hay enfermedades que acarrean gran sufrimiento, mucho y prolongado dolor, particularmente algunas variedades de cáncer.


¿Cómo afrontar los síntomas de la enfermedad?

Cristo nos redimió mediante su sufrimiento, dolor y muerte, y nos propone que lo imitemos para tratar de conseguir cada quien su propia salvación. Su ejemplo es claro, pero la debilidad humana es mucha y soportar el grado de dolor y sufrimiento que vivió Cristo es prácticamente imposible. Lo que se debe hacer es que el paciente sobrelleve el dolor y el sufrimiento lo mejor posible, ofrecerlo siempre a Dios y tener presente que debe hacerse su voluntad y no la nuestra.

A toda persona en condición grave y con secuelas de su enfermedad o tratamiento, como parálisis, dolor persistente o severo, que permanezca consciente, siempre deben administrarle los Sacramentos, particularmente la Confesión, la Comunión y la Unción de los enfermos. Se le debe hablar de Dios, leer con él la Biblia, rezar con él. También a aquellos que son incrédulos, al enfrentar una enfermedad grave o estar en peligro de muerte, se les hace reflexionar y convertirse al Señor. Llevarles la Unción de los Enfermos es igualmente obligatorio. Este Sacramento no debe buscarse como una última posibilidad de auxilio y con el paciente en condición pre mortem; muchas veces ayuda a superar enfermedades que se han considerado insalvables, es decir, ayudan o consiguen la curación de muchos enfermos graves.

A las personas que acompañan y trabajan con pacientes, sean familiares de éste o no, se les sugiere que no sea solamente un familiar quien lo haga; conviene –por el enfermo y por ellos mismos— que sean varios. Una sola persona rápidamente se cansa, se aburre, pierde responsabilidad y ya no quiere cuidar al paciente. Varias personas, por el contrario, se ayudan, se organizan, alegran y varían el trabajo y panorama del paciente; sobre todo, si su condición se prolonga de forma considerable. De todos modos, es necesario que nos sintamos obligados a tratar al paciente con caridad; hacerle ver su dignidad, valerse de paciencia y proporcionarle mucho afecto de tal manera que lo note y aprecie, dándole oportunidad a agradecerlo. Si todo esto se le ofrece a Dios, será tomado en beneficio de quien lo realizó y quienes lo rodean. Por el contrario, la impaciencia, los malos modos, la falta de caridad, el fastidio y el aburrimiento en el trato de la persona enferma, son actos negativos que se notan por el mismo paciente y pronto sentirá que está estorbando, molestando y dándole trabajo inútil a las personas que lo rodean.

Aprovechemos y hagamos aprovechar la presencia de un enfermo tal y como la presencia de Dios mismo.

viernes, 13 de octubre de 2017

¿Qué significa ser laico?

A veces pienso que en la Iglesia no queremos aceptar la “noche obscura” de la historia y la evitamos buscando seguridades dogmáticas, éticas y rituales que a mi juicio corren el riesgo de estancar el crecimiento humano y espiritual de la comunidad...


Por María Eugenia Sánchez Díaz de Rivera *

El concepto de “laico” es un tema difícil, delicado y que, con frecuencia, si es tratado a fondo, genera polémicas, dudas, o callejones sin salida. ¿Por qué? Porque detrás del concepto “laico” hay toda una Eclesiología que a muchas colectividades de católicos en el mundo ya no le parece tener suficiente fundamento evangélico. Y, sin embargo, yo me pregunto si es posible que la comunidad eclesial avance en un auténtico seguimiento de Jesús sin enfrentar el desafío de cuestionar esa eclesiología. Repito, se trata de un tema que tan solo tocarlo levanta muros que parecen infranqueables.

Desde que el cristianismo asumió elementos culturales del imperio romano en decadencia hasta el Concilio Vaticano II, el laico fue definido como el cristiano que no era sacerdote, o que no era monje o religioso. Y durante todo ese período histórico, la dicotomía clérigo/laico se fue cristalizando en una especie de dicotomía profano/sagrado.

La sacralización del “sacerdote” significó, de hecho, la “profanización” del laico. El sacerdocio novotestamentario se fue convirtiendo, culturalmente hablando, en un sacerdocio con las características del Antiguo Testamento, en el que se consideraba al sacerdote como mediador entre el ser humano y Dios. Muchos teólogos han tratado este tema con amplitud. Me viene a la mente, por ejemplo, el libro de J. Ignacio González Fauss (1) en el que afirma:

“Deliberadamente, el Nuevo Testamento evita siempre llamar ‘sacerdotes’ a los dirigentes cristianos, comenzando por los mismos apóstoles. La Iglesia ha de tener y tuvo siempre sus dirigentes, pero esos dirigentes no tienen nada que ver con el hecho religioso del ‘sacerdocio’, sino con el hecho existencial de la vida entregada a Jesús.

“La tendencia a sacralizarlos es producto del psiquismo humano. Jesús es el único mediador, y regresar al tipo de sacerdocio sacralizado del Antiguo Testamento es una constante tentación”.

Yo pienso que precisamente esa sacralización se ha convertido en un obstáculo a la maduración humana y de la fe del pueblo de Dios, incluido la del clero. Sin embargo, plantear esta problemática genera mucho temor porque la religiosidad y las identidades eclesiales se han construido históricamente en esa dicotomía de clérigos-laicos (2), y su modificación es dolorosa.

El Concilio Vaticano II empezó a abrir una brecha hacia la profundización de estas realidades. Probablemente las puertas que abrió el Concilio acerca de la prioridad del Bautismo, de la colegialidad en el gobierno de la Iglesia, de pasar de una Iglesia monárquica a una Iglesia Pueblo de Dios, de la conciencia como la última instancia de decisión moral, generaron dinámicas difíciles de manejar y eso explica una especie de retroceso posterior que tal vez fue bueno para algunos, pero que a muchos católicos hizo daño.

La reelaboración de la identidad eclesial indispensable para caminar hacia una Iglesia más fiel a Jesús y a la humanidad habitada por el Espíritu; hacia una Iglesia más comunitaria, más contemplativa, más profética, más comprometida y más ecuménica, no podrá hacerse sin una búsqueda honesta en la que sacerdotes, religiosos y laicos estemos dispuestos a cuestionar nuestras identidades tradicionales y a asumir juntos una búsqueda existencial y de fe más profunda. Y eso supone riesgos que hay que correr.

Las estructuras y determinadas concepciones actuales sobre la Iglesia no favorecen dicha búsqueda. A pesar de ello nuevas formas de vida eclesial están surgiendo de manera silenciosa y humilde en todas las latitudes, en ellas la dicotomía clérigo/laico está siendo superada.

A veces pienso que en la Iglesia no queremos aceptar la “noche obscura” de la historia y que la evitamos buscando seguridades dogmáticas, éticas y rituales que a mi juicio corren el riesgo de estancar el crecimiento humano y espiritual de la comunidad. Como si nos resistiéramos a confiar en la acción del Espíritu y a aceptar humildemente una búsqueda colectiva de lenguajes que nos ayuden a penetrar más en la profundidad de Dios y en el compromiso con el drama y la plenitud humanas.


Notas
(1) González Fauss, José Ignacio. Hombres de la comunidad. Apuntes sobre el ministerio eclesial. Ed. Sal Terrae. Presencia Teológica. Santander 1989.

(2) Parent, Remi. Una Iglesia de bautizados. Para una superación de la oposición clérigos/laicos. Sal Terrae. Santander, 1987.


* La autora es profesora e investigadora en la Universidad Iberoamericana Puebla. Doctora en Sociología por l’Ecole des Hautes Études en Sciences Sociales de Paris, asesora del Programa de Desarrollo Rural de la Fundación Ford para México y Centroamérica. Iniciadora y Directora del Centro de Reflexión y Promoción Social y fundadora de la Cátedra Alain Touraine de la Universidad Iberoamericana Puebla.

sábado, 23 de septiembre de 2017

La pobreza como escándalo y bienaventuranza

Bienaventurados los que comparten no como una dádiva sino con la clara conciencia de que solamente son administradores de las riquezas que a todos pertenecen. Bienaventurados los que luchan por la justicia para que no sea el asistencialismo que avergüenza sino la relación horizontal que dignifica las estructuras sociales.


Por María Eugenia Sánchez Díaz de Rivera *

La pobreza es un escándalo y es una bienaventuranza. Es un escándalo cuando significa la imposibilidad para los seres humanos de reproducir la vida digna en comunidad, mientras hay grupos de seres humanos que derrochan los bienes de la tierra.

Es bienaventuranza cuando significa un bienestar sencillo que nos hermana con los demás y nos ayuda a permanecer como peregrinos que somos. No podemos, los que queremos seguir a Cristo, por más vueltas que le demos, escapar a la interpelación de la pobreza, como escándalo que reclama el compromiso social, y como bienaventuranza que demanda profundidad existencial. Se trata, pues, de una interpelación que tiene varias dimensiones: La modificación de estilos de vida, la lucha por la justicia y la profundidad mística.

Es un hecho constatable que la cultura de la abundancia genera pobreza. Los estilos de vida que se han vuelto modelos de felicidad y que de alguna forma viven una porción limitada de la población mundial, no sólo son inviables ecológica y socialmente para la totalidad de los seres humanos, sino están a la base de la dinámica de exclusión y depredación de la economía mundial. Únicamente es posible mantener formas de vida con tan altos índices de consumo de energía, de agua y de producción de desechos, si la mayoría de la población carece de ellos.

La pobreza como bienestar sencillo para todos parecería el camino a seguir si se quiere salvaguardar la convivencia social y la salud del planeta. Modificar esa realidad es muy difícil, por lo que significa revertir andamiajes sociales, hábitos individuales y valores colectivos. Pero paradójicamente no parece haber otro camino.

La modificación de estilos de vida que permitan una mayor equidad social y una mejor gestión de los recursos naturales, no puede darse haciendo caso omiso de la dimensión política, concretamente de la lucha por la justicia que indudablemente tiene un componente conflictivo del que la vida de Jesús es un claro ejemplo.

La lucha por la justicia supone aprender a vivir la confrontación no violenta, que es no violenta pero que es confrontación, y que debe darse a nivel local, institucional, eclesial, nacional, internacional.

Es un modo de ser y de trabajar, es una exigencia del amor cristiano por la víctima y por el victimario, a la escala y de la gravedad o levedad que sea esa injusticia.

Finalmente, la profundidad mística es esa dimensión indispensable para disponernos a acoger esos dones del Espíritu, siempre presentes, capaces de darnos la fortaleza y la alegría necesaria para ser pobres, desinstalados, dispuestos a compartir, conscientes de nuestra vulnerabilidad, co-responsables con Jesús de la construcción de la fraternidad que es la materia prima de la salvación. Es la profundidad mística la que nos abre los ojos para descubrir a Jesús en el pobre, en el que sufre, en el preso, independientemente de la bondad subjetiva de ese pobre, de ese sufriente o de ese preso.

Armido Rizzi, dice que la comunidad espiritual por excelencia es la comunidad de bienes, porque la “compartición” de bienes es la manera privilegiada de renunciar a sentirnos dueños de los demás y de la naturaleza, reconociendo así a un único Señor. Porque la comunidad de bienes es la que nos lleva a desabsolutizar la riqueza y hacernos tomar conciencia de nuestro carácter de peregrinos. Porque el pan que es algo “material”, al compartirlo se convierte en “espiritual”, y aficionarnos a las bellas liturgias y a las actividades artísticas consideradas tradicionalmente espirituales, pueden convertirse en un acto “carnal” en el sentido bíblico, si se evade con ello la preocupación existencial por la construcción de la fraternidad, si nos olvidamos del pobre, del huérfano, de la viuda, del forastero, es decir, de los excluidos, discriminados, y explotados de la sociedad actual.

“Bienaventurados los pobres porque de ellos es el reino de los cielos”, “bienaventurados los pobres de espíritu”, es decir, aquellos que tienen la fuerza espiritual de compartir sus bienes con los necesitados de ellos. Bienaventurados los que comparten no como una dádiva sino con la clara conciencia de que solamente son administradores de las riquezas que a todos pertenecen.

Bienaventurados los que luchan por la justicia para que no sea el asistencialismo que avergüenza sino la relación horizontal que dignifica la que esté a la base de las estructuras sociales.

Bienaventurados porque no hay vida espiritual profunda, ni gozo real interior, sin la solidaridad cotidiana con el sufrimiento del débil y del excluido.

Ojalá y podamos ser, como comunidad cristiana “Sacramento del Dios hecho Pobre” como dijo el cardenal Roger Etchegaray.

* La autora es académica investigadora del Departamento de Humanidades de la Universidad Iberoamericana Puebla

martes, 12 de septiembre de 2017

Cuando hablamos de la patria ¿de qué hablamos?

El amor a la patria es (...) una compenetración de espíritus de padres e hijos, que encarna en esta tierra y todo lo que de obra hay en ella. Esta tierra rodeada de mares y cubierta de un cielo que no son iguales a los de otras latitudes.


Por Alejandro Guillén Reyes *

“Palabras tan ricas de sentido”, escribió Gustave Thibon. “Tan ricas de sentimientos, tan ricas de experiencias y de intuición, que casi no se dejan definir?” Tal es el caso de la palabra mencionada en el título de este artículo y que, por supuesto, no pretendo agotar su contenido o encajonarla en un par de cuartillas. Sin embargo, por el mes que está transcurriendo, vale la pena, al menos, acercarnos a ella.

Etimológicamente, la palabra patria quiere decir “tierra de los padres”. La patria es, ante todo, un territorio. Pero no es un pedazo de tierra cualquiera. Si la patria sólo fuera esto, entonces no habría un amor común hacia ella en este tiempo en el cual parece tener unos cuantos dueños. No. Se trata de la tierra en la que nuestros padres han vivido y han trabajado por y para nosotros, sus hijos. Así, esta tierra adquiere un valor no económico, sino estimativo. Tal vez, por esta razón, nos duele el recordar ese episodio de nuestra historia en la que se perdió más de la mitad del territorio.

El Diccionario de la Real Academia Española tiene como primera acepción de la palabra patria la “Tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos”. Es decir, la patria es tan generosa que no importa si no se nace en su tierra. Incluso puede prescindirse del vínculo jurídico, porque este vínculo es con el Estado. Basta con que el ser humano ame esta tierra que entraña las luces y sombras de un pasado, el vértigo del presente y la esperanza de un futuro mejor para todos los que deseamos vivir y morir en ella. Es la tierra de nuestros padres abrazando, no sólo a sus hijos que hemos nacido en ella, sino también a nuestros hermanos adoptivos.

¡Qué terrible es saber que una buena cantidad de compatriotas abandonan esta tierra porque no encuentran oportunidades para vivir dignamente! Aun cuando están lejos de su patria muchos de ellos no dejan de sentir nostalgia y melancolía por ella.

Rodrigo Borja, en su Diccionario de Política, establece que la patria es un término “esencialmente subjetivo y sentimental que se refiere al país donde se ha nacido o al que se debe lealtad. Se llama también patria a una parte de ese territorio o a la tierra natal con la que se tienen vinculaciones de afecto”. Esa parte del territorio es lo que denominamos la patria chica.

“Toda nuestra vida familiar o parte muy principal de ella -escribió Santiago Ramírez en Orden Político- todo nuestro vecindario y todo el sabor de la naturaleza en que está asentado; toda nuestra religión, y nuestras costumbres, y nuestros modismos, y nuestros juegos, y nuestras canciones”.

La patria es también herencia de nuestros padres. Se hereda la tierra con todo lo que en ella se dejó de vida humana. Están plasmados en esta tierra testimonios perpetuos de su presencia temporal aquí. “Comprendemos, pues -reflexionó Jean Ousset en Patria, Nación y Estado; que por extensión la patria pude ser en realidad, el patrimonio entero, el conjunto que nos han dejado nuestros antepasados. No sólo la tierra, también los templos, las catedrales, los palacios y los torreones de que se ha visto cubierta en el curso de las edades. Y todas las maravillas de la industria o las artes, monumentos del pensamiento y del genio. ¡Toda la herencia! Tanto la tierra como los legados materiales, intelectuales, espirituales y morales”.

Aprendí del entrañable Fray Silvestre que el amor es una compenetración de espíritus. El amor a la patria es por lo tanto una compenetración de espíritus de padres e hijos, que encarna en esta tierra y todo lo que de obra hay en ella. Esta tierra rodeada de mares y cubierta de un cielo que no son iguales a los de otras latitudes. Al ser de esta patria y no de otra, aparecen de forma diferente a nuestra vista. “No hay tierra más linda que la tierra mía”, se recita en la canción Yo soy mexicano interpretada por Jorge Negrete.

Termino con una frase del guatemalteco Luis Cardoza y Aragón, citada por Ángeles Mastretta en su artículo Fiera Patria (Nexos, septiembre de 1995): “La patria es el sabor de las cosas que comimos en la infancia”.

* Alejandro Guillén Reyes es Profesor Investigador de la licenciatura en Ciencias Políticas, titular de las materias Teoría Política Contemporánea y Sistema Político Mexicano. Ha sido catedrático de la UPAEP en las escuelas de Ciencias Políticas, Derecho, Periodismo y Ciencias de la Comunicación, desde 1990.

miércoles, 23 de agosto de 2017

Carta de un Sacerdote a su Obispo

El mundo que vivimos no está dispuesto a la comunión ni a la obediencia, no está dispuesto a colaborar contigo en la edificación de un pueblo. Difícil misión la tuya cuando nosotros tus colaboradores –y quizá tú mismo- vivimos cada vez más lejos de nuestra gente.


Hace algunos años, llegó a mis manos un texto que me pareció interesante publicar, pero mis superiores consideraron muy duras las aseveraciones para ser dadas a conocer en el semanario católico, podría tratarse como “fuego amigo”. Afortunadamente conservé el original mecánico y años después de aquello vuelvo a leerlo y me parecen trascendentes las reflexiones que el autor propone, no con afán de provocar, como bien dice “…una meditación sobre la grandeza de un don puesto en la fragilidad de un hombre, meditación que quiere valer para todos los que, como yo, compartimos tu sacerdocio.” A mi parecer, una cavilación acorde a los pensamientos del actual Vicario de Cristo. Lo invito a leer con atención y saque sus conclusiones:


CARTA ABIERTA
Al Excmo. Sr. XXX
Arzobispo de XXX

Excelentísimo Señor:

No sería justo que dejara de dedicar a su último aniversario una nota que vengo desde hace tiempo escribiendo sobre su persona y su ministerio por la simple posibilidad de que la relación que me une a usted me impida la “objetividad”. Pero también hay la posibilidad de que, aceptando lo anterior hasta el punto de dar a la nota la forma, más “subjetiva”, de una carta abierta, lo que voy a decirle persuada de la importancia o interés del acontecimiento.


Querido Padre:

Hay sacerdocios que son de domingo y hay sacerdocios que son de jueves, los hay que nacen bajo el signo de los ramos y los hay que nacen bajo el signo del olivo; y aunque terminan todos en la cruz, hay sacerdocios que comienzan en Jerusalén y los hay que comienzan en Getsemaní. A tu sacerdocio maduro hay que felicitarlo, más que desde el clamor, desde el abandono; y más desde la lucha y la agonía para serlo que desde la dignidad y el aplauso que te hace creer que lo eres.

Yo no quisiera, pues, felicitar, en esta ocasión, al Obispo cuya imagen ideal ha sido equiparada al autorretrato de Cristo, y cuyo deber ser han cantado tan bellamente las Escrituras y el Magisterio de la Iglesia, sino al hombre que es Obispo, al hombre que no es ese ideal y que, sin embargo, lleva a cuestas una carga soportable sólo por el misterio de la cruz de Cristo.

Que la naturaleza de la Iglesia determina la naturaleza de tu Episcopado, eso lo sabemos; y que el misterio trinitario configura tu ser y actuar de Obispo, la Pastores Gregis nos lo ha recordado. También sabemos, que a pesar de la teología deficiente que muchos nosotros hicimos, que a Triple munus que se te ha confiado es el reflejo de la misión de Cristo y que, por tanto, tu “ser para” nosotros no te separa de tu “ser con” nosotros. Que eres signo e instrumento, unidad, comunión y sacramento. Que tu episcopado es un acto de amor y que, por ello, la caridad es el alma de tu ministerio, la esperanza su impulso y la fe su más sólido fundamento. Todo esto es cierto y repito, bien o mal, lo sabemos.

Sin embargo, el realismo nos debe llevar a reconocer que tu vocación se vive siempre en el contexto de grandes y graves dificultades, de debilidades propias y ajenas, de imprevistos cotidianos y de problemas personales e institucionales, que tu compromiso está caracterizado por necesidades cada vez más urgentes e imperiosas. Hay que reconocer también, que la transformación ontológica realizada en tu consagración no te ha infundido la perfección de las virtudes y que necesitas constantemente de la gracia de Dios que refuerce y perfeccione tu naturaleza humana, tan pobre en ti como en nosotros. Desde la conciencia de tu propia debilidad humana y de tu propio pecado, sabes que si tu ministerio episcopal no se apoya en el testimonio de santidad manifestado en la caridad pastoral, en la humildad y sencillez de vida, acaba por reducirse a un papel meramente funcional y pierde totalmente credibilidad entre nosotros y los fieles.

¿Cómo, pues, ser maestro de la fe en tiempos de creciente incredulidad e indiferencia? ¿Cómo comunicar un evangelio que se presenta como la plenitud de la verdad en los nuevos areópagos preñados de barbarie electrónica? ¿Cómo predicar y hacer viva y activa la Palabra en un ambiente de virtualidad mediática? ¿Cómo introducir en el corazón del misterio de la fe a un pueblo que practica desde niño la economía? ¿Cómo impregnar de fe a una cultura perdida en la inmanencia? ¿Cómo hacer al oyente de la Palabra a un hombre que sólo ve y ya no escucha? Difícil misión la tuya cuando nosotros tus colaboradores –y quizá tú mismo- estamos cada vez más comprometidos con la tierra.

Y qué decir de tu ministerio de santificación que pugna por realizarse en un mundo “ligth”, sin ideales ni objetivos trascendentes. De tu ser de signo de santidad, que ya pocos comprenden a fuerza de vivir la apoteosis de un sensualismo desbocado; de tu anuncio, ya casi sin eco, del misterio insondable de la misericordia de Dios en unas estructuras sociales cargadas, como nunca, de agresividad hacia el hombre. Pobre ha llegado a ser tu denuncia del pecado en una sociedad que profesa un fácil  naturalismo ético, fruto de una mentalidad genéticamente alérgica a la trascendencia, y en consecuencia, anémica y anómica, ha perdido el sentido mismo del pecado.

Difícil tu promoción de la oración en un mundo de masas despersonalizadas que viven a gusto en el ruido, que desconocen el dialogo y que transitan en la evasión. Difícil también tu presencia en la liturgia. Celebraciones reducidas a ritos que no dicen ya nada a la gente, templos viejos y cada vez más vacíos, lenguajes inentendibles, asambleas automatizadas e indiferentes. Eres el administrador sumo de la gracia y cómo pesa esa responsabilidad sobre la debilidad de tus hombros. Difícil misión la tuya cuando sin esperanza no se puede ser santo y cuando nosotros tus colaboradores –y quizá tú mismo- hemos dejado de levantar los ojos al cielo.

Es, sin embargo, en el ejercicio de gobierno donde más se manifiestan las dificultades de tu ministerio de Obispo. Todos sabemos –y tú más que nadie- que el episcopado es un servicio y no un honor, pero ¿quién cree hoy en el poder ejercido al margen de los reflectores de la política? ¿Quién cree en una autoridad emanada de la libertad interior, de la gratuidad inagotable y de la generosidad incansable? El pueblo se ha acostumbrado a ver el maridaje del poder con las riquezas, la ostentación, el despotismo y la injusticia, ¿cómo hacerle ver un poder unido a la humildad, la sencillez, la austeridad y la pobreza? Fundar tu gobierno en la autoridad moral y en la santidad de vida tropieza hoy –para ti y para nosotros- con muchas y graves dificultades. El mundo que vivimos no está dispuesto a la comunión ni a la obediencia, no está dispuesto a colaborar contigo en la edificación de un pueblo. Difícil misión la tuya cuando nosotros tus colaboradores –y quizá tú mismo- vivimos cada vez más lejos de nuestra gente.

Antonio Caso escribió alguna vez, desde su atalaya de filósofo, que la vocación de los apóstoles no pudo haber tenido mejor lugar que en la orilla del mar –donde comienza la visión de lo infinito-, y que Jesucristo no pudo haber llamado a mejores hombres que a los pescadores, hombres de esperanza acostumbrados a enfrentar tormentas sobre la fragilidad de una barca. Hoy cumple tu vida 73 años, de los cuales 35 han sido de Episcopado.

Felicidades al pescador que fue llamado un día para sostener la esperanza; felicidades al que remendaba redes y fue considerado digno de vivir para el servicio; felicidades al que dejó a su padre para confirmar la fe de sus hermanos; felicidades al hombre que aceptó la responsabilidad de la frágil barca del Maestro; y felicidades, sobre todo, al pobre hombre que lucha cada día para ser fiel a sus promesas.

De todos modos, la carta no ha querido ser de felicitación y sí una meditación sobre la grandeza de un don puesto en la fragilidad de un hombre, meditación que quiere valer para todos los que, como yo, compartimos tu sacerdocio.

“En las piedras, decía Sor Juana -verás el ‘aquí yace’; en los corazones- decimos hoy también como ella –verás el ‘aquí vive’. Acuérdate de nuestro deseo cuando eras presbítero y celebrabas la Eucaristía con nosotros: ¡ad multos annos vivas!

Atentamente Pbro. XXX

jueves, 10 de agosto de 2017

Buscando la imagen de Dios. Entrevista al fotógrafo Heriberto Cano Méndez

“Soy inmensamente feliz cuando hago fotografía y música”, sus dos grandes pasiones en la vida. Continúa, “en el subconsciente llevo la técnica, pero priva el corazón. Dios me dio mucho sentimiento, en las dos actividades que desarrollo”.


En su estudio, que se ubica en la 5 oriente 605, en el Barrio de los Sapos, nos recibe el fotógrafo poblano Heriberto Cano. Siempre tuvo claro lo que quería ser en la vida: “artista”. Contemporáneo del gobernador de Puebla Mario Marín Torres (2005-2011), fueron compañeros en la Secundaria Federal. Terminada la instrucción básica, incursionó en el canto y la composición. Obtuvo un segundo lugar en el Concurso de Canto de la Primera Feria Nacional de Puebla.

En su carrera como cantautor grabó dos discos, y participó en programas de radio y televisión. Ha tenido el privilegio que Estela Núñez y Alberto Vázquez, grabaran algunas de sus composiciones. Sin embargo, como él lo dice “si no estás en el ambiente es difícil seguir en la jugada”.


DEL CANTO A LA FOTOGRAFÍA

Se inició en la fotografía gracias al nacimiento de su primera hija, Beyder. Nos cuenta: “Cuando cantaba había gente que me tomaba fotos y me gustaba mucho, la fotografía me llamaba mucho la atención. Era un ‘hobby’ demasiado caro. Pero cuando nace mi primera hija, compré mi primera cámara”. Así inició su periplo por el arte fotográfico, tomando fotos en los cumpleaños y fiestas familiares. Continuaba cantando y viajando por toda la república. Pero, “cuando uno quiere ser artista, la juventud es importante, es difícil entender que te estás haciendo grande, los empresarios quieren gente joven, sino ya no te contratan”.

Cuando Heriberto cumplió 35 años, decidió quedarse en Puebla y sentar cabeza. La realidad empezó, y se hizo las preguntas: “¿Qué voy hacer? ¿En qué voy a trabajar?” Dejó la música. En ese tiempo su hija iba al kínder, y veía a los fotógrafos cómo tomaban fotos. Las vendían “como hojaldras en día de muertos”, nos comenta. “Yo le tomaba fotos a mi hija y las mamás me decían ‘Tómele una a mi niña’ Yo les decía —‘No, yo no soy fotógrafo’. Y ahí empecé a tomárselas a los niños en la escuela”. Pasó un año tomando fotos sin saber casi nada del arte de fotografiar. “Al ver las publicidades de fotografía —nos dice–, pensaba que eso era lo que yo quería hacer”.

Buscó la manera de estudiar, difícil en esa época en la angelopolis, fue a cursos de fotografía en la Asociación de Fotógrafos de Puebla. Su rostro se ilumina: “Me preparé tres años a conciencia. Saqué mis diplomados de Retrato, Producto, Fashion, y otros más. A partir de ahí no he dejado de estudiar”. No se conformó con el retrato social, no porque fueran malos sino porque en las dos actividades de su vida; el canto y la fotografía, siempre ha intentado ser el mejor.




LOGROS Y PREMIOS

En 1991 inició su vida profesional como fotógrafo. Empezó a participar en concursos de fotografía. Su primera imagen artística la denominó “Mujer en la niebla”, tomada en la Sierra Norte de Puebla. A la fecha tiene 26 años como fotógrafo profesional. Comenta con una gran sonrisa: “Soy inmensamente feliz cuando hago fotografía y música”, sus dos grandes pasiones en la vida. Continúa, “en el subconsciente llevo la técnica, pero priva el corazón. Dios me dio mucho sentimiento, en las dos actividades que desarrollo”.

Hubo un tiempo en la fotografía, que quiso ser técnicamente perfecto, fueron dos años del 2001 al 2002, sus fotografías eran frías, no transmitían nada. “Aprendí la técnica para perfeccionar mi trabajo, ahora la técnica es algo mecánico. Sé manejar la cámara sin preocuparme en los mecanismos, es lo que menos me importa, porque cuando empiezo a pensar en la técnica dejo de ver muchas cosas”. Ha ganado algunos  primeros lugares, dos importantes, la Kodak Gallery Award en 1993, fue el último premio que dio Kodak en México. La Diosa de la Luz en la revista Foto Zoom. También obtuvo la Maestría en la Asociación  Nacional de Fotógrafos.


FOTOGRAFÍA RELIGIOSA

Al fotógrafo lo hemos visto en la Procesión del Viernes Santo, le preguntamos ¿cuál es su experiencia en ese día tan importante para la los fieles católicos?

“¡Es maravilloso lo que simboliza, y el fervor de la gente! Algunas veces uno se rehúsa a creer, pero cuando ves a la gente, su rostro irradia su fe. Me dan escalofríos, a pesar de estar trabajando, ves el fervor del pueblo. Llegó un momento en que desde la parte alta de un hotel, al ver la procesión, sentí una paz como no se pueden imaginar. Como si la paz que lleva esa gente te la transmitieran”.

Buscando las imágenes detrás del lente fotográfico ha encontrado el rostro de la fe y la paz, pero también ha encontrado el “temor de Dios”. Nos cuenta: “Retratando un día un Cristo de Catedral, uno de marfil,  me dio pánico, temor, me impresionó tanto, al grado de decirle, ¡Señor, perdóname!”.

“Tuve otra experiencia, cuando tomé la imagen de la Capilla del Rosario, la trabajé en el estudio y al abrirla me dieron ganas de llorar”. Aclara su fe: “No soy fanático de la religión, soy un creyente, pero no me gusta fanatizarme. Quizá sea un mal católico pero soy muy creyente. Me impresionan los interiores de los templos, y los santos, sobre todo en los pueblos, que nos son tan estilizados”.

La experiencia de la fotografía lo ha llevado a encontrarse con la creación: “Una fotografía es un instante en el tiempo: un atardecer, un cielo, Dios nos lo dio así”. Concluye diciendo: “Un fotógrafo en cada imagen tiene una historia. Y yo, tengo más de mil historias que contar”.

viernes, 28 de julio de 2017

Un controvertido platillo

El arte y la tradición de Puebla señala que la fama de los chiles en nogada, que cobra vida en los meses de agosto y septiembre, desata verdaderas pasiones sobre la verdadera receta y el auténtico sabor.

Por Eduardo Merlo Juárez


Cada año, por estas fechas, hacen su agosto, en el cabal sentido de la palabra, todos los sibaritas y émulos de Gargantúa o Pantagruel, esto porque las cocineras, siempre las ilustres y distinguidas damas poblanas, echan la casa por la ventana para agasajar a los amigos con el soberbio banquete que constituyen los chiles en nogada.

Como todos los guisos famosos, cada quien dice tener la verdadera receta, la única e indiscutible, y tienen razón, porque cada cabeza es un mundo y como lo afirma el dicho “cada quien tiene su forma de matar pulgas”, aunque en este caso en lugar de matar se trata de cocinar.

Alrededor de los chiles en nogada se han difundido una serie de historias basadas en simples versiones que carecen de sustento o han sido tergiversadas y mal interpretadas.

La más famosa refiere que pasando por la Puebla de los Ángeles, el afamado caudillo de la Independencia, don Agustín de Iturbide, las autoridades tanto civiles como eclesiásticas, se pusieron de acuerdo para ofrecer una cálida bienvenida a quien representaba entonces el triunfo de la insurgencia y la promesa de una patria mejor. Entonces ninguno imaginaba que ya el distinguido capitán elucubraba sus intenciones imperiales, quizá si ello se hubiera sabido, la recepción hubiera sido el doble de tumultuaria.

El caso es que sabiendo de su llegada, prepararon un solemnísimo Te Deum, adornando como nunca la catedral. Por parte el ayuntamiento, mandó barrer la ciudad y colocar arcos de flores por donde pasaría el señor Iturbide. Vino el momento de programar el banquete insoslayable, así que decidieron escoger el menú. Dado que empezaba el mes de agosto, estando ya listas las nueces de Castilla y los duraznos, elementos indispensables de los chiles en nogada, solicitaron a las religiosas de Santa Rosa, que eran las más afamadas en cuestiones de gastronomía fina, para que prepararan el suculento platillo para el banquete a don Agustín.

Cabe señalar y enfatizar que los chiles en nogada se conocían y consumían en Puebla desde finales del siglo XVII, siendo tradicionales para prepararse y consumirse alrededor de la festividad de San Agustín. Llamándose así al caudillo, quedaron todos más que convencidos de que el banquete debería incluir los mejores chiles en nogada que hubiera visto el michoacano insurgente. Pusieron gran empeño las monjitas, mandando a las criadas al mercado de la plaza para que escogieran los chiles de mayor tamaño, teniendo cuidado para que no fueran muy picosos, tampoco que resultaran como hierbas; igualmente que buscaran a los inditos que de la región de Calpan traían sus nueces de Castilla, prefiriendo las que tienen mayor tamaño y color de la pulpa. También manzanas panocheras, duraznos criollos y peras de las que provenían de la huerta de los carmelitas descalzos. Unos buenos piñones y plátanos machos. Por su parte en el convento recibirían a los que traían de entregas, el fresco queso de cabra.

Como era costumbre, lo primero que hicieron fue la penitencia de pelar las nueces, pues es requisito dejar la carnita blanca, sin hollejo que oscurece y amarga. Mientras se ejecutaba esta operación rezaban piadosas el rosario, echándose a la boca, de vez en cuando, una que otra nuececita. Las criadas conventuales, por su parte, tostaban los chiles y prestas los envolvían en tela, para evitar que se enfriaran e irlos pelando como Dios manda.

Ya en el mero día, que dicen que fue el 3 de agosto, tempranísimo andaba esa cocina “santoñaresa” como sucursal del pingo, unas entraban, otras salían, gritos de la madre cocinera, reclamos de las legas, regaños a las criadas, uno que otro pescozón. Muchas fuerzas y no poco entusiasmo se requería para batir la clara de los cientos de huevos depositados en un cazo, se sucedían unas a otras las batidoras para que subiera la mezcla a punto. Previamente se había preparado el “manjar”, es decir, el relleno, a base de una mezcolanza de frutas finamente picada, a la que habían agregado dulce de biznaga, que en otros lados se le dice acitrón, le ponían pasitas y los piñones, amasijaban todo y listo. Mientras otras enharinaban los chiles y los introducían en el capeo, para luego introducirlos en el gigante sartén lleno de manteca hirviendo, rellenos del dulcísimo contenido. Después se sacan del sartén y los acomodan en platones, que diligentes criados, fuera de las celosías de clausura, esperaban para llevar en los carromatos hasta el Palacio Episcopal.

En ollas o jarras de loza blanca, se iba poniendo la salsa de nuez, preparada, con el queso blanco, la nuez de Castilla y vino blanco, espesita para que sepa y ya estaba prácticamente todo, o casi todo, porque a la madre cocinera se le ocurrió la brillante idea que ha hecho tergiversar la historia, sabiendo que el caudillo enarbolaba la bandera en bandas diagonales verde blanco y rojo, de las Tres Garantías, discurrió que al bañar con la nogada los chiles, se les agregaran granos de granada y bolitas de perejil, para imitar esos colores nuevos de la Patria. De inmediato corrieron las criadas a la plaza a comprar todas las granadas que pudieron, las pelaron y llenaron platos con los rojísimos granos.

Ya trasladado todo, con no pocos trabajos al Palacio Episcopal, cuyo edificio todavía existe en nuestros días, está ubicado en la esquina de la calle 16 de Septiembre y avenida 5 Oriente -es, hoy la oficina de correos- llenando materialmente la amplia cocina. Se había habilitado una gran galería del piso superior, donde trajeron mesas de quién sabe dónde, manteles muy bordados y encima copas de distintos tamaños, vajillas prestadas por las ilustres familias e igualmente cubiertos. En la cabecera se colocó el sitial del prelado, que en esta ocasión lo cedió para el distinguido visitante.

Concluyó el Te Deum catedralicio y la comitiva, con no pocos colados, se dirigió al recinto episcopal, sentándose todos para escuchar los largos discursos elogiosos a los héroes que hasta entonces eran reconocidos. Agradeció el caudillo tanta hospitalidad y luego el Deán, junto con el alcalde, expresó que la ciudad de Puebla, adelantando su cuelga al famoso Agustín de Iturbide, le ofrecía el banquete. Empezó la comida y se sucedieron las sopas aguadas y secas, para servir de preámbulo al platillo especial. Cuando el caudillo contempló el enorme plato con el chile capeado, empapado en nogada y las bandas de granada y perejil, mucho se emocionó, agradeciendo que se hubiera inventado para su “humilde persona”. Ninguno se atrevió a desengañarlo, diciéndole que los chiles en nogada eran ya un platillo muy antiguo, así que dejaron correr el cuento que macizó con el tiempo y que hace que ahora muchos juren y perjuren que se hicieron en honor a Iturbide.

La fama de los chiles en nogada en agosto y septiembre, da lugar, como mencionamos al principio, para que se desaten las pasiones sobre la verdadera receta y el auténtico sabor. En esto sí lamentamos no contar con la sapiencia del rey Salomón, lo que podemos decir es que los mejores chiles en nogada son los de nuestras propias casas, ya que en cada una de ellas se sigue una tradición que viene de muy atrás y que no sería justo comparar con la del vecino. Eso sí, se pueden establecer reglas generales, por ejemplo: los chiles nunca se deben dejar de capear, presentarlos desnudos es una señal de pobreza y descuido. Tampoco se debe usar leche condensada o evaporada en la nogada, eso es simplemente una cochinada. Hay quien usa nuez encarcelada, realmente se puede hacer, pero lo mismo resultaría con crema de cacahuate un auténtico asco.

El relleno original era exclusivamente de frutas secas y cristalizadas, pero con el tiempo se le fue agregando, primero, carne de cerdo picada, luego de res molida y finalmente, de las dos en una promiscuidad auténtica. Dado que esa costumbre tiene ya sus años, se ha admitido como válida.

Usted, distinguido lector o lectora, puede escoger el tipo de chiles que sean de su real gusto, yo me limito a darle la reseña, total el que los va a comer es usted. ¡Buen provecho!


* El autor es integrante del Consejo de la Crónica de la ciudad de Puebla, asesor cultural de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP), conferencista, organizador y conductor de los paseos dominicales denominado “Los pueblos de Puebla”, articulista del periódico El Sol de Puebla, conductor del programa de radio “Eduardo Merlo cuenta” que se difunde los sábados en la XEHR, 1090 de AM.