domingo, 21 de mayo de 2017

La santa muerte, fruto de la santa ignorancia

Sería irracional darle ser o personalidad a la enfermedad, al dolor, al sufrimiento, etc. e identificarla como la señora enfermedad o el señor dolor o el joven sufrimiento o la señorita angustia o la niña ira...


“Creo en un solo Dios Padre Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, de todo lo invisible y lo invisible”, así comenzamos proclamando cada vez que hacemos la profesión de nuestra fe (por lo menos cada domingo).

Creemos en Dios creador de todas las cosas, que las ha hecho muy bien porque es la perfección en sí mismo, fuente y origen de la vida; amor infinito y eterno. No creó seres o cosas opuestas o ajenas a su naturaleza divina. No creó algo malo o dañino, el mal y sus consecuencias, como la muerte, entraron en la creación por insidia del demonio: “Porque Dios creó al hombre para la incorruptibilidad, le hizo imagen de su misma naturaleza; mas por envidia del diablo entró la muerte en el mundo” (Sb. 2,23-23). Porque Dios, es el Dios de la vida, no de la muerte (cf. Mt. 22,32), que ama todo lo que hizo, y nada de lo que hizo aborrece, pues, si algo odiase, no lo hubiera creado (cf. Sb. 11,24).

La muerte es consecuencia del mal: “Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas al suelo, pues de él fuiste tomado” (Gn. 3,19); “Por tanto, como por un solo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte y así la muerte alcanzó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Rm. 5,12). La muerte es una circunstancia de la vida dañada por el mal.

La muerte no fue creada por Dios. No es una criatura. No es un ser. No es un ente espiritual. No es una persona. No es una cosa. Es una circunstancia de la vida, como otras tantas que cruza todo hombre peregrino por este mundo; como la enfermedad, el dolor, el sufrimiento, la angustia, la ira, la impaciencia, el coraje, el agotamiento, la depresión. Sería irracional darle personalidad a la enfermedad, al dolor, al sufrimiento e identificarla como la señora enfermedad o el señor dolor, o el joven sufrimiento o la señorita angustia, o la niña ira, y mucho menos otorgarle el título de santidad: la santa enfermedad o el santo dolor, el santo sufrimiento o la santa angustia, la santa ira. Sería absurdo y risible. “Como hijos de Dios, bendecidos con toda clase de bendiciones” (cf. Ef. 1,3) “en Cristo Jesús, al cual hizo Dios para nosotros sabiduría de origen divino” (1Co. 1,30), no nos expongamos a la confusión.

Profundicemos cada día más nuestra fe a través del estudio, la catequesis, la oración y la frecuencia de los Sacramentos, para que la santa ignorancia no dé como resultado tantos santos errores, favoreciendo la aceptación de realidades inexistentes, como la “santa muerte”.

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