lunes, 29 de abril de 2013

Cuando hablamos de cambios


“Cambiar” impone el reto de buscar nuevas vías de acceso para convertir nuestros pequeños pasos en grandes saltos que nos acerquen a la realidad de los sueños siempre acariciados pero nunca abrazados y mucho menos poseídos.


El devenir de la historia y la humanidad siempre ha marcado finales e inicios, puntos de llegada y de partida, se cierran capítulos en la historia e inevitablemente se abren otros. Así somos los hombres, nacemos para morir, es decir, el viaje de la vida que iniciamos al nacer un día terminará en la propia muerte. Sin embargo, en esta trama fatídica en la que estamos sumergidos, no deja de asombrar la profunda huella que a su paso deja en el cuerpo y en el espíritu humano el tiempo cósmico; es en este oleaje donde una palabra fragua los éxitos y las derrotas, los inicios y finales, el principio y el fin: es en el tiempo y el espacio donde se da el “cambio”.

La real academia de la lengua define cambio como “acción y efecto de cambiar”, a su vez el verbo cambiar como “dejar una cosa o situación para tomar otra, convertir o mudar algo en otra cosa frecuentemente su contraria”. Dejar cosas a veces ocasiona movimientos dolorosos, sobre todo cuando la estabilidad se ve amenazada y no queremos correr el riesgo de lanzarnos al impacto de lo que someramente conocemos, en palabras de la sabiduría popular “no se puede silbar y comer pinole”.

El ser humano busca resultados seguros, apostamos a lo que nos da confianza, el cambio se convierte entonces en la aventura de abrir el espacio para honrar el pasado y crear la cuna del futuro, aun cuando los frutos estén guardados todavía en la semilla.

Cambiar resulta difícil para quien no se ha dado cuenta que existen valores que ya se han devaluado en la cotización de la historia y que es necesario ceder antes que caer en la banca rota del estancamiento y el retroceso.

Cambiar impone el reto de buscar nuevas vías de acceso para convertir nuestros pequeños pasos en grandes saltos que nos acerquen a la realidad de los sueños siempre acariciados pero nunca abrazados y mucho menos poseídos.

Cambiar es mudar la contrariedad de la vida, es aceptar que el capítulo que se cierra ha deleitado, ha embelesado, y es necesario cerrar el telón para mudar la escenografía, si es que queremos disfrutar la obra completa. ¿Estamos listos para el cambio, lo aceptamos, lo respetamos? ¿Queremos enarbolar este estandarte promisor de un futuro de esperanza? ¿Tal vez queremos seguir aferrados en las cadenas del pesimismo –Dios no permita llamarle egoísmo- que nos impiden vivir para morir y seguir viviendo? El cambio depende de nosotros, demosle la oportunidad de iluminar nuestra vida.