domingo, 5 de febrero de 2023

Ellos le cantan a Dios


Hace 5 años publiqué en este blog un texto titulado Así le cantan y alaban a Dios... (19 de octubre de 2018) en el que destaqué fragmentos de canciones interpretados por canta autores del ámbito comercial. En esta ocasión presento una propuesta de melodías valdrían la pena integrarlas a la polifonía que dan gloria al Altísimo sin ánimo de lucro....

Doctrina Social Católica en la Constitución de Querétaro

La influencia de la doctrina social de la Iglesia Católica puede establecerse en casi todas las fracciones del artículo 123 de la Carta Magna o Constitución carrancista.

Por Mtro. José Ignacio González Molina, Pbro. ☩

La Revolución Mexicana fue muy cuestionada, desde hace tiempo, por grandes pensadores que no se dejaron influir por el mito de los revolucionarios. Un caso ejemplar es el que nos dejó por escrito Don José Vasconcelos, también conocido como “el Maestro de América”. En el prólogo de su libro La Flama afirma: “La Revolución como tal no vale el papel en que se escribe un libro. Toda revolución es una pústula (vesícula que contiene pus) que estalla en un cuerpo enfermo. Un pueblo sano no ha menester (no necesita) de revoluciones para completar su desarrollo. Un pueblo enfermo puede hallar en la revolución un alivio, como cuando la inflamación revienta los tejidos, los purifica momentáneamente. Vale más que estalle la pústula, y no que el pus envenene todo el sistema orgánico. Pero no por eso es legítimo ponerse a venerar el tumor. Solo las almas menguadas pueden rendir culto a ‘la Revolución’, que es lo mismo que venerar la podredumbre...”

La Revolución Mexicana, por otra parte, ha tratado de justificarse ante la Historia de México, argumentando que por encima de las adversidades y contradicciones de la condición humana logró adelantos en la justicia social. Desde el 5 de febrero de 1917, cuando se presentó la Constitución de Carranza ante la nación mexicana, se presumió el Artículo 123 como uno de los adelantos más notables en comparación con otras constituciones en el mundo entonces conocido. Sin embargo, esto no fue obra de los constitucionalistas carrancistas (Heriberto Jara, Esteban Baca Calderón, Francisco J. Múgica, Luis Cabrera etc.); más bien fue obra y efecto de la doctrina social católica, que desde 1891, con la encíclica Rerum Novarum, del Papa León XIII comenzó a influir en las mentes más brillantes de los utópicos sociales de la época (incluyendo a Vladimir Illich Julianov, mejor conocido como “Lenin”, sujeto indispensable en La Revolución Rusa o del octubre bolchevique de 1917).

La influencia de la doctrina social de la Iglesia Católica puede establecerse en casi todas las fracciones del Artículo 123 de la Carta Magna o Constitución carrancista de 1917. Una relación comparativa la ofrece el investigador y docente Jorge Adame Goddard en su libro intitulado Estudio del Pensamiento Social Católico (Ediciones UNAM), citando a editorialistas de la altura de Don Trinidad Sánchez Santos, quien editaba el periódico católico El País (que alcanzó a veces un tiraje de 200 mil ejemplares, al precio de tres centavos, de aquellos pesos porfirianos):


Artículo 123

El Congreso de la Unión y las legislaturas de los estados deberán expedir leyes sobre el trabajo, fundadas en las necesidades de cada región, sin contravenir a las bases siguientes, las cuales regirán el trabajo de los obreros, jornaleros, empleados, domésticos y artesanos, y de una manera general todo contrato de trabajo:

I. La duración de la jornada máxima será de ocho horas;

II. La jornada máxima de trabajo nocturno será de siete horas. Quedan prohibidas las labores insalubres o peligrosas para las mujeres en general y para los jóvenes menores de diez años. Queda también prohibido a unos y otros el trabajo nocturno industrial; y en los establecimientos comerciales no podrán trabajar después de las diez de la noche;

III. Los jóvenes mayores de doce años y menores de diez y seis, tendrán, como jornada máxima, la de seis horas. El trabajo de los niños menores de doce años no podrá ser objeto de contrato;

IV. Por cada seis días de trabajo deberá disfrutar el operario de un día de descanso; cuando menos;

V. Las mujeres, durante los tres meses anteriores al parto, no desempeñarán trabajos físicos que exijan el esfuerzo material considerable. En el mes siguiente al parto, disfrutarán forzosamente de descanso, debiendo percibir su salario íntegro y conservar su empleo y los derechos que hubiere adquirido por su contrato. En el período de lactancia tendrán dos descansos extraordinarios por día, de media hora cada uno, para amamantar a sus hijos;

VI. El salario mínimo que deberá disfrutar el trabajador será el que se considere suficiente, atendiendo las condiciones de cada región, para satisfacer las necesidades normales de la vida del obrero, su educación y sus placeres honestos, considerándolo como jefe de familia. En toda empresa agrícola, comercial, fabril o minera, los trabajadores tendrán derecho a una participación en las utilidades, que será regulada como indica la fracción IX.

XIV. Los empresarios serán responsables de los accidentes del trabajo y de las enfermedades profesionales de los trabajadores, sufridas con motivo o en ejercicio de la profesión de trabajo que ejecuten, por lo tanto, los patrones deberán pagar la indemnización correspondiente según que haya traído como consecuencia la muerte o simplemente incapacidad temporal y permanente para trabajar, de acuerdo con lo que las leyes determinen

XVI. Tanto los obreros como los empresarios tendrán derecho para coaligarse en defensa de sus respectivos intereses, formando sindicatos, asociaciones profesionales, etc.

XXIX. Se consideran de utilidad social: el establecimiento de cajas de seguro populares; de invalidez, de vida, de cesación involuntaria de trabajo, de accidentes y de otros, con fines análogos, por lo cual, tanto el gobierno federal como el de cada estado, deberán fomentar la organización de instituciones de esta índole, para infundir e inculcar la previsión popular.


Textos del catolicismo social mexicano

Se pide una ley laboral “protectora” (El País, 11 de diciembre de 1905). página 222. El Partido Católico Nacional presentó varias iniciativas de legislación laboral (abril de 1912 a mayo de 1913), página 243.

I. Se propone jornada en fábricas, de 8 a 10 horas; en minas, de 7 a 9 horas (Cuarto Congreso Católico, 1909, c. 102-107, 139-140), p. 209

II. Se pide la supresión del trabajo de las mujeres casadas y reglamentación del de solteras, en atención a sus condiciones de higiene y seguridad (Cuarto Congreso Católico, 1909, c. 144; Cuarta Semana Católica Social, 1912, p 219 y ss; Méndez Medina, Alfredo: La Cuestión Social, reivindicación 1-b), p. 210 y 241. Prohibición de trabajo nocturno de menores y mujeres (El País, 11 de diciembre de 1905), p. 222.

III. Se pide que al trabajo fabril ingresen jóvenes de, cuando menos, 16 años, a las minas de 15 años, y trabajen una jornada reducida (Cuarto Congreso Católico, 1909, c. 109, 110 y 143), p. 210.

Prohibición del trabajo de menores de 12 años (El País, 11 de diciembre de 1905), p. 222 (Méndez Medina, op cit., 1913, reivindicación 1-b), p. 241.

IV. Se pide descanso dominical y en días festivos (Primer Congreso Agrícola, 1904, p. 108) (El País, 11 de diciembre de 1905, p 222 (Méndez Medina, op. cit., 1913, solicitud 3). El PCN presentó iniciativa de ley para establecer el descanso dominical (abril 1913), el texto de la iniciativa lo reprodujo La Nación, 6 de abril de 1913, p. 243.

Se pide prohibición del trabajo de mujeres durante el embarazo (El País, 11 de diciembre de 1905), p. 222.

Como la tendencia es suprimir el trabajo de la mujer casada, no se abunda en este punto.

VI. El salario mínimo familiar se propuso por vez primera en 1906 (Tercer Congreso Católico, vol. I 1906, p. 240-241), p. 213-214; también en un discurso de un diputado del PCN al Congreso de la Unión (El País, 17 de diciembre de 1912, nota 375).

XIV. Los patrones deberán pagar pensiones vitalicias por invalidez ocasionada en el ejercicio del trabajo (Segundo Congreso Católico, 1904, p. 285), cubrir los gastos de curación de accidentes o enfermedades profesionales (ibídem, p. 44), indemnizar al obrero por accidentes profesionales y proveer a las necesidades de la familia del obrero, si éste muriera por el desempeño de su trabajo (Cuarto Congreso Católico, 1909, c. 69)

XVI. El derecho de asociación profesional como derecho natural (Méndez Medina, op. cit., 1913 p. 110-112) Personalidad jurídica a los sindicatos y asociaciones profesionales (Méndez Medina, op. cit., 1913, solicitud 1; iniciativa presentada por el PCN el 26 de mayo de 1913, reproducida en La Nación, 28 de mayo de 1913, p. 242 y ss).

XXIX. Se recomienda el establecimiento de cajas de ahorro (Segundo Congreso Católico, 1904, p. 284; Primer Congreso Agrícola, 1904, p. 108), especialmente las de tipo Reiffeisen (Tercer Congreso Católico, 1906, iniciativa de Palomar y Vizcarra reproducida en El País, 13 de marzo de 1908 y ss.), p. 209. El sexto punto del programa del PCN hablaba de fundar instituciones de crédito para la agricultura e industrias pequeñas (el programa del PCNB lo reprodujo La Nación, 16 de junio de 1912), p. 173.

La mayor parte de las fracciones del Artículo concuerdan con los textos del Catolicismo Social Mexicano. Esta concordancia no significa que los constituyentes hayan tenido a la vista los textos católicos citados, sino que en el ambiente intelectual de la época se manejaban gracias a la labor de la difusión doctrinal hecha por los católicos mexicanos.

domingo, 25 de diciembre de 2022

Históricas navidades comerciales

“Un renacimiento religioso y moral pondrá sus destellos sobre las ruinas de la civilización mercantil, que simbolizarán, en la historia, el fracaso del siglo del egoísmo.”

Antonio Caso (1883-1946)

Por Mtro. José Ignacio González Molina, Pbro. ☩

El maestro Caso, rector de la Universidad Nacional (1921-1923) y filósofo destacado de la mexicanidad, escribió dos libros intitulados así: La existencia como existencia y como Caridad (1916, primera edición) y La existencia como Economía, como desinterés y como caridad (1919). En aquellas páginas menciona la paradoja de la Navidad de Jesucristo, en el contexto austerísimo de Belén, con los lujos extremos del gran consumidor moderno. Por esto y más conviene recordar algunas pinceladas de historia gráfica decembrina, en las glorias del pasado que nos nutren todavía.

 

BARRA DE NAVIDAD

El puerto y astillero de Navidad (llamado también puerto de Jalisco, Santo, Cihuatlán, Juan Gallego y Purificación, en épocas distintas) vio zarpar la expedición marítima que encabezó Miguel López de Legazpi y que asesoró Fray Andrés de Urdanete, monje agustino y cartógrafo experto. Esto sucedió en la mañana del 21 de noviembre de 1564. El objetivo pretendido resultaba entonces un sueño casi imposible: hallar el viaje y torna-viaje para comunicar a la Nueva España con el sudeste asiático. Sin embargo, el paso de casi un año se logró por fin: la nao San Pedro, conducida por Fray Andrés llegó a Filipinas procedente de Cebú, aquél 1 de octubre de 1565. Después de un descanso y reabasto, la torna-viaje tan buscada fue encontrada y el regreso a Barra de Navidad se logró el 11 de agosto de 1587 cuando el astillero ya estaba desmantelado. Sin embargo, las puertas de acceso quedaban francas para iniciar el comercio ultramarino con Filipinas, China (Catay) y Japón (Cipango). La tradicional y muy histórica nao de China nacía con aromas de Navidad. ¿Presagios de consumismo y comercio avorazado?

 

TRATADOS DE COMERCIO

Los productos sumamente apreciados para la gente de entonces eran los siguientes: rubíes, zafiros y topacios de Tailandia, diamantes de Goa, alcanfor de Bormeo, bálsamo y marfil de Abada y Cambodia; tapetes, alfombras y algodones de la India; cofres, mesas de maderas preciosas laqueadas y adornos curiosos de Japón y vestidos o mantones de Manila. Guardando las proporciones (mutatis mutandis), se comenzaban a dar una especie de Tratado de Comercio Libre o NAFTA (North American Free Trade Agreement) con el sudeste asiático, los “tigres del pacífico” desde entonces.

El siglo XVIII fue la época más importante para los comerciantes de la Barra de Navidad primero, Acapulco después. Más de 50 mil pares de medias de seda venían de cada galeón. Resultaban normales y hasta “corrientes” los artículos comerciales siguientes: Dalmáticas para eclesiásticos, sobrepellices para clérigos, encajes de roquetas y sedas para el gusto refinado femenino, lingotes de oro, joyas, piezas religiosas como crucifijos de marfil, empuñaduras de espadas y vainas con incrustaciones de piedras preciosas y en ocasiones con dientes de lagarto montados en oro, además de las famosas especias que servían para conservar alimentos por más tiempo.

Resulta evidente considerar que la nao de China dejó influencias poderosas en nuestras tradiciones, incluyendo a las navideñas de hoy en día y a la “China Poblana” (Catarina de San Juan, sepultada en la Iglesia de La Compañía de Jesús, en nuestra ciudad de Puebla). Lamentablemente el éxito alcanzado por esas rutas comerciales provocó envidias y resentimientos entre los comerciantes de los consulados españoles que traían mercaderías de Europa. Se reforzó entonces el llamado “proteccionismo”, al estilo del ministro francés Colbert. Por tanto, el servicio de la torna-viaje de Legazpi y Urdanete duró solamente 163 años (hasta 1734), tiempo suficiente para engrandecer a nuestra moneda de plata, el peso fuerte mexicano de aquellos tiempos. ¡Aquellas épocas! ¡Aquel comercio! ¡Aquellas navidades!

domingo, 11 de diciembre de 2022

La Virgen Morena de Guadalupe

“Que se establezca por ley constitucional la celebración del día 12 de diciembre en todos los pueblos, dedicado a la patrona de nuestra libertad, María Santísima de Guadalupe, encargando a todos los pueblos la devoción mensual.”

Sentimientos de la Nación, No. 19

Por Mtro. José Ignacio González Molina, Pbro. ☩

El próximo lunes celebraremos en nuestro país y en muchos lugares del extranjero (sobre todo en Los Ángeles, San Antonio y Chicago - “allende el Bravo”—) el símbolo máximo de la religiosidad mexicana, a nivel popular y democrático: el Guadalupanismo, con toda su densidad y riqueza de más de cuatro siglos. Por esto conviene ahora, en esta reflexión semanal, recordar algunos hechos vitales de nuestra historia patria.

Desde el inicio mismo de nuestro mestizaje, en 1531, tenemos ya la presencia de To–nan–tzin (Nuestra Madrecita) con la piel bronceada de nuestra raza. Se diferenciaba mucho de las imágenes de rostro europeo, como la de Los Remedios, con aspecto sumamente pálido (Malinalli o Malintzi, color típico de la hierba amarillenta que aparece cuando se quita una piedra sobre el pasto).

Comenzaba la única reivindicación de los derechos humanos, en el horizonte religioso, en la escasa permisividad que el sistema social de entonces admitía. Se veneraba pues, en Ella, la simbiosis de lo antiguo con lo nuevo, que pugnaba por una identidad dolorosa en la mezcla de sangres, que hacía posible el nacimiento de nuestra nación.

Non fecit taliter omni nationi (“No hizo Dios cosa alguna con otra nación”) se fue haciendo realidad sentida. Estuvo presente como patrona en una de las naves de Don Juan de Austria en la Batalla de Lepanto (1571). Asistió a las fundaciones de los jesuitas en Santa María de las Parras (Coahuila, hoy) y en el resto del norte bárbaro, hasta Santa Fe en Nuevo México, en el presente.

El nombre de Guadalupe (Cóatl-lopéhuatl), que en náhuatl significa “la que aplastó a la serpiente la cabeza”, fue multiplicándose lo mismo en la isla de Baja California que en Sonora, Chihuahua, Nuevo León, Zacatecas y otros lugares del país.

Fue devoción especial de los jesuitas cuando a partir del siglo XVII, los misioneros de la estirpe de Kino dejaron sembradas innumerables misiones de vida sedentaria (ya no nómada) con los nombres de Guadalupe y Loreto.

Por esto las fortalezas de Puebla con estos nombres (célebres el 5 de mayo de 1862) no fueron mera casualidad, sino oportunidad. El padre Clavijero la incluyó en forma sobresaliente en sus historias... En suma, fue desde hace dos siglos y medio el estandarte que encabezaba a los ejércitos mejicanos (así, con “j”), en plenos tiempos borbónicos de la Colonia.

No extraña, pues, que los primeros independentistas en Puebla y en otros lugares del centro del país, hubieran bautizado a sus grupos como Los Guadalupanos. Tampoco fue desacertado que el Cura de Dolores haya tomado el estandarte de Guadalupe Atotonilco para avivar el movimiento de la madrugada del 16 de septiembre.

Ni fue el fruto del azar que nuestro primer Presidente Republicano y Federal eligiera llamarse Guadalupe Victoria (Félix Fernández) y que todos los mexicanos del siglo XIX, lo mismo que conservadores que liberales, rezaran ante Ella el “Salve Regina” (¡Paradoja que republicanos oraran ante una Reina!)

Por eso se explica que en los corridos populares incluyera a “Guadalupe la Chinaca” y que una de las hijas del Presidente Don Benito se llamara, precisamente Guadalupe Juárez Maza.

Todavía más, Don Ignacio Ramírez, el Nigromante, y su discípulo Don Ignacio Manuel Altamirano se destacaron como recios defensores del guadalupanismo, sobre todo como bandera de identidad ante el expansionismo no sólo territorial de los norteamericanos, en especial a partir de 1867.

Esto explica también los motivos que tuvo la política de conciliación del Presidente Díaz Mori, con los sectores guadalupanos, al permitir su coronación hace casi un siglo, después de los intentos fallidos de restablecimiento de las relaciones Iglesia-Estado, en noviembre de 1893.

En el siglo presente nos encontramos con el Plan de Guadalupe, de Don Venustiano Carranza (1913). El guadalupanismo de los zapatistas y de los cristeros, sobre todo en Colima. El Himno Guadalupano de Don José López Portillo y Rojas (ascendente del ex presidente José López Portillo y Pacheco). La estrofa muy cantada tanto en México como en el extranjero que dice: “mexicanos, volad presurosos, del pendón de la Virgen en pos, y en la lucha saldréis victoriosos, defendiendo a la Patria y a Dios.”

En suma, no fue mera casualidad que César Chávez, luchador indomable de los derechos humanos (human rights), encabezara sus movimientos de reivindicación mexicana (“¡Por la raza!”) con el estandarte de La Guadalupana, en Delano, Sacramento y muchos otros lugares de California y Arizona.

Por esto y más entendemos que tanto en San Francisco, California, a la derecha del Altar mayor de la Catedral St. Mary´s como en San Nicolás (Roma) y a la izquierda de la tumba de San Pedro (Vaticano), se venere con emoción mexicana a la Morenita del Tepeyac.

Por último, especialmente a partir de estos tiempos de tratados comerciales con Norteamérica y Canadá es casi “razón de estado” o “seguridad nacional” la defensa salvaguarda de nuestras raíces históricas y culturales.

Ahora y en el futuro para un gran sector de mexicanos, es y será de importancia vital continuar apuntalando la identidad nacional y la soberanía del país. Por esto y más es de trascendencia generacional el seguir alegres y con esperanza inteligente cantando con Don Quirino Mendoza y Cortés cuando expresa a pecho acierto: “Yo a las morenas quiero, Cielito lindo, desde que supe que es morena la Virgen, Cielito Lindo, de Guadalupe...”

lunes, 31 de octubre de 2022

La muerte en nuestra cultura

“Aunque sea jade, también se quiebra / aunque sea oro, también se hiende / y aun el plumaje de quetzal se desgarra / No por siempre en la tierra ¡sólo breve tiempo aquí!... / Como una pintura nos iremos borrando / como una flor hemos de secarnos / sobre la tierra / cual ropaje de plumas / del quetzal, del zacuán / del azulejo, iremos pereciendo...”

Nezahualcóyotl


Por Mtro. José Ignacio González Molina, Pbro. ☩

Con el inicio del mes noveno del antiguo calendario romano (en latín, november, novembris) podremos considerar algunos elementos prehispánicos y otros castellanos a fin de entender más históricamente lo que vivimos hoy en día, en torno a la muerte en nuestra cultura mestiza, criolla y mexicana. Es decir, ¿qué raíces de sangre indígena y qué sentires de la tierra española nos siguen afectando en lo más íntimo de nuestro ser nacional, ante el sincretismo de “las fiestas de muertos” y de “Todos los Santos”.


EL PASADO INDÍGENA, SANGRE Y MUERTE

Ángel María Garibay en su Historia de la Literatura Náhuatl, analiza la vida religiosa y sacrificial del mundo de la sangre (chalchíhuatl) y cómo este “líquido precioso” resultaba ser el “terrible néctar para el alimento de los dioses”.

Complementando, don Alfonso Caso describió, en La Religión de los Aztecas, el más impactante de los círculos viciosos: “ni hombres ni universo pueden subsistir sin los dioses, pero sin sangre de hombres no pueden sobrevivir los dioses”.

Así pues, Teóatl, “agua divina”; Xochíatl, “agua florecida”; Atl tlachi-chinolli, “agua ardiente” como el fuego, serán otros tantos nombres de la sangre, que poetizaban la trágica simbiosis de los terrenales con los celestiales o divinales. Cuauhnochtli, tunas divinas del nopal de la condición humana, serán los corazones ofrendados “al águila” al dios-sol que es Huitzilopochtli y Cuauhchicalli, “ánfora del águila”, será la vasija en que las depositen.

Por esto, la actividad bélica resultaba parte de la esencia de la vida. Las “guerras floridas” no tenían como finalidad única la hegemonía sobre los demás vecinos, sino que resaltaban la obligación del mandato divino de la recolección de humanos para el sacrificio ritual o para el temalácatl (piedra circular en donde se ponía a la víctima atada y en combate desigual, caso típico del capitán de los señoríos tlaxcaltecas, Tlahuicole).

Más tarde, Coatlicue demandaba: “Traedme víctimas y sacrificádmelas, arrojándolas al fuego”. También decía así: “Amarillas flores abrieron su corola. Es nuestra Madre, la del rostro con máscara”.

Es decir, “flores” con el triple sentido de los cantares tenochcas: flores del campo, “flores de nuestra carne” (el maíz) y “divinas flores de los sacrificados” (corazones de las víctimas).


MENTALIDAD CASTELLANA DE CRISTIANDAD

Por el lado hispánico, sobresalía en aquélla manera de pensar la actitud bélica del cristianismo ante el mundo islámico que proponía la llamada Guerra Santa contra los infieles (cristianos, por supuesto, para los de la bandera de la Media Luna).

La Reconquista, así planteada, abarcaba todo: lo político, lo cultural, lo económico y la cosmovisión de lo religioso. Resultaba aceptado en aquel contexto que el grito de guerra, al atacar los cristianos, fuera el emotivo canto de “¡Por Santiago Apóstol y cierra (constriñe, sitia, vence) España!”

Por otra parte, se dieron las coyunturas favorables e históricas que cerraron y abrieron los ciclos de oportunidad: 1492 significó el desempleo de millares de caballeros andantes y milicias desocupadas, cuando cayó el último bastión morisco en Granada y la “válvula de escape” en la América recién descubierta, a fin de emplear a los de la espada y la cruz en tierras lejanas.

Dicho de otra forma, cuando los peninsulares llegaron a Tenochtitlán lo hicieron con casi ocho siglos de experiencia en el arte de la guerra contra los moros (Santiago se denominaba Mata-moros), en contraste con casi dos siglos de supervivencia y vencimiento de los mexica-tenochcas en la zona del lago de Texcoco y alrededores. Por lo tanto, nuestro mestizaje costó mucha sangre y muerte, que en muchas formas se sublimó con la sangre en la cruz del redentor Jesucristo.


MESTIZAJE Y CRIOLLISMO

Nuestro pueblo comenzó desde los inicios del siglo XVI a pensar y vivir con el lema de honor que se lava únicamente con sangre. En las escuelas se comenzó a dar el refrán que afirma: “la letra con sangre entra”. La muerte se reforzó en forma simbiótica con los elementos del pundonor incluso quijotesco, al mismo tiempo que integraba el sacrificio del indígena, cuando recibía a los muertos con los ramos de “las veinte flores” (tzempoal-xóchitl) y los sahumerios de incienso y copal.

Hace pocos años, un gran conocedor del mexicanismo, don Jesús Reyes Heroles, afirmaba que en México “la forma es fondo”. Ajustando lo ajustable, podríamos ratificar que efectivamente, en nuestra cultura mestiza y criolla, las formas mortuorias resultan ser al mismo tiempo, el fondo de la cuestión.

Por esto y más, la muerte para el mexicano es dolor y fiesta. Lo mismo da llorar que cantar. Incluso, en zonas rurales o indígenas se viven funerales e inhumaciones con ambiente de “matiz crepuscular”: el atardecer que incluye al sol alegre y radiante de lo que fue al medio día, con los matices oscuros y llorosos de lo que será la noche. ¡Matiz crepuscular de las seis, cuando pardea el sol y muere la tarde!


LA MUERTE EN EL MEXICANO QUE CANTA

Resulta explicable, pues, escuchar las letras y tonadas del cancionero mexicano. Entendemos por qué “la vida no vale nada, no vale nada la vida”. Comienza siempre llorando y así llorando se acaba, por eso es que en este mundo (mexicano) la vida no vale nada (Camino de Guanajuato de José Alfredo Jiménez). Más aún, Cuco Sánchez completa lo anterior cuando compara apasionadamente “las muertes” en el tiempo de las despedidas o la muerte final del “puerto de la vida” en que uno se va. Por eso escribió los versos siguientes que entonan las gargantas afinadas con tequila:

Guitarras, ¡lloren guitarras!

violines, ¡lloren igual!

No dejen que yo me vaya

con el silencio de su cantar.


Gritemos a pecho abierto

un canto que haga temblar

al mundo que es el gran puerto,

donde unos llegan y otros se van.


Ahora me toca a mí marcharme

ahora me toca a mí partir,

Guitarras, ¡lloren guitarras!

que ahí queda lleno de amor

prendido de cada cuerda

llorando a mares mi corazón...