domingo, 26 de agosto de 2018

La problemática ecológica

Se requiere un cambio en la actitud fundamental del hombre frente a la naturaleza. Es indispensable plantearse normas, valores, ideales y fines obligatorios y obligantes que permitan un cambio radical en la actitud de los seres humanos.


Denunciamos día con día los problemas ecológicos que vamos generando, pero no nos detenemos a pensar lo que ocurre, o bien descargamos la responsabilidad en los demás. Estamos abiertamente en una actitud hostil y egoísta: procuramos solo nuestro beneficio, nos preocupa que se destruya la naturaleza, porque perderemos recursos, y no sabemos cómo sustituirlos. Pareciera que nuestra conciencia ecológica se limita a la preocupación por preservar el ecosistema, para que podamos mantenernos en él, pero nada más. Los problemas ecológicos, entre otros, son solamente cifras que hay que abatir.

Nuestra civilización está en peligro. La explosión demográfica y el efecto ecológico, los hoyos de la capa de ozono, el abatimiento de la biosfera y de los recursos minerales del planeta, la amenaza mortal del SIDA, el riesgo que significa tener el armamento nuclear suficiente para destruir varias veces nuestro planeta, el hambre y la creciente amenaza de las guerras regionales, representan una amenaza general a la humanidad.

A pesar del paulatino crecimiento de nuestra capacidad destructiva, y de los graves efectos que está teniendo para nuestro ecosistema, todavía hay industrias que no consideran de primera importancia invertir recursos para revertir sus procesos destructivos y contaminantes. Quienes sí lo hacen cometen un error de principio, pues consideran que, a través de los nuevos progresos de la ciencia, el desarrollo de nuevas tecnologías, la reordenación de la producción industrial y la promulgación de un orden jurídico-formal que proteja las nuevas estrategias para la conservación de nuestro hábitat, es suficiente. Es indiscutible que el panorama ideal que se describe permitirá grandes avances en esta materia, pero no resolverá el problema.

El reordenamiento de nuestras formas de vida y la transformación en la manera de relacionarnos con la naturaleza no podrá ser resultado exclusivamente de una estrategia racionalmente calculado.

Se requiere un cambio en la actitud fundamental del hombre frente a la naturaleza. Es indispensable plantearse normas, valores, ideales y fines obligatorios y obligantes que permitan un cambio radical en la actitud de los seres humanos.

Es indispensable establecer un talento ético global que influya entre otras dimensiones, en la recuperación de nuestro hábitat. Hay una saturación del “yo” en la cultura occidental, al grado de que hemos perdido la capacidad de mirar hacia los demás, de encontrarnos con un mundo que tiene un sentido y significado que hasta ahora no hemos respetado. Cualquier alternativa de solución no puede hacer de lado un planteamiento ético, pero se requiere reubicar el papel de la persona en el mundo, y motivar al sujeto para que aprenda nuevamente a mirar en los otros alternantes y no necesariamente sujetos desconocidos.

Así como a raíz de las grandes transformaciones del siglo XIX se incrementa la destrucción y contaminación de nuestro ecosistema -y de que este progreso se funda en una racionalidad estratégica positiva- así, fundados en una actitud y disposición diferente será posible su recuperación. Por esto el planteamiento ético es fundamental al tratar los problemas ecológicos.

Cuando el ser humano enfrenta problemas complejos que involucran a su propia existencia, debe recurrir a lo más valioso que tiene dentro de sí: la fuerza espiritual que lo caracteriza como tal. Y desde esta perspectiva, el problema ecológico ya no puede ser visto de la misma manera.

No debemos afrontar el problema con los mismos medios que antes utilizamos para suscitarle. Si seguimos buscando recetas científicas o tecnológicas, orientadas en nuevas formas de control, estaremos errando el camino. Esto es, si tratamos las consecuencias fatales de la tecnología como si fuera solo un defecto técnico que pudiera ser remediado por la misma tecnología, la solución es solamente parcial, pues opondremos alternativas meramente objetivas frente a una crisis que deriva del objetivismo y que anula toda pretensión de subjetividad, que necesariamente deberá ser tomada en cuenta.

Lo que se necesita es algo nuevo y diferente a la técnica: una actitud radicalmente nueva del hombre hacia sí mismo y hacia el mundo, una nueva forma de mirarlo. De entrada, tendremos que dejar de pensar que la naturaleza es un complejo enigma que nosotros debemos resolver, una máquina con instrucciones de manejo que puede ser controlada por la información capturada en una computadora.

Una nueva actitud ética tendrá que partir de la interioridad misma del sujeto, de su propia naturaleza, de la especificidad que lo distingue de los demás. El vacío que hay en el mundo, y que ha provocado los múltiples problemas que se han señalado, sólo podrá resolverse con una nueva propuesta de relación entre el hombre y la naturaleza, con normas y valores que respondan a las nuevas exigencias. Debemos enfrentar la sabiduría a la ciencia, la energía espiritual a la tecnología, el equilibrio ecológico a la industria, y una nueva ética a la frialdad de las leyes que en lugar del dominio sobre la naturaleza se abra a una nueva alianza del hombre con la naturaleza.

Debemos buscar qué objetivos, normas y valores hay que postular para lograr un consenso fundamental que permita la reorientación de la vida del hombre. La situación actual exige “...un consenso fundamental sobre convicciones humanas integradoras.”

Las razones pueden ser comprendidas y aceptadas, pero se requiere de la convicción de que es posible un nuevo espacio de vida para la persona, de la disposición interna del sujeto para actuar, de la creencia de que es factible un nuevo cambio. El hombre manifiesta la tendencia a fundamentar su ser y su hacer en un nuevo marco valorativo y normativo. Pero no es sólo una responsabilidad para consigo mismo, es sobre todo una responsabilidad ante el mundo, a la que Hans Küng denomina “Ética de la responsabilidad planetario”.

Estamos en una etapa crucial. Las características básicas de esta nueva ética son:

a) Una ética de responsabilidad por lo que hemos hecho y por lo que debemos hacer.
b) Responsabilidad por el ámbito común, el medio ambiente y el mundo futuro.

¿Bajo qué condiciones fundamentales podemos sobrevivir con una vida humana en una tierra habitable, programando humanamente nuestra vida individual y social? ¿Qué presupuestos son necesarios para salvar la civilización humana en el tercer milenio? ¿A qué principio básico habrán de atenerse los responsables de la política, de la economía, de la Ciencia y la religión? ¿Qué se requiere para que el hombre concreto alcance una existencia plenamente realizada?

Lo cierto es que para un mundo mejor requerimos dos características básicas: identidad y solidaridad, para mirarnos a nosotros mismos, a los demás, a la naturaleza y al mundo, como alternantes en un diálogo profundo que nos permita reconstruirnos, mirarnos nuevamente.

Este nuevo talante ético global (por el cual se rijan los políticos, los industriales, los economistas, los financieros, los intelectuales, etc.) tendrá que ser obligante (como cualidad) y obligatorio (como realidad), de lo contrario no hay orden mundial.

En Küng la ética puede sustentarse en principios religiosos o en la fuerza de las convicciones de los sujetos, pero de cualquier manera se requiere de un consenso entre las partes (no de imposiciones), de actos comunicativos (y no de acciones de dominio), de la disposición del sujeto a integrar un nuevo mundo de vida. Aquí pueden ser insuficientes todas las racionalidades, la razón puede ser fácilmente sinrazón. La supervivencia de la comunidad humana no es posible sin esta nueva ética. “...imposible la paz interna sin una voluntad común de resolver sin violencia los conflictos sociales; imposible un ordenamiento económico y jurídico sin la voluntad de atenerse a un orden y unas leyes concretas; imposible unas instituciones sin un consenso, al menos implícito, del conjunto de ciudadanos y ciudadanas”.

Por esto, sólo en un proceso democrático de reflexibidad y autolimitación será posible esta nueva ética. Pero la cuestión no es sencilla, quedan puntos fundamentales pendientes: ¿Cómo fundar una ética general? ¿Cómo hacer que sea incondicional, en un mundo que rechaza cualquier principio de autoridad? ¿Cómo hacer que esta ética sea realmente practicable? Se han señalado el consenso, la racionalidad comunicativa, la convivencia, la disposición del sujeto, las convicciones de la persona. La respuesta no está en lograr una postura única, irreductible, aunque dé lugar a que confluyan las demás propuestas. La alternativa está en poder generar un acuerdo entre las diferentes posturas (todas son válidas si son auténticas y pretenden el mismo fin), en establecer comunidades dialogantes, que permitan ver hacia el otro sin pretensión de dominio o imposición. El diálogo es la característica fundamental de la inteligencia humana.

La propuesta de Küng no se puede entender sin un último señalamiento: “un análisis de los tiempos que excluye la dimensión religiosa es insuficiente”, y añade que es imposible la paz entre las naciones sin un diálogo entre las religiones. Quizá más que por el supuesto que subyazca a este diálogo ecuménico, y que no es otro que el diálogo profundo, está la convicción de que se requiere reconstruir el mundo de la vida de los sujetos. Para Küng esto es fundamental pues sólo lo incondicionado puede obligar incondicionalmente.

Ahora, en palabras de Havel, “tenemos que esforzarnos con mayor ahínco, más por entender que por explicar. El camino futuro no está en la construcción de soluciones sistemáticas universales, que se apliquen desde fuera a las cosas, sino en el intento de llegar al fondo de lo real, a través de la experiencia personal”. Por la subjetividad, la introspección, la mirada profunda hacia el mundo, la naturaleza y el hombre se podrá crear una atmósfera de solidaridad, de tolerancia, de unidad y diversidad, basada en el respeto mutuo, el pluralismo y el paralelismo genuinos. El espíritu humano deberá ser rehabilitado. Continúa Havel: “Tengo el convencimiento profundo de que hemos de liberar, de la esfera de la fantasía privada, la fuerza de la propia naturaleza (única e irrepetible experiencia del mundo), el sentido elemental de justicia, o la habilidad de ver las cosas como las ven los demás. Habrá que reencontrar el sentido de responsabilidad trascendental, de la sabiduría arquetípica, del buen gusto y el buen ánimo, de la compasión y la fe en la importancia de aquellas medidas particulares que no aspiran a ser una clave universal de salvación. Hay que rehabilitar estas fuerzas. Hay que volver a dar las cosas, una vez más, la oportunidad de presentarse tal y como son, y de no prohibirles su individualidad”. Hemos de mirar el pluralismo del mundo, y de no atarlo a la búsqueda de denominadores comunes, o reducirlo todo a una ecuación universal.

Para entender la problemática ecológica que nos envuelve debemos tener confianza en nuestra propia subjetividad y en la subjetividad del mundo. Para ello hay que abandonar el culto a la objetividad y a los promedios estadísticos, y analizarla e interpretarla desde este nuevo talante ético global.

Hasta ahora hemos desconocido que el mundo tiene también una espiritualidad, que es algo más que un mero cuerpo de información que puede ser comprendido externamente, y objetivado y ensamblado mecánicamente. Por decirlo de alguna manera, el espíritu humano está hecho del mismo material que el espíritu del mundo, y también se puede experimentar este material, debemos comprender su voluntad, su dolor y su esperanza.