sábado, 19 de enero de 2019

El famoso mes de Enero

En enero llegan las cuentas y a pagar; todo lo que alegremente se recibió en diciembre, se ha ido como agua de las manos. Con los fríos de enero y nosotros con una mano atrás y otra adelante, es el mes en que nos damos cuenta que era mejor celebrar únicamente espiritualmente, como lo que es la Navidad, como lo que debería de ser.


Por Arq. Eduardo Merlo Juárez

Dice un dicho popular: “enero y febrero: desviejadero”. Cruelmente se refiere a que la experiencia indica que, siendo los meses más fríos del año, los ancianos suelen enfermarse fácilmente y ser víctimas de serios achaques a menudo funestos.

Pero también, sobre todo enero, es un mes de cuesta arriba, por ello se le dice la cuesta de enero, porque es como si fuera uno cargando un pesado bulto en la espalda en una empinada escalera, hacia arriba, díganlo si no, los empeños, ¡ah! el tan visitado Monte de Piedad, que muchos conocen de “pe a pa”; el nombrecito le viene, yo creo que no lo sabía usted, del Monte Calvario en Jerusalén, donde la Virgen recibió en el regazo el cuerpo inerte de su Hijo, a lo que se le llama "La Piedad", de ahí el Monte de Piedad, donde a veces no tienen ídem de uno, pues las alhajitas compradas en abonos nada fáciles, en esas ventanillas parecerían haber perdido todo valor.

Ni modo, es la cuesta de enero que en realidad cuesta, porque los comerciantes, siempre quejosos de que las ventas navideñas no son como antes, se desquitan subiendo los precios con toda la impunidad del mundo.

En enero llegan las cuentas y a pagar; todo lo que alegremente se recibió en diciembre, se ha ido como agua de las manos. Con los fríos de enero y nosotros con una mano atrás y otra adelante, es el mes en que nos damos cuenta que era mejor celebrar únicamente espiritualmente, como lo que es la Navidad, como lo que debería de ser, recibir al niño en nuestro hogar, el vino al mundo sin cena, sin vestidos emperifollados y alhajas, sin regalos costosos, pero en fin, creo que siguiendo así, el próximo enero seguiremos diciendo lo mismo, y aun así en diciembre otra vez andaremos a las prisas comprando regalos, tratando de quedar bien, cuando lo único que hace falta es demostrarle ya celebrado el nacimiento de Cristo, que le adoramos, como los Reyes Magos, quienes le reconocen como redentor.

Lo que me hace recordar, una canción del Tío Herminio, dice: “Nadie sabe aquí cómo llegaron, pero la historia lo describe así: llegaron los Reyes Magos a divertirte a ti...”

Es cierta esa letra, nadie sabe bien cómo llegaron, porque solamente el evangelio de San Mateo refiere: “Nacido, pues, Jesús en Belén de Judá en los días del rey Herodes, llegaron del Oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: ¿dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque hemos visto su estrella al oriente y venimos a adorarle... Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos, les interrogó cuidadosamente sobre el tiempo de la aparición de la estrella; y, enviándolos a Belén... Después de haber oído al rey, se fueron y la estrella que habían visto en el oriente les precedía, hasta que vino a pararse encima del lugar donde estaba el Niño. Al ver la estrella sintieron grandísimo gozo, y, llegando a la casa, vieron al Niño con María, su madre, y de hinojos le adoraron, y, abriendo sus cofres, le ofrecieron como dones oro, incienso y mirra”.

Siempre hemos sabido que fueron tres los reyes magos, pero ¿de dónde viene esto? Ninguna de las fuentes bíblicas o históricas nos dice que fueran tres, mucho menos sus nombres, sin embargo, en el siglo III un teólogo y sabio de nombre Orígenes, aseveró que fueron tres, puesto que tres habían sido las ofrendas, a saber: oro, incienso y mirra.

Tampoco la escritura menciona que fueran reyes, al contrario, se utiliza la palabra “mogu” que significa astrólogo. El problema es que para esos tiempos -siglo III- la astrología y su hermana gemela: la magia, estaban prohibidas por la Iglesia, aunque todos la practicaban, no obstante, había que salvar las apariencias, así que el también teólogo Tertuliano, afirmó que la tradición había recogido la noticia de que en realidad eran reyes y no tan magos, para quitar cualquier duda sobre su carácter, y luego ante la reticencia de muchos, no hubo más remedio que juntarles las dos ocupaciones: reyes magos y enseguida buscarles nombre, los cuales fueron inscritos por alguno que de esto sabía, en un mural del templo de San Apolinar en Rávena, donde quedaron como Balthassar, Melchior y Gaspar.

Así que ya desde el siglo V, oficialmente se les denominó los Santos Reyes Magos: Melchor, Gaspar y Baltasar, aunque entonces tenían características muy distintas a las que ahora conocemos

Esta es la referencia que celebramos cada año, cuando esos magos, que no reyes, se abrieron camino con sus conocimientos sobre astrología, pues en esos tiempos se les decía magos, de la palabra persa “mogu”, a quienes manejaban con destreza las posiciones de las estrellas e interpretaban sus mensajes. Las ofrendas indican que sabían que Jesús era al mismo tiempo: Dios, hombre y rey.

Ahora la tradición nos hace recordar esa fecha con otro tipo se consumismo, esas tiendas de juguetes que se ven abarrotadas por papás que o a última hora o el mismo día corren a comprar los regalos; no es que sea malo, no, pero debemos tomar en cuenta lo que significa realmente y explicarlo así a los pequeños para que no se dejen guiar por el sentido material, lo que me recuerda que para finalizar compartiré amables lectores, lo que considero mi Carta a los Reyes Magos, para que ustedes a su vez la compartan con quienes le hacen de Reyes Magos.

Queridos Santos Reyes, Melchor, Gaspar y Baltasar:

Ya sé que en estos momentos andan como canica en bacinica, de un lado para otro, tratando de conseguir los juguetes y ropa que los millones de chamacos, los chiquillos, la pipiolera, les demandan por escrito, que es un contento ver cuántos obligan a sus papás a que les compren sus globos y en ellos colocar los sobres con las cartas de petición, para luego soltar esa esfera que se eleva hasta las celestes moradas donde ahora viven ustedes, imagino que será mejor lugar que los palacios que tenían en el Oriente.

Bueno, dije que reconocía la chamba que les espera entre la noche del viernes y la madrugada del sábado, pero ni modo, ustedes se metieron en este jelengue, por andar interpretando estrellas.

Mi solicitud es que busquen esos juguetes tan increíbles que son los artesanales.

Lástima que a ustedes no les traían nada de pequeños, pero sí se acuerdan cuando tenían el buen gusto de llegar con muñecas que no sabían hacer nada, solamente ser muñecas, con trastecitos de barro, de hojalata, de peltre y hasta de plástico, cómo no.

Cuando arribaban con soldaditos de plomo, de pasta o de hule macizo; de pelotas, tambores, juegos como loterías, serpientes y escaleras, el coyote, damas chinas, canicas, cochecitos de madera o de hojalata, carriolas y otras muchas cosas.

Entonces, queridos Santos Reyes, no se metan a gastar lo que no tienen en esas sonseras electrónicas que duran menos que la alegría para un triste, allá ustedes si tiran el dinero a la basura, pues con esos endemoniados monos japoneses, lo único que lograrán será atarugar más a los motrocos, no la amuelen señores reyes, pongan un poco de memoria en sus compras, de todos modos, los chamacos lo agradecerán y disfrutarán. Gracias