lunes, 25 de mayo de 2009

Del desaliento a la esperanza

La semana pasada se dio a conocer el documento “Con justicia social y participación ciudadana hay democracia”, una cruzada de los obispos de México para alentar la concurrencia cívica en las elecciones federales del 5 de julio. El documento, extenso y contundente en sus reflexiones, está respaldado por una campaña para animar la intervención ciudadana en los próximos comicios federales mediante talleres de formación y materiales pedagógicos que se impartirán en las parroquias a través de los agentes de pastoral social.

Participar en las elecciones... Asumir nuestro derecho ciudadano... Consolidar la democracia... Tanto el Instituto federal Electoral (IFE) en su amplio despliegue mediático como la recién inaugurada campaña para animar la participación ciudadana de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, aunque comparten los mismos valores y se esmeran para animarnos, por un momento olvidan que en el ambiente persiste un profundo desaliento, un gran desencanto. Las frescas declaraciones del ex presidente de México Miguel de la Madrid, amén de confirmar lo que todo mundo ya sabía, exponen con toda su crudeza los entretelones y la podredumbre de la mafia política mexicana que, lejos de beneficiar a nuestro de país, de impulsar su desarrollo, forjó una generación de pobres y problemas con rostros nuevos.

¿Cómo recuperar la confianza y la credibilidad perdida? ¿Cómo revertir la apatía que amenaza con paralizarnos? ¿Cómo suscitar nuevos horizontes de esperanza? ¿Cómo unir un país política y socialmente fragmentado? ¿Cómo superar la tentación del abstencionismo?

Urge reformular la educación cívica y política desde la primaria hasta la universidad, incluso en el ámbito familiar. Hace falta un “poder ciudadano” organizado, comprometido, exigente y cohesionado cuya participación vaya más allá del voto, capaz de transformar conciencias y cimbrar cúpulas de poder (vgr. México Unido Contra la Delincuencia), de lo contrario persistirá la frágil unidad nacional; una sociedad exacerbada, incapaz para dialogar y resolver dificultades. No se trata de una romántica utopía, es una esperanza que está al alcance de la mano y lo conseguiremos en la medida que seamos capaces de transformarla, de otro modo, no veo de qué manera nuestro país alcance un mejor porvenir.

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