Desde el año 1869, en Huejotzingo se gesta un carnaval
inigualable, es una mezcla del jolgorio popular y el arte, transforma la vida
cotidiana de los habitantes del citado municipio y poblaciones circunvecinas,
para que después encuentren la paz en el inicio de la Cuaresma. En él
participan aproximadamente doce mil personas que se disfrazan con máscaras,
túnicas, gaznes, tocados de plumas, escudos y fusiles para transformar
las calles de la comunidad en un enorme escenario y representar en él, tres
episodios que han marcado la historia de Huejotzingo: “La lucha por la
intervención Francesa en México”, “El rapto de la hija del Corregidor por el
legendario bandido de Río Frío, Agustín Lorenzo” y “El primer casamiento
católico de indígenas en América”.
El carnaval de Huejotzingo tiene su origen en la época
prehispánica en donde los pobladores de la región celebraban las guerras
floridas y fiestas del año agrícola llamada época de holganza. A lo largo del
tiempo el fandango ha estado expuesto a diversas transformaciones que le han
dado la imagen que actualmente se conoce.
Estructura del carnaval
El jolgorio inicia poco antes del mediodía, en medio del estruendo y el humo de la
pólvora que producen los mosquetones, la
concurrencia observa el espectáculo
desde las gradas y detrás de las vallas colocadas para proteger su
seguridad. Los integrantes de
los batallones, con su General en Jefe al
frente y acompañado de su Estado Mayor, custodian a la “La dama”, quien personifica
a la hija del corregidor de Huejotzingo.
Detrás vienen las
abanderadas que portan el lábaro patrio con la identificación de su
barrio y batallón y las secundan los
combatientes e indios que bailan
al compás de los acordes que interpreta la banda de música de viento y los
acompaña en todo el recorrido, con melodías de ritmo tropical o corridos con
ritmo de cumbia, mientras siguen disparando sus mosquetones.
Después del paso de los contingente se escenifica el
simulacro de la célebre batalla del 5 de mayo, presente en la memoria de los
poblanos, que cobra vida y presencia en el carnaval, por lo que zacapoaxtlas e
indios serranos encarnan al ejército republicano, en tanto los suavos encarnan
al ejército de Napoleón III y los turcos al ejército agresor proveniente de la
Legión extranjera.
El segundo número del carnaval presenta el rapto de la hija
del Corregidor. Agustín Lorenzo y su fiel gavilla de bandidos, personifican a
la banda de forajidos que asoló a la región y sus alrededores. La leyenda sobre
este personaje narra cómo les quitaba a los ricos para socorrer a los pobres.
De acuerdo a la leyenda, el mítico ladrón Agustín Lorenzo,
en una de sus aventuras por Huejotzingo, conoció a la hija de la máxima
autoridad del poblado y se enamoró de ella. Como el matrimonio entre ellos no
era posible por la diferencia de clases sociales, sostuvieron relaciones
amorosas mediante mensajes escritos a través de su lugarteniente llamado “Tierra
adentro”. También se menciona a otro de sus hombres de confianza del afamado salteador,
“El Meco”, con quien pacta el día y la hora para efectuar el escape.
Posteriormente un sacerdote une en matrimonio a Agustín
Lorenzo con la hija del corregidor; pero la leyenda no tiene un final feliz: la
historia culmina cuando algunos soldados disparan e incendian la choza en la
que supuestamente se encontraba la mítica pareja.
Después del desfile
y el rapto de la dama, los danzantes hacen una pausa en la escenificación
aproximadamente a las dos de la tarde para
ir a comer, concentrándose los integrantes de los batallones de cada
barrio en un lugar predeterminado en donde comen todos juntos.
Un par de horas más tarde se presenta el casamiento indígena,
una comparsa del primer matrimonio católico de indígenas, fiel argumento que
invita a compartir la intimidad del ritual, sin olvidar a los novios, los
padrinos y el sacerdote que bendice, a diestra y siniestra a los espectadores.
El testimonio del primer casorio católico en América se
encuentra documentado en la crónica histórica de Francisco Betancourt que
relata: “En faz de la tierra se casó en esta Nueva España un mancebo de la
ciudad de Huejotzingo llamado Calixto”.
Es meritorio señalar que la gran mayoría de los trajes, son
confeccionados por las mujeres huejotzincas. Aunque los costos de la
realización de esta festividad corren a cargo de las autoridades locales, los
participantes deben invertir en uno de estos trajes, entre 10 y 30 mil pesos y
hay quien desea confeccionarlo a detalle con un costo de hasta 50 mil pesos.
No se puede olvidar el carnaval infantil, se dice que es más
espectacular, porque participan niños menores de 12 años que realizan la misma escenificación
que el carnaval de los adultos.
El mosquetón, un objeto singular
Además del traje que portan los integrantes de los
batallones y los grupos, el mosquetón es el accesorio principal, un arma
peculiar no solo por el estruendoso ruido de sus detonaciones, por la culata
finamente labrada con motivos prehispánicos o modernos elaborados al gusto del
poseedor. La familia Navarro Nabor desde hace 4 generaciones lo fabrica y en
palabras de Jesús Navarro Nabor, indica que el rifle es parte de la alegría del
carnaval. “No hay fiesta sin carabina, tampoco el danzante se atreve a salir
sin él, no tendría chiste. Todos lo portan, niños y adultos deben llevarlo para
que se sientan contentos y contagien su alegría.”
“Quedamos pocos
artesanos del rifle, pero gracias a Dios tenemos mucho trabajo. Este oficio ha
sido el sustento de mi familia por más de 80 años y me siento orgulloso, porque
somos parte del carnaval y es un trabajo que no solo se vende en Huejotzingo y
sus alrededores, también en México y en otros países del mundo”, concluyó el
artesano.
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