El artesano de mañana
va al taller a trabajar
sus espuelas a forjar.
Lo primero que se oye del yunque
es el sonoro golpeteo
cuando el hierro al rojo vivo,
el forjador lo acompaña
de tupido martilleo.
Un pintor dibujó unas espuelas de su imaginación,
porque las más bonitas
son las hechas en Amozoc.
Fragmento del Himno a Amozoc. Félix Serrano
La velocidad del tren disminuía a medida que se aproximaba a la estación, el largo viaje emprendido por Les García desde su natal Nevada en 1945 estaba llegando a su destino final. Por la ventana del vagón el norteamericano escudriñaba la bóveda celeste, faltaban algunas horas para que las estrellas cubrieran el firmamento y las nubes empezaban a teñirse de ocre. También observaba los llanos y las singulares casitas de tejas y adobes, el paisaje rural Amozoc, un pueblo reconocido por sus alfareros y metalisteros.
El ferrocarril se detiene, un comité de bienvenida integrado por vendedores de tacos, tortas, tamales y enchiladas; mercaderes de aguas frescas, golosinas y cigarros; artesanos que ofertan alcancías, jarritos y maceteros de barro reciben a los pasajeros recién llegados. El pasajero extranjero desciende del carro, avanza unos cuantos metros y un grupo le ofrece una gama de hebillas, ganchos, frenos y espuelas, los revisa con detenimiento mientras repasa en su mente las imágenes que días antes viera en la ciudad de México. Pregunta por el paradero de Roberto Aldaco, uno de los connotados maestros herreros cuya vida y la de nueve hombres daría un giro inesperado.
Tras recorrer algunas calles del pueblo Les encuentra la casa-taller del maestro Roberto, el anfitrión, además de recibir merecidos elogios por su trabajo, una atractiva oferta de trabajo legal en Estados Unidos lo sorprende, además la invitación es abierta para un grupo deseoso de aprender la manufactura de frenos y espuelas texanas.
Con la promesa de encontrarse nuevamente en el taller de Les García, en aquel entonces ubicado en Salinas, California, éste regresa con el cometido cumplido, en tanto Roberto busca a los candidatos idóneos y tramita los documentos para el viaje. Finalmente constituye un grupo de nueve personas integradas por el mismo Roberto y su hermano Francisco, sus hijos Gonzalo y Rubén, los hermanos Austreberto y Neftalí Castañeda Bonilla, además Joaquín Rojas, Ignacio Rojas y Rubén Flores.
Tras un viaje largo e incómodo los maestros metalisteros llegaron a California, sin mayores dificultades aprendieron a fabricar frenos y espuelas texanas. Este trabajo, aunque es similar al mexicano, es diferente tanto en su elaboración como en el material que se ocupa: acero inoxidable.
Cumplido el tiempo de estancia [1], el grupo regresó a su tierra natal para manufacturar las piezas en un taller creado por Les García bajo la supervisión del maestro Neftalí Castañeda. Sin embargo, no todos los que retornaron de California aceptaron afanarse con el lozano perito, muchos de ellos decidieron trabajar por su cuenta. Quienes ingresaron a la factoría, no solo se beneficiaron con aprender el novel oficio, también tuvieron la oportunidad de viajar, no solo a California, a Reno, en el estado de Nevada para instruirse en lo referente al control de calidad.
Medio siglo después
A lo largo de la carretera federal Puebla-Tehuacán, en lo que corresponde a la zona urbana de Amozoc, compiten muchos comercios que expenden artículos para la charrería, las vitrinas tratan de llamar la atención del cliente conocedor de estos artefactos: tejas para fustes y chapetones para las cabalgaduras, espuelas y botonaduras para los trajes charros, arneses, hebillas para cinturón, cuchillos, cachas para pistolas, plegaderas, estribos e incluso pequeños objetos de adorno femenino como arracadas, pulseras, broches, prendedores y aretes en forma de espuelas.
Sí, estos productos, delicada y celosamente fabricados, son los que le han dado fama a este municipio de nuestro estado, sin embargo, llamó mi atención que al catálogo de artesanías se sumara la elaboración de frenos y espuelas texanas por lo que visité el taller de Felicidad Castañeda Anaya, hija de Neftalí Castañeda Bonilla.
Llego a la casa-taller de la familia Castañeda unos minutos después de las cinco de la tarde, un grupo de cuatro maestros entregan sus piezas terminadas a Jesús Castañeda Moreno, uno de los administradores del negocio familiar “Spur & Art”. Esperanza Moreno, hija del cronista amozoquense Dagoberto Moreno López me recibe y comenta que para la elaboración de los frenos y las espuelas americanas no hay forjado, el sistema de elaboración es diferente al mexicano [2]. Me muestra con orgullo algunas piezas y aclara que no se venden en México, su mercado meta es netamente norteamericano.
Tras recibirme me muestra el taller, uno de los trabajadores se afana en la elaboración de un freno. Quedo sorprendido porque el área de trabajo no requiere mayores dimensiones, tan solo una sólida base para el torno y la habilidad del maestro para tallar, cortar, pulir y soldar la pieza.
Mi anfitriona me explica que para fabricar una espuela se corta la lámina bajo un modelo que el cliente solicite ya sea por catálogo o envía por fax un modelo nuevo diseñado por él mismo, con este referente el maestro elabora la pieza. “Se afina la forma y se prepara el taladro en donde va el castillejo; se mete el brocador para formar la caja de la espuela, se coloca el castillejo que se remacha y se solda, después las rebabas se pulen con un esmeril y se agregan las grapas para los botones, posteriormente se blanquea con estaño para soldar la placa con plata. Para quitar las impurezas se aplica pulidor. Enseguida se hace el grabado, de acuerdo al dibujo solicitado por el usuario. Finalmente se remachan chapetas, botones y pasador de rodaja con lo que queda terminada la espuela.”
Concluida la explicación mi anfitriona nuevamente me pide que la acompañe a su casa para presentarme a su prima Felicidad Castañeda Anaya, quien además de lo ya referido, añade que en frenos y espuelas americanas hay muchos modelos, dependiendo de cada cliente. “Los ganaderos americanos prefieren que las piezas se fabriquen en acero, aunque también se fabrican en hierro. Los que se elaboran en acero llevan la plata soldada, los de hierro se fabrican de manera tradicional, con la plata incrustada y pavón azul, verde y café. En un tiempo se utilizó el acero ‘monet’, por su elevado costo se experimentó con acero ‘inconet’ que era más económico, solo que resultó muy duro, después se probó con otros materiales hasta llegar al acero inoxidable, materia prima que se ocupa a la fecha.”
Felicidad Castañeda con satisfacción comparte que no sólo se dedican a fabricar estos productos, también elaboran trofeos para los torneos americanos de rodeo, además reparan frenos y espuelas, generalmente piezas que se elaboraron en su propio taller. Incluso me mostró uno de tantos frenos que están en espera de ser compuestos. “Con observarlas nos damos cuenta del ritmo de trabajo de los granjeros norteamericanos. Ellos compran muchas piezas, no para tenerlas de colección o recuerdo, allá son muy útiles y al ganado lo tratan muy bien, tanto en la alimentación como en el equipamiento de espuelas y frenos, es su fuente de ingresos y lo cuidan con esmero. En México no se le da tanta importancia porque los ganaderos del país son pocos, la charrería es lo que más predomina, por eso Amozoc es famoso, fabrica tanto para el mercado nacional, el americano y sé que otros talleres exportan a España, Argentina y Australia, naciones de tradición ganadera, esporádicamente a Japón, Italia y Alemania.”
La hija de Neftalí refiere que los chinos sorprendentemente han incursionado en la fabricación y exportación de frenos y espuelas. “En un principio sus piezas eran de mala calidad y como buenos ‘copiantes’ ahora compiten en calidad y precio, sin embargo, difícilmente contenderán contra una histórica tradición, difícilmente este arte desaparecerá si lo preservamos.”
Antes de concluir la plática Felicidad me muestra algunas piezas de su colección particular de espuelas, desde lo singular hasta raras. Le pregunto por el origen, algunas son de Argentina, España y México, las que tuve oportunidad de apreciar, la mayoría inspiran una época completamente diferente a la nuestra. Incluso guarda una espuela que confeccionó para El Zorro, personaje de la película que se rodó en Tlaxcala y los productores de la película le solicitaron algunas piezas. En aquel instante puedo tocar y observar los vestigios sin una vitrina de por medio ya que mi anfitriona tiene la intención de montar un museo en Amozoc, una iniciativa muy interesante y una muestra del esplendor artesanal de este municipio.
[1] Dagoberto Sosa en su libro “Amozoc, leyenda, arte y tradición” menciona que los maestros que se embarcaron a California permanecieron aproximadamente un año. Felicidad Castañeda mencionó durante la conversación que la estancia del grupo encabezado por Roberto Aldaco duró 5 años.
[2] La elaboración de la espuela mexicana inicia con un proceso de fundición o forja, y se continúa limándolas y lijándolas finamente. Luego se realiza el dibujo con un rayador, diseño que será excavado o vaciado a cincel y cuyo hueco será embutido por una delgada laminilla de oro o de plata o de ambos metales, que se ajusta perfectamente a la cavidad. Para que la laminilla se fije en su lugar se van golpeando los bordes de la cavidad, que se irán cerrando sujetando la laminilla. Complementan la obra los grabados a buril que irán contrastando con el brillo del azul pavonado característico de estas piezas.
tus dos anfitrionas no son primas
ResponderEliminarInteresante historia, que agrega el plus a nuestro querido Amozoc, Puebla.
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