Conocemos la forma y el fondo del problema, sabemos qué debemos hacer para revertir los daños ocasionados a la naturaleza, contamos con los medios para heredar un mundo mejor a nuestros hijos. Sin embargo, no alcanzo a entender actitudes de escepticismo e indiferencia para rescatar y preservar, al menos, el espacio que nos corresponde tanto en la urbe como en el entorno rural.
De qué sirve destinar costosas campañas de concientización si de todos modos vivimos rodeados por ríos pestilentes, barrancas llenas de escombros y desperdicios, áreas verdes en deplorables condiciones, arterias viales repletas de basura visual y chimeneas rodantes.
De qué sirven las promesas de los candidatos que aspiran a ocupar un cargo público en crear parques, jardines y bosques si privilegian la construcción de fraccionamientos y centros comerciales porque son más redituables o para justificar el crecimiento voraz de la metrópoli.
De qué sirven las convocatorias para reforestar si los ciudadanos apenas responden al llamado y la milicia, en el mejor de los casos, hace ese trabajo.
De qué sirve tener contenedores para separar la basura si la seguimos mezclando.
¿Qué hace falta para que los esfuerzos destinados a rescatar, cuidar y crear nuevas áreas verdes sean tarea permanente y no flor de un día como el encarecido exhorto que recientemente hizo el presidente de México con ocasión del día mundial del medio ambiente? Educar en el respeto y cuidado al medio ambiente con las nuevas generaciones, generar conciencia o cultura ecológica en los adultos.
Hace 20 años, cuando cursé la preparatoria, el plan de estudios incluyó la materia de Ecología y para aprobar una parte del curso (que incluyó el examen de conocimientos), mis compañeros y yo sembramos árboles y regeneramos áreas verdes que dejamos al cuidado de las generaciones que nos preceden... Tengo entendido que están incluyendo en el plan de estudios de las escuelas de nivel básico, la educación ambiental, porque si los papás no educan a sus hijos en el cuidado de la creación, ¿quién?
Cabe señalar que los ciudadanos están mal acostumbrados a que papá gobierno les haga todo y las organizaciones ambientalistas sean los únicos que se afanen con la ecología. Ganamos todos si se promueven descuentos en ciertos impuestos u otorgan incentivos a comercios, unidades habitacionales, industrias y escuelas por mantener sus calles limpias y arboladas, por mantener índices bajos en el consumo de agua y energía eléctrica cada bimestre, por cuidar y crear espacios abiertos anualmente... Para que ésta y otras propuestas funcionen hace falta una férrea voluntad de cambio, sobre todo, que estén libres de posiciones políticas. ¿Acaso será muy difícil? Yo sigo confiando que no, al menos hago la parte que me corresponde. Lo invito a que usted se sume a la cultura verde.
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