martes, 1 de marzo de 2016

Legítima igualdad

La verdadera igualdad del hombre y la mujer se da cuando ninguno pretenda ser más que el otro, sino que cada uno se preocupe por conservar los propios atributos y características para alcanzar objetivos comunes.


Dos seres iguales y distintos, porque desde el principio así fueron creados, son el hombre y la mujer. Frecuentemente se escuchan opiniones y comentarios que ponen su acento sobre las diferencias que ambos sexos poseen: Que el hombre es mejor que la mujer, que la mujer es el sexo débil en comparación con el hombre, que los hombres son más resistentes al esfuerzo físico. La verdad es que estas diferencias no aportan ni aclaran nada. Lo cierto es que el hombre y la mujer estamos fuertemente unidos en el camino de la vida, con nuestras capacidades y nuestras limitaciones.

El hombre seguirá dependiendo de la mujer, y la mujer seguirá dependiendo del hombre. Dependencia que no significa sumisión de uno u otro sino deseo de libertad para opinar y decidir, de actuar sin contratiempos, libertad de realización sin que uno sea obstáculo o impedimento para el otro.

La preocupación por el legitimo desarrollo así como la igualdad de género tienen su fuente en el amor: ¿Con quién gozar, con quién compartir y con quién disfrutar? Si un hombre ama a una mujer, no puede estar en desacuerdo con que ella crezca y tenga éxito, pues eso se llama envidia. Y ¿cómo se puede envidiar a quien se ama? O se envidia o se ama. Nunca antes, como hoy, la necesidad de conocimiento mutuo, de respeto y tolerancia, de dialogo y compromiso habían estado presentes en la vida diaria, sobre todo en ciertos círculos de vida.

Las mujeres habían estado tan presentes en la vida diaria que su presencia sólo dependía de la cotidianidad. Hoy a nadie sorprende ver mujeres realizando labores que hasta hace una década eran exclusivos de los hombres. Incluso la mujer aparece más sincera y abierta que el hombre, en la autocrítica y en la autoevaluación. La verdadera igualdad del hombre y la mujer se da cuando ninguno pretenda ser más que el otro, sino que cada uno se preocupe por conservar los propios atributos y características para alcanzar objetivos comunes.

Hombre y mujer no son iguales, ni en lo físico ni en lo espiritual, pero sí semejantes y este es el punto a valorar sobre todo cuando aparecen mesianismos de género tales como el machismo o el feminismo extremo: Maternidad no es lo mismo que paternidad y no es posible que ambos se sustituyan. Mujeres y hombres construyen la realidad de la familia, primer santuario donde aprendemos a valorar nuestra sexualidad y a establecer los deberes, derechos y obligaciones que cada uno debe realizar según su género. Los nuevos significados que provocan en la vida material y espiritual las divergencias en la pluralidad de ideas deben ser recogidas para redescubrir que la diferencia enriquece.

Postre:
Con las merecidas premiaciones de Emmanuel Lubezki y Alejandro González Iñarritu, queda demostrado que si se puede hacer buen cine por mexicanos en el extranjero, con mayor razón se puede y debe hacer lo mismo en nuestro país, siempre y cuando se propicien las condiciones para que los proyectos de gente con talento y creatividad, sean financiados y distribuidos en los complejos cinematográficos. Ya hay una ley de fomento y apoyo a la industria fílmica en México, sin embargo, no podemos contentarnos con 2 ó 3 propuestas por año.

No hay comentarios:

Publicar un comentario