De los sueños
celestiales, en el nombre del Creador y Todopoderoso, desde hace 485 ciclos
solares, los ángeles trazaron la nobleza de sus entrañas. La ciudad de Puebla
realizó la tenacidad del hombre de Dios, del hermano y Obispo Julián Garcés, de
aquel que en la pascua florida del 16 de abril de 1531 contempló el esplendor
del relicario de América. A copiosos años de tal proeza, las cúpulas y torres,
monumentos y fachadas, construcciones y espacios, continúan estremeciéndose
ante el susurro de las alas angelicales que han preponderado a la ciudad en la
historia y la cultura.
Los ángeles custodios
de la ciudad, con sus trazos y perfiles han realizado un rosario de
aconteceres, los cuales se proyectan al mundano sonido del siglo XXI, que
empieza por advertir con asombro la significación de lo que sería el nuevo
mundo desde Puebla, a través de acontecimientos que estremecieron al mundo: la
epopeya de la dignidad mexicana que tuvo lugar el 5 de mayo de 1862 con el
triunfo del general Ignacio Zaragoza frente al ejército francés, considerado en su momento como el mejor del mundo. El primer estallido de los
cambios sociales que irrumpió el 18 de noviembre de 1910, desde el hogar de los
Hermanos Carmen, Aquiles y Máximo Serdán. Y en la extensión de la fe, en la
sensibilidad de una ciudad que por vocación se mueve en el cúmulo de la esperanza,
la Tercera Conferencia del Episcopado Latinoamericano y la inolvidable visita
de Su Santidad Juan Pablo II.
No es circunstancia
meramente casual que estas efemérides se dieran en el espacio de la región
poblana, ya que su causalidad, mas no “casualidad”, la han determinado nombres
del más elevado rango humanista en la historia nacional: se puede mencionar con
reverencia, el nombre de Motolinia como el de un punto cardinal, padre y
maestro; el del arquitecto fray Juan de Alameda, constructor de los conventos
franciscanos del siglo XVI, y el de fray Andrés de San Miguel, constructor de
los conventos carmelitas del siglo XVI, verdaderas fortalezas de la fe unos y
otros; el del obispo y virrey don Juan de Palafox y Mendoza, mitrado en el
humanismo y en sapiencia, gigante incontenible y hacedor de lo que ahora
conocemos como “grandeza poblana”.
Por si no bastara, la
fecundidad espiritual ha hecho florecer la caridad de los testigos del
Evangelio, hombres y mujeres santos: San José María de Yermo y Parres, el
Siervo de Dios Ramón Ibarra, entre muchos. Todos ellos detonadores, a su vez,
de la entrega creativa de tantos artistas de la plástica, la música y la
literatura que, con su obra, le conceden sello personalísimo al ser y al estar
de México. Ellos han sido, los ángeles constructores de la Puebla, de esta
ciudad que ahora con el favor de sus moradores no debe dejar de crecer y ser lo
que ha de ser: porque todos somos los ángeles de Puebla. ¡Felicidades a esta
Ciudad!
Postre
¿Usted confía en los
militares y en los policías federales? Yo no, desconozco si su respuesta es
afirmativa, lo cierto es que después de ver un video que circula en las redes
sociales en el que un soldado y un policía, ambos de sexo femenino, torturan
física y psicológicamente a una prisionera, me produjo indignación y rechazo a las
fuerzas del orden… Sé que no todos los soldados ni todos los policías se
comportan como deleznables verdugos, pero esto muestra que los derechos humanos
en nuestro país, son un catálogo de buenas intenciones, dista mucho un castigo ejemplar a estas infames.
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