De acuerdo a la Wikipedia (enciclopedia de libre contenido,
multilingüe y gratuito en internet) define patriotismo como “la conmiseración
que tiene un ser humano por su tierra natal o adoptiva a la que se siente
ligado por unos determinados valores, cultura, historia y afectos. Es el
equivalente al sentimiento de pertenencia a una familia”. Por el contrario, la
persona que cae en el extremo de defender su país, se le denomina chovinista o
patriotero. Este par de conceptos salen a relucir en las fiestas patrias y no
es mi intención abundar en un tema del que se ha hablado pródigamente de ello.
Creo que el campo de discusión se limita a una verdadera autocrítica, a un
examen de conciencia a propósito de estas fechas: ¿Somos buenos mexicanos como
solemos ufanarnos? ¿Cuánto nos falta para ser merecedores de benigno atributo?
¿Sobrepasamos lo logrado por nuestros antecesores?
Si reconocemos que somos malos mexicanos ¿por qué
sustentamos molestas, abusivas e insoportables conductas que tanto criticamos?
¿Nos dejaremos ayudar para que se gesten cambios de actitudes y aptitudes que
nos permitan evolucionar como sociedad? ¿Cómo encarar aquellos mexicanos que
con premeditación, alevosía y ventaja se han apropiado y han hecho de nuestro
país en el país del no pasa nada? ¿Cómo detener (no contener) la ola de
violencia erigida por la horda de delincuentes, hijos de la mala vida,
mexicanos infames que se hicieron retoños de la violencia y el crimen? ¿Tenemos la capacidad de vencer la tentación de la indiferencia?
La solución no es cosa de recetas mágicas, ni de buenas
intenciones o propósitos, está en la disposición de cada uno para
comprometerse en un proyecto concreto, por grande o pequeño que sea, pero hay que dar batalla. Estoy seguro que hay
millones de mexicanos comprometidos, dispuestos a luchar por vivir y heredar un
país mejor y próspero, sin embargo, no son suficientes benjamines de la “raza
de bronce” para dar un demoledor golpe de timón. Podemos sugerir una lista de
procedimientos que si se aplican como deben ser, dan efectivos resultados, pero
si nos dominan los estigmas ancestrales (envidia, miedo, influyentismo,
paternalismo, abstencionismo y susceptibilidad), de nada servirá restaurar el
orden y la justicia, la equidad y la armonía, recobrar nuestros sueños
extraviados, alcanzar la anhelada unidad nacional, hacer realidad el país con
el que hemos soñado si solo predominan los
esfuerzos aislados, las proezas individuales que fragmentan las sucesiones de
parapetos que impiden a toda costa la suma de consecuciones.
Mexicano, ¡comprométete con tu país! Patriota o patriotero
es un tema rebasado, tratemos de imitar aquella turba mal armada pero bien organizada
de luchó por lo que quería, la independencia de nuestro país. Hoy, los
escenarios son distintos, ahora es el turno de escribir un capítulo más de
nuestro devenir, en nuestras manos está trascender a nuestro tiempo. ¡Va por
México!
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