…queridos novios, en
este camino que comienzan, cada uno tendrá que renunciar frecuentemente a sus
propios proyectos, a sus propios gustos, a sus propios intereses personales por
el bien del proyecto común. Desde ahora van a decir “nuestros hijos”, “nuestra
casa”, “nuestra familia”, no van a decir “yo”, “tú”, “lo mío”, “lo tuyo”… Van a
empezar a conjugar el verbo “nosotros”…
¿Recuerda o recuerdas las palabras que el sacerdote les dijo
el día de su boda, el día de tu boda? Los que tienen muchos años de casados
seguramente reirán nerviosamente y exclamarán un “no me acuerdo, fue hace tanto
tiempo” o tal vez exclamarán “lo único que me acuerdo es que la misa fue muy linda, y la pachanga, qué
tal”. Los más jóvenes, los que apenas tienen un puñado de años buscarán
afanosamente el video de la boda y los esposos, al ver y escuchar las imágenes,
recordarán, tal vez palabras sencillas o una reflexión elocuente, lo que el
presbítero les dedico aquel día, sin omitir los detalles de la fiesta…
¿Y usted? Me preguntará el lector. Sinceramente no recuerdo las
palabras más importantes del sermón el
día de mi boda, busqué el video de mi casamiento y me dio mucho gusto revivir
esos momentos. Y para que no se vuelva a empolvar ese recuerdo, transcribí las
palabras que el sacerdote pronunció el día del enlace nupcial y comparto con
ustedes, a propósito de que mi esposa y yo cumplimos cinco años de casados:
Hoy, para ustedes, Enedina y Alfredo, es un día muy especial
que han venido preparando desde hace muchos meses, o años tal vez, y hoy han
decidido unirse sacramentalmente. Han decidido hacer de este amor que se
tienen, un proyecto de vida en común que es para siempre ¿o que dicen ustedes?
¿Es para un ratito, Enedina? ¿Es para unos meses, Alfredo? ¡Hasta la eternidad!
Es motivo de alegría, es motivo de fiesta para Dios, por eso
hoy lo celebramos con sus familiares, con sus amigos, con la gente más cercana
a ustedes.
Hoy, ustedes desean que Dios camine a su lado y ustedes caminen
con Él, sin embargo, este camino que comienzan no será fácil. Son dos familias
distintas, diferentes, la familia Martínez Vázquez, por un lado, la familia
Corona Santa Fe por otro lado, con maneras distintas de vivir, con dos
experiencias, incluso provienen de dos estados de la república mexicana
diferentes, uno el Estado de México y el otro el Estado de Puebla. Sin embargo,
el amor supera barreras, el amor supera distancias, el amor supera todo. Los
que sí es que estas dos familias van a sentirse ensanchadas, la familia
Martínez Vázquez va a enriquecerse con la aportación de la familia Corona Santa
Fe, y la familia Corona Santa Fe va a enriquecerse de las aportaciones de la
familia Martínez Vázquez, porque van a convivir, aunque ustedes van a vivir aparte. “El casado casa quiere”, dice el refrán, y van a vivir
aparte.
Muchos de los aquí presentes saben por experiencia propia
que la vida en común de una pareja pide sacrificio, pide esfuerzo, pide
entrega, pide donación. San Pablo, en la segunda lectura que hemos escuchado,
lo dice muy clarito: “el amor es paciente, el amor es amable, el amor pide
confianza y comprensión, el amor deja a un lado la envidia, el orgullo, el
enojo…”
Sí, ustedes, queridos novios, en este camino que comienzan,
cada uno tendrá que renunciar frecuentemente a sus propios proyectos, a sus
propios gustos, a sus propios intereses personales por el bien del proyecto
común. Desde ahora van a decir “nuestros hijos”, “nuestra casa”, “nuestra
familia”, no van a decir “yo”, “tú”, “lo mío”, “lo tuyo”… Van a empezar a
conjugar el verbo “nosotros”, porque ustedes comienzan a ser una comunidad
intima de vida y amor, a ejemplo de esa comunidad perfecta y plena que es la Santísima
Trinidad. Por eso, ustedes van a vivir el amor de esa manera, y a veces cuesta
y es un reto, pero ustedes tendrán, no lo duden, la ayuda permanente de la
gracia de Dios. Dios, no les va a fallar, no les falla a ustedes porque ustedes
han decidido venir a la Iglesia ante nuestro Señor y pedirle que bendiga su
amor. Y cuando el hombre y la mujer deciden que Dios bendiga su unión, esa
unión del hombre y la mujer se diviniza, se eterniza.
Hasta ahora, tú Alfredo, has amado a Enedina a lo Martínez
Vázquez, porque no podías haberla amado de otra manera, como Enedina te ha
amado a lo Corona Santa Fe, pero ahora se amarán a lo divino, porque su amor se
diviniza, su amor se sublimiza, su amor se eterniza. Hoy ustedes quieren
decirse, sin miedo, que se aman y se aman intensamente y que quieren que Dios
consagre su amor y lo proyecte en la vida de todos los días.
Me gustaría pasarles el micrófono y me dijeran: ¿Qué sienten
en este momento? ¿Qué experimentan? Miren el texto, ¡qué bello!: “Mi amado es
como una gacela, como un ciervo joven. Ahí está: se detiene detrás de nuestro
muro; mira por la ventana, espía por el enrejado. Habla mi amado, y me dice:
¡Levántate, amada mía, y ven, hermosa mía!”
Este poema que hemos leído y se nos entrega como palabra de
Dios, en todo caso, es lo mismo que les pasa dentro de ustedes y que vale la
pena que nos lo quieran decir a todos tan claramente, así tan sencillamente,
tan ingenuamente, tan sin miedo que se aman y quieren amarse hasta la eternidad
y quieren este amor en su dimensión divina, esta dimensión sobrenatural porque
han decidido que se aman y quieren ser totalmente el uno para el otro y que eso
les remueve las entrañas. Es algo que alienta, es algo que reconforta, es algo
que nos anima a todos en este mundo, en esta sociedad en la que da miedo amar,
amar de verdad, amar auténticamente, es un anuncio gozoso en este mundo que
enseña a desconfiar los unos de los otros: “Ten cuidado, te están engañando, te
está tomando el pelo, se está burlando de ti…” Y olvidamos que amar es el
sentido profundo de la vida cristiana, definitivamente no hay auténtica vida
cristiana sin amor.
¿Qué nos dice Jesucristo una y otra vez en el evangelio de
San Juan? “Como el Padre me ama, así los amo yo”… Así deben amarse ustedes,
“permanezcan en mi amor”. “Ámense los unos a los otros y en esto conocerán que
son mis discípulos”… Y si ustedes realmente son cristianos, y lo creo, porque
no tendría sentido la celebración litúrgica sacramental de este matrimonio,
pues entonces ustedes vivan como Jesús lo pide en su evangelio. Jesús nos ama y
quiere que sean felices y que ustedes se mantengan siempre unidos en este amor.
¿Qué le vamos a decir dentro de un momento? ¡Felicidades mi
vida! ¡Felicidades Alfredo! Que Dios los bendiga, porque esta felicidad plena
solo se da cuando se ama a lo divino, cuando se ama como dice Teresa de
Calcuta, “hasta que duela”, con alegría. Pero, además, ustedes no van a caminar
solos, Jesucristo va a estar de su lado, y no solo Jesucristo, la santísima
Virgen maría a quien han invitado, sin duda alguna, a su boda. Por eso, en el
evangelio que hemos proclamado de San Juan, es muy bello, muy hermoso. ¡Una
boda! Es uno de los momentos más gratificantes que se da en la vida humana ¿Por
qué? Porque es la culminación de muchas ilusiones, de muchas esperanzas, es la
expresión del amor más grande, es la experiencia de la felicidad, de belleza,
de abundancia… Y al rato, qué abundancia de la comida, en la bebida, aunque sea
agua de Jamaica pero va haber mucha. Y la abundancia de la música, del baile y
la alegría, es una fiesta, es la fiesta del amor a la que Cristo y la santísima
Virgen son invitados.
¡Miren, qué hermoso!, aquí en el evangelio se nos presenta:
Jesucristo acepta la invitación, se hace presente en la boda de Caná de
Galilea, es una verdadera noticia que nos habla de la cercanía de Cristo, de la
cercanía de Dios y las relaciones humanas.
¡Miren!, todos nos hemos bañado y perfumado para venir a la
fiesta, nos hemos arreglado. Porque la novia viene guapa, porque el novio está
impecable, porque la novia significa la Iglesia santa, limpia, inmaculada que
sin mancha se entrega a su esposo. Y el novio tendrá que significar a Cristo
mismo que se entrega a su esposa hasta la última gota de su sangre… Así va ser
tu amor Alfredo, así vas a amar a Enedina y ella te va a corresponder con
alegría.
Dense la mano… Ya Dios los está uniendo, ya Dios los está
consagrando y aquí también está la santísima Virgen María. Fíjense qué hermoso,
Cristo presente que bendice la alegría, que bendice el amor humano, todo lo
humano. Dios bendice su amor que consagra la unión del hombre y la mujer,
quiere decir que Dios es amigo de la vida, de las relaciones humanas, de las
bodas… Me imagino a Cristo, ahí en la boda, brindando por los novios, por su
felicidad… De tal manera que la alegría
se siente y el vino está alimentando esa alegría. Se acaba el vino ¿y qué pasó?
La santísima virgen se da cuenta de la angustia de los novios, la preocupación
de los novios y apenas están a media fiesta. ¡No! ¡No tienen vino! ¡Oye hijo,
no tienen vino! -Aún no ha llegado mi hora. Sé que no ha llegado tu hora. Y
entonces María dijo “hagan lo que él les diga”…
Miren, la presencia de Jesús en una boda, puede
interpretarse como la purificación, como la santificación de todas las bodas, lo
mismo que santificó a la familia por el hecho de nacer, crecer y vivir en una
familia. Y qué hermoso, “hagan lo que mi hijo les diga”…
Había seis tinajas de agua que servían de purificación de
los judíos, y Jesús transformó esas seis tinajas en un vino delicioso, en un
vino exquisito, seis tinajas de cien litros cada una… Dense cuenta, este vino
está hablando de la fiesta, de la alegría, del espíritu de que los novios
siempre deben vivir en la alegría, en el gozo del espíritu de Jesucristo.
Enedina y Alfredo, que no se les acabe el vino, que no se
queden nunca con el agua insípida de su humanidad, que no llegue el
aburrimiento, el enfado, la rutina, la costumbre, la indolencia, el cansancio,
los abusos, el desencanto, las incomprensiones, las dudas… Todo eso es lo que
hace el agua insípida y que no saboreen el vino exquisito del encuentro, de la
alegría, de la paz, del gozo… Ahí va estar siempre la virgen a su lado para
interceder por ustedes. ¡Cómo hace falta que los esposos siempre invoquen a la
Señora del Cielo cuando se les acaba el vino! ¡Cuántos habrá que arrastran la
cobija y están que si se quedan, que si se separan o de plano algunos ya se
divorciaron! Qué ocasión hermosa para renovar el amor en el matrimonio de
ustedes, por eso es fiesta y espero, queridos esposos, que aprueben sus amor.
Les insisto, no olviden la presencia de la virgen María en
medio de ustedes, ella es el camino seguro para llegar a Cristo, ténganla
siempre, invóquenla, díganle “padre, ayúdanos”, “madre, se nos acaba el vino”.
No digan “mira esta mujer ya está vieja, no da para más”. ¡No!, “quiero seguir
con ella, quiero seguir con él” hasta que la muerte nos separe… Que así sea.
Cabe señalar que el presente texto ha sido de ayuda para
hacer un balance de nuestra vida en pareja mediante un retiro matrimonial y
renovar el compromiso que hicimos un 16 de junio de 2012.
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