jueves, 15 de junio de 2017

Que no les falte el amor de cada día

…queridos novios, en este camino que comienzan, cada uno tendrá que renunciar frecuentemente a sus propios proyectos, a sus propios gustos, a sus propios intereses personales por el bien del proyecto común. Desde ahora van a decir “nuestros hijos”, “nuestra casa”, “nuestra familia”, no van a decir “yo”, “tú”, “lo mío”, “lo tuyo”… Van a empezar a conjugar el verbo “nosotros”…


¿Recuerda o recuerdas las palabras que el sacerdote les dijo el día de su boda, el día de tu boda? Los que tienen muchos años de casados seguramente reirán nerviosamente y exclamarán un “no me acuerdo, fue hace tanto tiempo” o tal vez exclamarán “lo único que me acuerdo es que la misa fue muy linda, y la pachanga, qué tal”. Los más jóvenes, los que apenas tienen un puñado de años buscarán afanosamente el video de la boda y los esposos, al ver y escuchar las imágenes, recordarán, tal vez palabras sencillas o una reflexión elocuente, lo que el presbítero les dedico aquel día, sin omitir los detalles de la fiesta…

¿Y usted? Me preguntará el lector. Sinceramente no recuerdo las palabras más importantes del  sermón el día de mi boda, busqué el video de mi casamiento y me dio mucho gusto revivir esos momentos. Y para que no se vuelva a empolvar ese recuerdo, transcribí las palabras que el sacerdote pronunció el día del enlace nupcial y comparto con ustedes, a propósito de que mi esposa y yo cumplimos cinco años de casados:


Hoy, para ustedes, Enedina y Alfredo, es un día muy especial que han venido preparando desde hace muchos meses, o años tal vez, y hoy han decidido unirse sacramentalmente. Han decidido hacer de este amor que se tienen, un proyecto de vida en común que es para siempre ¿o que dicen ustedes? ¿Es para un ratito, Enedina? ¿Es para unos meses, Alfredo? ¡Hasta la eternidad!

Es motivo de alegría, es motivo de fiesta para Dios, por eso hoy lo celebramos con sus familiares, con sus amigos, con la gente más cercana a ustedes.

Hoy, ustedes desean que Dios camine a su lado y ustedes caminen con Él, sin embargo, este camino que comienzan no será fácil. Son dos familias distintas, diferentes, la familia Martínez Vázquez, por un lado, la familia Corona Santa Fe por otro lado, con maneras distintas de vivir, con dos experiencias, incluso provienen de dos estados de la república mexicana diferentes, uno el Estado de México y el otro el Estado de Puebla. Sin embargo, el amor supera barreras, el amor supera distancias, el amor supera todo. Los que sí es que estas dos familias van a sentirse ensanchadas, la familia Martínez Vázquez va a enriquecerse con la aportación de la familia Corona Santa Fe, y la familia Corona Santa Fe va a enriquecerse de las aportaciones de la familia Martínez Vázquez, porque van a convivir, aunque ustedes van a vivir aparte. “El casado casa quiere”, dice el refrán, y van a vivir aparte.

Muchos de los aquí presentes saben por experiencia propia que la vida en común de una pareja pide sacrificio, pide esfuerzo, pide entrega, pide donación. San Pablo, en la segunda lectura que hemos escuchado, lo dice muy clarito: “el amor es paciente, el amor es amable, el amor pide confianza y comprensión, el amor deja a un lado la envidia, el orgullo, el enojo…”

Sí, ustedes, queridos novios, en este camino que comienzan, cada uno tendrá que renunciar frecuentemente a sus propios proyectos, a sus propios gustos, a sus propios intereses personales por el bien del proyecto común. Desde ahora van a decir “nuestros hijos”, “nuestra casa”, “nuestra familia”, no van a decir “yo”, “tú”, “lo mío”, “lo tuyo”… Van a empezar a conjugar el verbo “nosotros”, porque ustedes comienzan a ser una comunidad intima de vida y amor, a ejemplo de esa comunidad perfecta y plena que es la Santísima Trinidad. Por eso, ustedes van a vivir el amor de esa manera, y a veces cuesta y es un reto, pero ustedes tendrán, no lo duden, la ayuda permanente de la gracia de Dios. Dios, no les va a fallar, no les falla a ustedes porque ustedes han decidido venir a la Iglesia ante nuestro Señor y pedirle que bendiga su amor. Y cuando el hombre y la mujer deciden que Dios bendiga su unión, esa unión del hombre y la mujer se diviniza, se eterniza.

Hasta ahora, tú Alfredo, has amado a Enedina a lo Martínez Vázquez, porque no podías haberla amado de otra manera, como Enedina te ha amado a lo Corona Santa Fe, pero ahora se amarán a lo divino, porque su amor se diviniza, su amor se sublimiza, su amor se eterniza. Hoy ustedes quieren decirse, sin miedo, que se aman y se aman intensamente y que quieren que Dios consagre su amor y lo proyecte en la vida de todos los días.

Me gustaría pasarles el micrófono y me dijeran: ¿Qué sienten en este momento? ¿Qué experimentan? Miren el texto, ¡qué bello!: “Mi amado es como una gacela, como un ciervo joven. Ahí está: se detiene detrás de nuestro muro; mira por la ventana, espía por el enrejado. Habla mi amado, y me dice: ¡Levántate, amada mía, y ven, hermosa mía!”

Este poema que hemos leído y se nos entrega como palabra de Dios, en todo caso, es lo mismo que les pasa dentro de ustedes y que vale la pena que nos lo quieran decir a todos tan claramente, así tan sencillamente, tan ingenuamente, tan sin miedo que se aman y quieren amarse hasta la eternidad y quieren este amor en su dimensión divina, esta dimensión sobrenatural porque han decidido que se aman y quieren ser totalmente el uno para el otro y que eso les remueve las entrañas. Es algo que alienta, es algo que reconforta, es algo que nos anima a todos en este mundo, en esta sociedad en la que da miedo amar, amar de verdad, amar auténticamente, es un anuncio gozoso en este mundo que enseña a desconfiar los unos de los otros: “Ten cuidado, te están engañando, te está tomando el pelo, se está burlando de ti…” Y olvidamos que amar es el sentido profundo de la vida cristiana, definitivamente no hay auténtica vida cristiana sin amor.

¿Qué nos dice Jesucristo una y otra vez en el evangelio de San Juan? “Como el Padre me ama, así los amo yo”… Así deben amarse ustedes, “permanezcan en mi amor”. “Ámense los unos a los otros y en esto conocerán que son mis discípulos”… Y si ustedes realmente son cristianos, y lo creo, porque no tendría sentido la celebración litúrgica sacramental de este matrimonio, pues entonces ustedes vivan como Jesús lo pide en su evangelio. Jesús nos ama y quiere que sean felices y que ustedes se mantengan siempre unidos en este amor.

¿Qué le vamos a decir dentro de un momento? ¡Felicidades mi vida! ¡Felicidades Alfredo! Que Dios los bendiga, porque esta felicidad plena solo se da cuando se ama a lo divino, cuando se ama como dice Teresa de Calcuta, “hasta que duela”, con alegría. Pero, además, ustedes no van a caminar solos, Jesucristo va a estar de su lado, y no solo Jesucristo, la santísima Virgen maría a quien han invitado, sin duda alguna, a su boda. Por eso, en el evangelio que hemos proclamado de San Juan, es muy bello, muy hermoso. ¡Una boda! Es uno de los momentos más gratificantes que se da en la vida humana ¿Por qué? Porque es la culminación de muchas ilusiones, de muchas esperanzas, es la expresión del amor más grande, es la experiencia de la felicidad, de belleza, de abundancia… Y al rato, qué abundancia de la comida, en la bebida, aunque sea agua de Jamaica pero va haber mucha. Y la abundancia de la música, del baile y la alegría, es una fiesta, es la fiesta del amor a la que Cristo y la santísima Virgen son invitados.

¡Miren, qué hermoso!, aquí en el evangelio se nos presenta: Jesucristo acepta la invitación, se hace presente en la boda de Caná de Galilea, es una verdadera noticia que nos habla de la cercanía de Cristo, de la cercanía de Dios y las relaciones humanas.

¡Miren!, todos nos hemos bañado y perfumado para venir a la fiesta, nos hemos arreglado. Porque la novia viene guapa, porque el novio está impecable, porque la novia significa la Iglesia santa, limpia, inmaculada que sin mancha se entrega a su esposo. Y el novio tendrá que significar a Cristo mismo que se entrega a su esposa hasta la última gota de su sangre… Así va ser tu amor Alfredo, así vas a amar a Enedina y ella te va a corresponder con alegría.

Dense la mano… Ya Dios los está uniendo, ya Dios los está consagrando y aquí también está la santísima Virgen María. Fíjense qué hermoso, Cristo presente que bendice la alegría, que bendice el amor humano, todo lo humano. Dios bendice su amor que consagra la unión del hombre y la mujer, quiere decir que Dios es amigo de la vida, de las relaciones humanas, de las bodas… Me imagino a Cristo, ahí en la boda, brindando por los novios, por su felicidad… De tal manera que  la alegría se siente y el vino está alimentando esa alegría. Se acaba el vino ¿y qué pasó? La santísima virgen se da cuenta de la angustia de los novios, la preocupación de los novios y apenas están a media fiesta. ¡No! ¡No tienen vino! ¡Oye hijo, no tienen vino! -Aún no ha llegado mi hora. Sé que no ha llegado tu hora. Y entonces María dijo “hagan lo que él les diga”…

Miren, la presencia de Jesús en una boda, puede interpretarse como la purificación, como la santificación de todas las bodas, lo mismo que santificó a la familia por el hecho de nacer, crecer y vivir en una familia. Y qué hermoso, “hagan lo que mi hijo les diga”…

Había seis tinajas de agua que servían de purificación de los judíos, y Jesús transformó esas seis tinajas en un vino delicioso, en un vino exquisito, seis tinajas de cien litros cada una… Dense cuenta, este vino está hablando de la fiesta, de la alegría, del espíritu de que los novios siempre deben vivir en la alegría, en el gozo del espíritu de Jesucristo.

Enedina y Alfredo, que no se les acabe el vino, que no se queden nunca con el agua insípida de su humanidad, que no llegue el aburrimiento, el enfado, la rutina, la costumbre, la indolencia, el cansancio, los abusos, el desencanto, las incomprensiones, las dudas… Todo eso es lo que hace el agua insípida y que no saboreen el vino exquisito del encuentro, de la alegría, de la paz, del gozo… Ahí va estar siempre la virgen a su lado para interceder por ustedes. ¡Cómo hace falta que los esposos siempre invoquen a la Señora del Cielo cuando se les acaba el vino! ¡Cuántos habrá que arrastran la cobija y están que si se quedan, que si se separan o de plano algunos ya se divorciaron! Qué ocasión hermosa para renovar el amor en el matrimonio de ustedes, por eso es fiesta y espero, queridos esposos, que aprueben sus amor.

Les insisto, no olviden la presencia de la virgen María en medio de ustedes, ella es el camino seguro para llegar a Cristo, ténganla siempre, invóquenla, díganle “padre, ayúdanos”, “madre, se nos acaba el vino”. No digan “mira esta mujer ya está vieja, no da para más”. ¡No!, “quiero seguir con ella, quiero seguir con él” hasta que la muerte nos separe… Que así sea.

Cabe señalar que el presente texto ha sido de ayuda para hacer un balance de nuestra vida en pareja mediante un retiro matrimonial y renovar el compromiso que hicimos un 16 de junio de 2012.

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