Estamos de nueva
cuenta frente a la pasarela de aspirantes a la presidencia. Otra vez volveremos
a escuchar las mismas promesas, ahora en las voces de nuevos personajes.
El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la
misma piedra, el mexicano es el único ser humano al que le pueden ver la cara
una y otra vez y seguirá creyendo en los políticos. Por ello, nuestro país se
ha convertido en un botín para los que han desempeñado, desempeñan o desean
desempeñar cualquier cargo en el gobierno; ya sea municipal, estatal o federal.
México es patrimonio de los partidos políticos, no nos
hagamos. Ellos son literalmente los dueños del país: lo usan, lo disfrutan y
disponen de él a su antojo.
Todos los políticos son la mejor representación de la
ineptitud, el egoísmo, la codicia, la soberbia y el cinismo. Si no hacemos nada
al respecto, las cosas seguirán igual o peor, independientemente de quien
llegue a la presidencia el año entrante: sea López Obrador, sea José Antonio
Meade, sea Margarita Zavala, sea Ricardo Anaya… Obedecerán al partido que los
postule y sólo verán por su propio beneficio, muy raro si lo hacen en favor de
la ciudadanía. Igual pasará con diputados, senadores, gobernadores, presidentes
municipales y regidores.
México está secuestrado por todos los partidos políticos
Los aspirantes a la presidencia podrán prometer y ofrecer
todo lo que se les antoje durante sus campañas con tal de obtener tu voto. Y quien
llegue a ser el jefe de las instituciones nacionales, si no tiene el apoyo del
congreso, sus iniciativas, por más bienintencionadas que sean, simplemente quedan
congeladas por falta de consenso o por fastidiar el primer mandatario.
Los mexicanos estamos convencidos de que la clase política
no merece nuestra confianza; nos han cansado sus mentiras, sus robos, sus
escándalos, su impunidad, su holgazanería, su egoísmo... Aunque en las urnas
hemos demostrado nuestra irritación a través del abstencionismo y los votos
nulos que aumentan en cada elección, no ha servido de mucho para que se
entienda el malestar. Tal vez la desobediencia civil o la abstención total en las urnas obliguen a replantear la actitud de los políticos con la ciudadanía.
En nuestro país, ser político es una actividad rentable.
Todos quieren convertirse en políticos o colgarse de alguno para vivir del
presupuesto, y una vez que lo logran, jamás se retiran, todo lo contrario, heredan
el oficio a sus hijos.
Si trabajar por el “bien común” en nuestro país, es una
actividad de alta demanda por lo generoso de sus retribuciones y privilegios,
hay que quitarle atractivos a ese oficio, disminuyamos el poder y sus prerrogativas
a todos los puestos de gobierno para garantizar que sólo desempeñarán el cargo
para el cual fueron elegidos y no los motive el hambre de dinero y poder. Para
ello proponemos lo siguiente:
- Disminuir el número de diputados y senadores.
- Desaparecer la figura de diputados y senadores plurinominales.
- Fijar los períodos de gobierno a 4 años (presidencia, gubernaturas, alcaldías y legislaturas)
- No podrán tener mayores prestaciones económicas, sociales y en especie que las consagradas en la Ley Federal del Trabajo.
- Todos los servidores públicos tendrán acceso al Seguro Social y no contarán con ningún apoyo de gastos médicos.
- Ningún servidor público gozará de fuero ni protección especial alguna.
- No podrán desempeñar diferentes cargos públicos en períodos consecutivos.
- Reducir considerablemente las participaciones e ingresos económicos a los partidos políticos por parte del Estado.
- Reducir el tiempo y los gastos de campañas políticas.
De antemano sabemos que estas propuestas y muchas más, nunca
las van a aprobar, a menos que los ciudadanos unidos, obliguemos a nuestros “representantes”
convertirlas en ley y se apliquen implacablemente. De esta manera aseguraremos que,
quienes quieran ejercer el poder, desde cualquier ámbito, sólo persigan el bien
común y no sus intereses personales o de grupo. ¡Ya estuvo bueno de tanta trácala!
En el México actual, un político se vuelve un hombre
poderoso, y un hombre poderoso es como un adicto, llega embriagado de poder a
su casa, con su esposa e hijos, rodeado de todos los símbolos: los guaruras, el
traje carísimo, los celulares, las edecanes... Después de 10 años en el cargo,
los políticos viven con amarguras, con odios, con frustraciones, con problemas
de identidad, el poder no les satisface, siempre quieren más. Estos personajes
son los que deben desaparecer definitivamente, para ello tenemos dos
alternativas:
La del compromiso: Presionamos a los legisladores para que modifiquen
las leyes sobre los derechos y condiciones de trabajo de los servidores
públicos de primer nivel, al grado de que transparenten su función.
La del miedo, de la apatía, del “no se puede” o del “me
vale”: Seguimos viviendo cómodamente sin meternos en líos, observando cómo los
políticos hacen lo que les viene en gana, como lo han venido haciendo.
Si eliges la primera opción, tienes mucho por ganar y nada
qué perder. Si te vas por la segunda, nunca más vuelvas a quejarte del gobierno
que tienes porque tú lo elegiste o eligieron por ti... Ahí te encargo.
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