lunes, 31 de diciembre de 2018

Aprendamos del águila

En nuestra vida, muchas veces tenemos que resguardarnos por algún tiempo y comenzar un proceso de renovación. Para continuar con un vuelo de victoria; debemos desprendernos de costumbres, tradiciones y recuerdos que nos causaron dolor. Solamente libres del peso del pasado podremos aprovechar el resultado valioso que una renovación siempre trae.


Por Enrique López Albores *

¿Ha pensado en nuevos propósitos para este año que comenzamos? ¿Ha considerado la posibilidad de romper hábitos que le estorban y adquirir otros que le permitan avanzar? Por lo regular el fin de año y el comienzo de uno nuevo nos da el espacio de tiempo necesario para preguntarnos sobre lo que hemos venido haciendo, lo que nos falta por hacer y también por aquello que hemos venido siendo y dejando de ser.

“Es imposible vivir una vida que no se piensa a sí misma”, esta ha sido una sentencia que ha marcado una tendencia y ha puesto de manifiesto la cualidad única y que exclusivamente posee el ser humano de verse a sí mismo desde diferentes perspectivas, desde diferentes ángulos que le permiten revisar lo que está haciendo y siendo.

La capacidad que tenemos para tomar distancia de nosotros mismos y vernos con nuestros propios ojos, pero “desde los ojos de alguien más” es lo que conocemos como el auto distanciamiento. Vernos con los ojos de alguien más y que al mismo tiempo sean los nuestros viéndonos desde lo más profundo de nuestro ser, desde la dimensión más saludable que poseemos dentro de nosotros mismos, viéndonos desde nuestra espiritualidad más profunda, desde nuestra conciencia intuitiva que nos dice exactamente cuando estamos acertando en nuestro crecimiento o cuando estamos errando el camino de nuestro proceso de humanización.

En otras palabras, la capacidad de auto distanciarnos nos permite vernos con una mirada renovada y esta capacidad es la que utilizamos cuando revisamos nuestra vida para hacer nuestro balance existencial anual, mensual, semanal o a diario.

Ya que comenzamos el año y con el afán de promover la reflexión, así como la capacidad de vernos con una mirada nueva, quiero compartir con ustedes la siguiente narración que nos cuenta la experiencia del águila de la cual considero que tenemos mucho que aprender ya que en nuestra vida sucede muchas veces en cada momento de transición, en cada momento de cambio nos tenemos que someter a situaciones de ruptura para continuar, de cambio para permanecer, de morir para vivir.

El águila es el ave de mayor longevidad de la especie. Llega a vivir 70 años, pero para llegar a esa edad, a los 40, deberá tomar una seria y difícil decisión.

A los 40 años, sus uñas están apretadas y flexibles, apenas consigue tomar a sus presas de las cuales se alimenta. Su pico, largo y puntiagudo se curva, apuntando contra el pecho. Sus alas están envejecidas y pesadas y sus plumas gruesas, en esas condiciones al águila le cuesta trabajo volar. Entonces, el ave tiene dos alternativas: morir o enfrentar un doloroso proceso de renovación, que dura 150 días. Ese proceso consiste en volar hacia lo alto de una montaña y quedarse ahí en un nido cercano a un paredón, en donde no tenga la necesidad de volar.

Después de encontrarse en ese lugar, el águila golpea su pico contra la pared hasta conseguir desprenderlo. Posteriormente, espera el crecimiento de uno nuevo con el que se despoja de sus garras. Cuando las nuevas uñas comienzan a nacer, removerá sus plumas viejas. Después de cinco meses, sale para el famoso vuelo de renovación y vivir 30 años más...

En nuestra vida, muchas veces tenemos que resguardarnos por algún tiempo y comenzar un proceso de renovación. Para continuar con un vuelo de victoria, debemos desprendernos de costumbres, tradiciones y recuerdos que nos causaron dolor. Solamente libres del peso del pasado podremos aprovechar el resultado valioso que una renovación siempre trae.

Ese vuelo de victoria es la carrera de toda persona a lo largo de toda su vida, la renovación se presenta como una oportunidad en cada momento ya sea de fallo o de victoria pues debemos siempre estar dispuestos a rectificar nuestros errores y debilidades, así como a afianzar mejorando aquello que nos sale bien para seguir creciendo como seres humanos en pro de la Construcción de Nuestra Humanidad Posible.


* El autor es catedrático en la Universidad Iberoamericana Puebla y en la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP). Consultor en empresas como BBVA Bancomer, ThyssenKrup, Federal Mogul, Holcim Apasco, Grupo Lamitec, entre otras, en donde ha integrado equipos de alto desempeño e impartido seminarios de formación a nivel gerencial y mandos medios.

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