lunes, 18 de julio de 2022

In Memoriam Padre Nacho Gonzalez Molina

Y yo creo que, en Suave Patria, el Padre Nacho adoró a Dios, veneró a la Virgen y con sus conocimientos, desbancando la historia oficial o la historia monumental yo creo que honró a la Patria mexicana, mejor que muchos otros; la honró como clérigo, la honró como académico y yo creo que la honró como mexicano.


A manera de homenaje, transcribo la semblanza que el Padre José Luis Bautista (*) le dedicó al Padre Nacho González Molina en el programa de radio “Buenas Noches Puebla” que se emitió el 6 de julio en la XEHR 1090 de a.m.


“El pasado domingo 3 de julio, siendo las calendas del tiempo, las 9:45 de la noche, se apagó una luz que brilló siempre en los lugares donde el Señor de la Historia lo situó. Un hombre carismático, un sacerdote inteligentísimo y culto. Uno de los últimos adalides de la fe que combatió en la congruencia, en los medios de comunicación, en la academia, en la historia, pero en especial, como guía de almas y como amigo de espíritu jesuita, pero de un hombre que por su preclara cultura brilló. Una pérdida irreparable para la arquidiócesis de Puebla de los ángeles, y me refiero al Padre José Ignacio González Molina.

“Él vio la luz el 19 de septiembre de 1944 en la bellísima Teziutlán que ha dado, no solamente para la alegría de Puebla de los ángeles, sino para toda la nación, hombres y mujeres comprometidos en las realidades temporales como empresarios, políticos, profesionistas y artesanos. Fue hijo de don Ignacio González Cruzado y de doña Josefina Molina. Cuando él fallece tenía 77 años de edad y 45 años 51 días de sacerdote.

“Déjenme comentarles que yo conocí al Padre Nacho, como cariñosamente la llamábamos, hace 39 años en ocasión de que se publicó el derecho canónico en tiempo del Papa Juan Pablo II en 1983 y, todos los señores obispos de la república mexicana, tomaron un curso en el Seminario Palafoxiano para que se les explicara el formato del nuevo código de derecho canónico. Como seminarista, me tocó una comisión bastante sencilla, que era repartir las hojas a los señores obispos. Yo estaba en una plática en la parte de atrás, y recuerdo, como si fuera ayer, aunque ya han pasado cerca de ocho lustros, al Padre Nacho con su mirada que irradiaba mucha alegría y con su sonrisa inigualable. Me tocó por el hombro y me dijo: ‘¿Tú eres el seminarista José Luis?’ Yo dije sí. ‘Oye, dame las hojas que has dado en la mañana’. Le dije sí.

“Nacho siempre se distinguió como deportista, era atleta en la natación, por tanto, nunca aparentó la edad que tenía, o más bien, no se descubría qué edad tenía porque cuando lo conocí, pensé que era seminarista. Y le pregunto todavía: ‘¿Tú de qué seminario vienes?’ Me dijo ‘No, yo soy padre jesuita’. ‘¡Ah! ¿Eres padre jesuita?’ Y le dije perdóneme usted. Porque como buen poblano, a la gente mayor le hablo de usted. Desde aquel momento comenzó la relación, primero, de respeto al maestro, y después, al amigo.

“El Padre Nacho incursionó en el carisma vocacional con los padres jesuitas. Recordemos que los padres jesuitas fundados en el siglo XVI por Ignacio de Loyola, han dado frutos grandiosos en el mundo entero, bueno sino en el mundo entero por lo menos en el mundo occidental, por los cuatro votos: obediencia, pobreza, castidad y fidelidad al Papa.

“Un ejercicio profundo, en el discernimiento del espíritu jesuita es que los dejan estudiar lo que ellos gusten. Eso es algo grandioso. O que, si a alguien le gusta la física, la química, el cálculo lineal, la robótica o la historia, se desarrollan en lo que les agrada. Y cuál fue, como decía el Padre Nacho, su amor fue a la historia. Yo recuerdo en su programa de radio, hace 25 años, La mula no era arisca, en la XECD, una estación de la competencia. Él decía: ‘Yo soy historiador y aprendiz de sacerdote’. Su gran pasión siempre fue la Historia.


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“El 7 de mayo de 1977, cuando él contaba con 33 años se ordenó presbítero, recordando que los padres jesuitas, así como los padres legionarios, no solamente estudian filosofía y teología, sino aparte estudian otra carrera. ¿Cuál fue la carrera que estudio él en la Universidad Iberoamericana allá en México, en Santa Fe? Estudio la licencia en Historia. Apasionado en la Historia, porque consultó archivos, gran conocedor del porfiriato y gran defensor no de la Historia idílica, oficial o monumental, sino recordando aquella frase del gran historiador del siglo XIX don Lucas Alamán: ‘Pobre de México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos’. Y el padre Nacho lo explicaba perfectamente bien con datos contundentes, así pues, empezó el Padre Ignacio su labor como presbítero. Primero, como ministro de la palabra (…)  qué difícil fue recuperar a los fieles que iban por la predicación del padre Nacho porque, como dice el documento pontificio Verbum Domini, muchos fieles se sienten desalentados porque los sacerdotes no preparamos la homilía. Y el Padre Nacho con toda la cultura, toda la inteligencia que él tenía, sus homilías, atractivas, la gente estaba atenta. Polémico sí, porque todos tenemos signos de contradicción.

“Yo dudo de los padres que solamente son amados. No, los sacerdotes somos amados y odiados (…) el Padre Nacho fue amado por mucha gente, pero tal vez, por su forma de ser, despertaba, aun en el clero, envidias. Porque si hubo envidias en el colegio apostólico cuando la mamá de los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, le pedían a Jesús uno que se siente a la derecha y otro a la izquierda, y surgieron envidias en los demás apóstoles. Si eso pasó en el colegio apostólico, pues que no va a pasar entre el clero que somos seres humanos con fragilidades y con sentimientos a veces de envidia.


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“Él fue ministro de los sacramentos, y a cuántos, y a cuántos el Padre Nacho bautizó, celebró el matrimonio, confesó, ungió. Desempeñó su ministerio en varios lugares cuando fue jesuita, después cuando fue admitido por don Rosendo Huesca Pacheco. Celebró como vicario en la actual parroquia de Nuestra Señora de la Esperanza, colonia las ánimas (…) después fue párroco de Nuestra Señora del Camino, allí en la Atlixcayotl, donde ayudó a muchísima gente y aún donde la señora Peralta, desde México venía en helicóptero a participar de su misa dominical, como era un sacerdote carismático. Por eso, pues algunos clérigos, le tuvieron envidia.

“Ojalá Puebla tuviera muchos sacerdotes intelectuales, cultos, pero en especial, santos. Pero también fue, guía de la comunidad. En ese aspecto, el padre Nacho fue puente, pontífice para ayudar en las necesidades de los más desamparados.

“Nunca, nunca, su corazón estuvo sujeto al dinero, como es el problema de algunos clérigos que hasta hacen coperachas para tener dinero. Lejos de él, la ambición al dinero. El Padre Ignacio tuvo buena cuna económica, indudablemente su corazón estaba lejos, lejos del dinero, aun en esa acción de guía de la comunidad ayudó a conocida familia capitalina de Puebla de los ángeles, al rescate de uno de sus hijos que tenían secuestrados. No menciono a la familia por respeto, pero él, lo platicaba con vehemencia ya que alguno de los sacerdotes legionarios que no digo el nombre tampoco y que, por cierto, amigos de la misma familia no quisieron ayudar para pagar el rescate de esta persona. Esa es la intuición jesuita, porque Nacho, el maestro, nunca dejó de ser jesuita, lo tenía plasmado en su mente y en su corazón, enamorado del espíritu de san Ignacio de Loyola.

“Una gran labor que hizo él, pero quisiera referirme a él como el hombre académico que fue. Primero, al decir que es académico, me refiero a que fue maestro, indudablemente, del Oriente donde sus compañeros y alumnos lo quisieron mucho. Gran conversador, innato, porque qué difícil es sentarse a la mesa y no recibir la gratificación de la gratitud en la conversación. Nacho lo era, conquistaba, animaba. Yo tuve el privilegio y le llamo privilegio de platicar, de conversar con él… Se le va a extrañar porque era un sacerdote que sabía utilizar su tiempo en conversaciones académicas, pero también, en conversaciones de ayuda a los demás.

“Maestro de la Libre de Derecho durante varios años porque, con toda humildad lo digo, cuántos sacerdotes de Puebla de los ángeles damos clases en la universidad. En la Libre de Derecho el Padre (Humberto) Vargas y el Padre Nacho, en el Benavente el Padre Filogonio (+), en la UDLA el Padre Maceda, en el Anáhuac el Padre Jaime Vázquez y también el Padre Pedro Sánchez. Pero son pocos sacerdotes que incursionan en la universidad. Y el Padre Nacho fue maestro en el seminario Palafoxiano.

“Yo tuve la suerte, yo tuve la fortuna de escucharlo, era una delicia escucharlo como historiador. Yo estudié Historia en la BUAP, y en el seminario, junto al Padre Nacho puedo pensar en la BUAP el maestro Conrado Quintero que ya murió y era un deleite escucharlo. Y también era un deleite escuchar a la maestra María del Pilar Paleta. Son los maestros que te marcan, que todavía dan cátedra y ¿Qué es la cátedra? No como dicen las estrategias de aprendizajes, ‘haz diez equipos y que los muchachos den la clase’ o que todo lo hace el power point. ¡No! Estos maestros daban cátedra, llegaban sin un libro como el Padre Filogonio o el Padre Guillermo y tú quedabas embelesado. Hoy, casi los maestros ya no damos cátedra y Nacho, perdón, yo siempre le hablé de usted, tal vez los últimos cuatro años porque él me lo pidió: ‘ya no me hables de usted, Luis, háblame de tú’, y era el único mayor que yo, porque me lo pidió varias veces que le hablara de tú. Es que los maestros imponen y él a mí, me imponía.


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Siempre he dicho que el desarrollo profesional, académico no solamente de un sacerdote, de un laico o de alguien que ejerce su amor a una determinada área del conocimiento es que le sirva con fidelidad, le sirva con amor y Nacho lo hizo. Era un enamorado de la cátedra. Yo conozco a varios de sus alumnos de la Libre de Derecho y del Oriente que lo admiraban por su decencia, por su ecuanimidad y por su don. Un gran académico porque investigaba, iba a los archivos, defendía, argumentaba, razonaba, daba criterios. Por eso digo, que Puebla, hasta llovía ese día que lo sepultaron, porque Puebla está de luto porque ha perdido a un gran defensor, y me refiero al Padre Ignacio González Molina. Por eso, en el aspecto académico no sólo incursionó como maestro, sino como escritor en El Universal, en Milenio y en La Opinión, y tal vez en la censura de otros años. Él se presentaba no como presbítero, porque sabemos que él se acreditaba como Ignacio González Molina por aquella censura que había por parte de la Secretaría de Gobernación allá en los años 80 y tal vez en los 90 porque los sacerdotes antes de 1993 no teníamos personalidad jurídica. Por eso, el que él vertiera las opiniones profundas y claro, era historiador, pero estaba consciente de ser sacerdote. Hablaba de los desaciertos de la iglesia, pero también hablaba de los grandes aciertos de la iglesia católica en las diferentes épocas de la misma historia de la iglesia.

“Han sido pocos sacerdotes que han intervenido en medios de comunicación. Cuando vivía el papá de Rafael Cañedo, uno de ellos fue el Padre Isauro Corona Báez hace ya muchísimos años. Otro fue el Padre que le llamaba siempre “campeón sin corona”, Alejandro Arenas Torres, párroco de Atlixco. Otro fue el Padre Rogelio Montenegro, decano en Puebla de los medios de comunicación y otro fue el Padre Nacho González que también fue decano en Puebla de los medios de comunicación. Otro fue Monseñor Eugenio Lira Rugarcía. Pero son pocos los sacerdotes que intervienen en los medios de comunicación, pero, la gran diferencia que tuvo el Padre Nacho con los demás sacerdotes es que no solamente hablaba de temas de religión, también hablaba temas de historia y de temas de política, y daba argumentos. Esa fue la diferencia con los demás.

“Y otro programa con el que me deleitaba, en radio SICOM, me refiero a Suave Patria en donde el Padre Nacho participaba y recuerdo aquella frase que el decía: ‘A Dios se le adora, a la Virgen María se le venera y a la Patria, se le honra’. Y yo creo que, en Suave Patria, el Padre Nacho adoró a Dios, veneró a la Virgen y con sus conocimientos, desbancando la historia oficial o la historia monumental yo creo que honró a la Patria mexicana, mejor que muchos otros; la honró como clérigo, la honró como académico y yo creo que la honró como mexicano.


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“Yo creo que él siempre se mostró incondicional con sus amigos y aun con los que no tuvo la capacidad de comprender y de perdonar.

“La última vez que comimos con él, su semblante había cambiado, porque ustedes saben que el cáncer acaba con todo. Lo vi dubitativo, pero con una expresión de serenidad, esperando lo que Dios le pidiera.

“Unos días antes de que partiera a la casa del Padre, mi buen amigo, el señor Avendaño y yo fuimos a verlo, le ofrecí lo que todos los sacerdotes ofrecemos a amigos y extraños: los sacramentos. Y qué mejor; al sacerdote, al maestro, al amigo que tanto hizo por su iglesia… Sí nos reconoció, hizo un esfuerzo por seguir la liturgia que marcan estos sacramentos, siguió la liturgia. “Yo lo vi ya muy débil, mermado en fuerzas, pero lo vi tranquilo y sereno. Sus dolores eran inmensos, pero lo vi con tal serenidad que me transmitió una paz profunda. Un servidor, como encargado de la pastoral de la salud en la arquidiócesis angelopolitana, a veces pensamos que vamos a dar fortaleza y consuelo a los enfermos, pero no es así. Cuando los enfermos viven verdaderamente la fe, son ellos son los que nos dan fuerza, son ellos los que nos dan la paz, son ellos son los que nos dan firmeza de espíritu, son ellos los que nos dan consuelo. Y haciendo un paréntesis, recuerdo a otro amigo que también sufrió los estragos de el cáncer, y me refiero al Padre Joaquín Rivadeneyra de la Barreda, que, por cierto, invitaba nuestro amigo común, de feliz memoria, Edmundo Meza, en el programa de los jueves. Y Joaquín, otro hombre inteligente, otro hombre encomiable se fue deteriorando físicamente por el cáncer al igual que el Padre Nacho.

“Yo vi al Padre Nacho sereno y tranquilo, recibiendo los sacramentos. Mi interior, como presbítero, estaba dolido y tenía compasión por el maestro. Y yo le dije: ‘Maestro, cuando Dios así lo disponga va a contemplar al terminar su último combate, al Señor de la Historia, al rey de reyes, al Dios verdadero’. Me escuchaba, asentaba con la cabeza, pero me impresionó su fortaleza de espíritu. No podíamos esperar menos del Padre Nacho, siempre fue fuerte, aún en los momentos duros que vivió como presbítero, como maestro, como académico y como amigo. Por eso, esta breve semblanza y este hondo pesar que nos deja el Padre Nacho en su partida a la casa del Padre.

“Pero ¿Qué es lo que nos anima? Y esto nos hace recordar precisamente el evangelio de Juan, el capítulo primero, versículos 1 al 6 cuando dice: ‘En la casa de mi Padre habrá muchas habitaciones, yo les prepararé un lugar y después regresaré y los llevare conmigo para que donde yo esté estén ustedes y a donde yo voy ya saben el camino’. Es decir, que, pasando esta vida pasajera, vamos a contemplar a Jesús y lo veremos tal cual es. Y eso es lo que deseamos, eso es lo que esperamos, eso es lo que creemos.

“Como decía el gran San Juan Crisóstomo en una homilía exequial: ‘A nuestros difuntos podemos ofrecerle lágrimas, pero las lágrimas se secan. Podemos ofrecerles cirios, pero los cirios se consumen. Podemos ofrecerles flores, pero las flores se marchitan. Lo único que no se seca, que no se consume ni marchita es nuestra oración’.

“Desde aquí, un saludo respetuoso a la familia de nuestro amigo y, ciertamente su recuerdo va a perdurar entre nosotros. ¿Cuándo acabará su recuerdo? Cuando dejemos de evocar o de pensar en él. Y ahorita, en esa alegría que le caracterizaba, porque tenía una sonrisa contagiosa, desde la casa de Dios Padre yo estoy seguro que está lleno de alegría porque está contemplando a su Señor y a su Dios, y eso, a cada uno de nosotros los que lo quisimos y admiramos, debemos estar llenos de alegría porque ha cumplido su misión cabalmente en la tierra.”


* El Padre José Luis Bautista es coordinador de la Pastoral de la salud en la Arquidiócesis de Puebla, licenciado en Historia por la BUAP, Rector del santuario de San Judas Tadeo en la angelopolis, Director del Instituto de Teología para Laicos Camino, Verdad y Vida; Profesor en Ciencia Política en la UAPEP, colaborador en el programa de radio Buenas Noches Puebla en la XEHR 1090 de a.m.y en Parmenas Radio.


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