miércoles, 12 de mayo de 2010

Remen mar adentro

Hace unos días recibí una invitación para unirme al grupo “Los mensajeros del Señor” al que se puede acceder si uno tiene cuenta en Facebook, una de las redes sociales más populares en internet. Al principio pensé que se trataba de afiliarse a un movimiento sectario pero fue grande mi sorpresa saber que la convocatoria que me formuló Jesús, el Rabí de Galilea, es para comunicar su Evangelio en la nueva generación de medios audiovisuales.

El hecho de haberme elegido no es para formar un grupo selecto ni nada por el estilo, sencillamente depositó su confianza, como a muchas otras personas que ha elegido, para llevar su palabra a aquellos que no le conocen y sean liberados por el mensaje de misericordia y esperanza. Eso sí, me exigió ser congruente en palabras y acciones en todo momento, le disgusta que catequistas, líderes de apostolados, alguna religiosa o religioso y uno que otro sacerdote prediquen santos y escupan demonios. “Esos no son dignos de ser mis mensajeros, aborrezco a quienes pretenden hacerse de poder y privilegios, por más buenas intenciones que tengan. Yo exijo discípulos que dejen todo por mí, no solo dispuestos a difundir el legado de mi Padre que les he revelado, también están llamados a denunciar con valentía la pobreza y la injusticia, ser conciencia lúdica, ayudar a construir un mundo mejor. Como les dijo el Padre Felipe Arizmendi, no teman hablar a la gente de Dios, remen, remen mar adentro.”

La tarea parece difícil pero con tales exhortos, el rabí me brindó los ánimos necesarios para ejecutar mi trabajo. Sin embargo, emergieron de mí algunas inquietudes, tan naturales como humanas para exponerlas. Me dijo que no me sorprendiera de las envidias, de los alejamientos y los silencios mal disimulados de mis compañeros en la faena de comunicar el Evangelio, incluso podría quedarme solo en esta tarea pero con la ayuda del Espíritu de la Verdad sabré actuar para seguir con la misión encomendada.

Pese a las vicisitudes que se presenten en el camino, al final el Hijo del Hombre sabrá recompensar mis esfuerzos y el de mis compañeros, los que lealmente cumplieron a cabalidad con el encargo, de eso estoy seguro.

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