miércoles, 16 de junio de 2010

Dios es redondo

Llega al sucederse de nuestros días, un acontecimiento de índole mundial que pone en la mira la cercanía de las naciones y los pueblos. En las próximas semanas la atención para muchos girará en torno a un balón que provoca pasiones, sacraliza hazañas, desata sentimientos y concentra fiestas y entusiasmos. En los espíritus nacionales crece la expectativa por ver la garra y fortaleza de las respectivas selecciones en medio del gusto por la competencia.

Cada cuatro años se esperan cosechar triunfos y ser testigos de la historia que quiere desaparecer del planeta fenómenos como la violencia y el racismo, eso sólo se logra cuando las sociedades alcanzan la conciencia de que hay circunstancias que hermanan y no dividen.

Desde hace mucho tiempo el fútbol se ha ido convirtiendo en el deporte popular: en muchos lugares todos los domingos se celebran partidos que aunados con el precepto de “ir a Misa” conforman la cultura dominical (aunque para ser sinceros este último se olvida hasta como “precepto”) El fútbol se ha convertido, tanto para los jugadores como para los aficionados, en medio terapéutico para desahogar tensiones personales y colectivas.

Si observamos el principio de los partidos, muchos jugadores al entrar a la cancha se santiguan o rezan en los vestidores; en medio del nerviosismo y la tensión tienen un momento para detenerse y encomendarse a Dios antes de salir al campo. También observamos que los futbolistas al anotar un gol hacen la señal de la cruz mirando al cielo, o besan un crucifijo que llevan en su cadena, o simplemente se lo ofrecen a Dios. También sucede con los técnicos pero en menor proporción. ¿Magia? ¿Superstición? ¿Religión? ¿Fe? ¿Cómo funciona esto en los futbolistas? Para algunos será el momento de utilizar a Dios en beneficio propio; para otros es la atención provocada por el miedo de tal forma que si no lo hacen Dios se enojará y perderán el partido. Sin embargo, para otros es confiar, abandonarse plenamente a Dios y ponerse totalmente en sus manos y en su voluntad.

Dejando atrás los “rituales obligados” o de “rigor”, hay algunos futbolistas que no tienen reparos en hablar de su fe en Dios, en la Virgen, en los Santos. Otros han hecho que la afluencia de fieles a la Eucaristía se incremente por su presencia; incluso en el fútbol también existen capellanes que aconsejan, orientan, casan, bautizan a los hijos de los jugadores, rezan, celebran la Eucaristía y son amigos de los deportistas.

El deporte y la vida cristiana no están separados, no se puede dejar la fe en la entrada del estadio o en el casillero del vestidor, al contrario, el deporte también es un medio para dar testimonio de la obra de Dios en la propia vida, así nos lo han enseñado los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI. Dios se sienta a disfrutar del fútbol, él también grita desde la tribuna del cielo y estará presente en el Mundial de Sudáfrica 2010.

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