viernes, 14 de octubre de 2011

Buen gobierno y participación ciudadana

La participación en la vida comunitaria no es solamente una de las mayores aspiraciones del ciudadano, llamado a ejercitar libre y responsablemente el propio papel cívico con y para los demás, sino también uno de los pilares de todos los ordenamientos democráticos, además de una de las mejores garantías de permanencia de la democracia.

En la democracia, la participación ciudadana es un elemento esencial que se expresa, esencialmente, en una serie de actividades mediante las cuales el ciudadano, como individuo o asociado a otros, directamente o por medio de los propios representantes, contribuye a la vida cultural, económica, política y social de la comunidad civil a la que pertenece.

La participación es un deber que todos han de cumplir conscientemente, en modo responsable y con vistas al bien común. La participación no puede ser delimitada o restringida a algún contenido particular de la vida social, dada su importancia para el crecimiento, sobre todo humano, en ámbitos como el mundo del trabajo y de las actividades económicas en sus dinámicas internas, la información y la cultura y, muy especialmente, la vida social y política hasta los niveles más altos, como son aquellos de los que depende la colaboración de todos los pueblos en la edificación de una comunidad internacional solidaria.

Desde esta perspectiva, se hace imprescindible la exigencia de favorecer la participación, sobre todo, de los más débiles, así como la alternancia de los dirigentes políticos, con el fin de evitar que se instauren privilegios ocultos; es necesario, además, un fuerte empeño moral, para que la gestión de la vida pública sea el fruto de la corresponsabilidad de cada uno con respecto al bien común.

La participación en la vida comunitaria no es solamente una de las mayores aspiraciones del ciudadano, llamado a ejercitar libre y responsablemente el propio papel cívico con y para los demás, sino también uno de los pilares de todos los ordenamientos democráticos, además de una de las mejores garantías de permanencia de la democracia.

El gobierno democrático, en efecto, se define a partir de la atribución, por parte del pueblo, de poderes y funciones, que deben ejercitarse en su nombre, por su cuenta y a su favor; es evidente, pues, que toda democracia debe ser participativa. Lo cual comporta que los diversos sujetos de la comunidad civil, en cualquiera de sus niveles, sean informados, escuchados e implicados en el ejercicio de las funciones que ésta desarrolla. La participación puede lograrse en todas las relaciones posibles entre el ciudadano y las instituciones, para ello, se debe prestar particular atención a los contextos históricos y sociales en los que la participación debería actuarse verdaderamente.

La superación de los obstáculos culturales, jurídicos y sociales que con frecuencia se interponen, como verdaderas barreras, a la participación solidaria de los ciudadanos en los destinos de la propia comunidad, requiere una obra informativa y educativa. Sin esto se pone en peligro la participación ciudadana pues caería en posturas que llevan al ciudadano a formas de participación insuficientes o incorrectas, llenas de desinterés por todo lo que concierne a la esfera de la vida social y política, ventajosas para quien las propone e impulsa, casi como si ésta estuviera al servicio de las necesidades egoístas; y en la praxis de limitarse a la expresión de la opción superficial y manipulada. La información se encuentra entre los principales instrumentos de participación democrática.

Es impensable la participación sin el conocimiento de los problemas de la comunidad política, de los datos de hecho y de las varias propuestas de solución. Es necesario asegurar un pluralismo real en este delicado ámbito de la vida social, garantizando una multiplicidad de formas e instrumentos en el campo de la información y de la comunicación, y facilitando condiciones de igualdad en la posesión y uso de estos instrumentos mediante leyes apropiadas.

Postre

La semana pasada, el gobernador de la capital de la república mexicana, Marcelo Ebrard, sugirió la conformación de un gobierno de coalición, dado que nuestro país vive una etapa crucial de su vida política y es necesario fortalecer su vida institucional, social y económica. La propuesta es, en principio, atractiva; sin embargo, para que la suma de todas las visiones del bien común encajen, tendrán que formular un proyecto de nación que realmente ponga el interés de la nación por encima de los intereses de mafias y feudos de poder. Aunque la propuesta tenga buenas intenciones, se esconde el propósito de impedir el regreso del PRI al poder.

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