Hoy celebramos la fiesta de Cristo Rey del universo, una proclamación que no tiene otro carácter más que el que Dios mismo le da: Él no está ausente, aunque se le quiera hacer a un lado.
¡Ah! ¡Si comprendiéramos la necesidad del rabí de Galilea que tienen los hombres de hoy! Pero el género humano quiere que Cristo sea hoy el gran ausente, y sin embargo le necesitamos.
Los hombres creemos tenerlo todo con las técnicas, las modas cambiantes, las pretendidas libertades o las grandes extravagancias que nos tientan como un inmenso escaparate capaz de saciarlo todo. Pero no es así, siempre nos quedamos ansiándolo todo sin saber en realidad lo que queremos. Por eso, muchos se quedan postrados, desilusionados, odiando lo que amaban, odiando a los demás, y odiándose a sí mismos, sin apetito de valores ni fuerza de trascendencia.
Y a todos ellos, a los encantados y a los desilusionados del mundo, quiere llegar Cristo. Por eso, se necesitan hombres preparados y olvidados de sí mismos, que salgan y no esperen a que lleguen a ellos, hombres que sean capaces de darlo todo, hombres que vivan sólo para la misión, colanoradores del Reino de Cristo. Pero esto no es flor de un día, ni fruto de un fervor pasajero; requiere prepararse cada día en todas las dimensiones humanas según un proyecto, requiere vaciarse de uno mismo, morir todos los días y poner en el hueco vacío al Hijo del hombre para que pueda crecer y nosotros desaparecer en Él.
Las dudas, las ansiedades, las divisiones, no pueden nacer de Dios que es unidad, serenidad, luz, verdad, con el que es incompatible la muerte, la separación, la duda. Pero también en esto somos un campo abierto en el que, junto a Dios que siembra trigo, aparece el enemigo que viene de noche y arroja cizaña, intentando a toda costa dividirnos para vencernos.
Nos ha tocado vivir tiempos difíciles, en los que es muy fácil sucumbir, aun sin darse cuenta; tiempos en que el Espíritu Santo actúa más intensamente que nunca para iluminar, para apoyar, para fortalecer, para dar eficacia, para dar arrojo y valentía a cuantos quieren ser apasionadamente fieles a Cristo nuestro Señor. Tiempos hermosos, no de tranquilidad, sino de riesgo y lucha, en que las veinticuatro horas de cada jornada nos permiten dar testimonio de Cristo ante la faz del mundo; tiempos que, como en los inicios del cristianismo, creer en Jesús acarreaba la proscripción pública, pero era hermoso reunirse con los hermanos para la fracción del pan, sintiéndose como rebaño de Cristo, para ser inmensamente felices en el subsuelo de Roma, contándose mutuamente los lentos, pero incontenibles avances de la levadura cristiana en medio de la masa pagana, y animándose a perseverar en el testimonio de unión y caridad, argumento máximo para el proselitismo cristiano.
Los tiempos actuales exigen reciedumbre en la vivencia de la fe, no más prácticas formalistas ni creencias tradicionales, tampoco cómodas vivencias ambientales. El nuevo milenio reclama una fe viva y personalizada, que sea abrazada por convicción y voluntad, más que por sentimientos, una fe que se viva a contra corriente, una fe recia y heroica.
Postre:
Menudo fin de semana, desde el viernes los chamacos dejan de ir a la escuela y regresan hasta el martes, ellos, muy felices de la vida porque seguramente no les dejaron tarea… Algunos profesores apenas disimularán su molestia por este puente revolucionario, la mayor parte de la plantilla magisterial no dejará de manifestar su beneplácito por lo que el presidente de México, Felipe Calderón, denominó como “buen fin”, a dilapidar el sueldo, a gastar el aguinaldo recibido por adelantado… Por estos puentes trágicos la educación en nuestro país no avanza… ¡México! ¡México! ¡¡¡Ra, ra, ra!!!
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