El atropello, la intransigencia y la violencia son opciones
que sólo siembran y engendran odio y muerte. Únicamente la razón y el amor son
medios válidos para superar y resolver los conflictos entre las personas y los
pueblos.
La amenaza de la violencia y el terror siguen siendo una
fuente de preocupación constante. Los últimos acontecimientos de nuestra
historia han afectado seriamente al normal y pacífico desarrollo de nuestro
pueblo mexicano. En los últimos días han salido a la luz deplorables sucesos
que turban la conciencia civil y moral de todos, y han hecho más difícil un
sereno y decidido compromiso en favor de los valores humanos
compartidos: sin este compromiso jamás se superarán ni los conflictos ni la
violencia que estos acarrean.
Ya no podemos pasar por alto el sufrimiento causado por peleas
fratricidas, hasta la verdad y el amor han sido amenazados de distintos modos;
el pecado conquista cada vez más sus derechos de ciudadanía y defiende
férreamente estos derechos. Muchos hombres han sido objeto de una brutal
manipulación y al mismo tiempo víctimas del egoísmo de unos cuantos que han
despreciado la vida de sus mismos hermanos utilizándolos para sus fines. No
solo se han cometido transgresiones intolerables, ahora se recurre al terror
como estrategia política, como un auténtico crimen contra los mexicanos.
Aliviar las escandalosas situaciones de injusticia, opresión
y marginación no justifica los actos de terrorismo ¡Nunca se pueden justificar
la violencia y el desprecio de la vida humana! ¡Ya basta! ¿Qué es lo que sigue?
¿Qué es lo que quieren hacer de nuestra sociedad? ¡Conviértanse! ¡Teman al
juicio de Dios! Toda persona humana tiene derecho a que se respete su
vida y dignidad, que son bienes inviolables. Lo dice Dios, lo sanciona el
derecho, lo proclama la conciencia humana y lo exige la convivencia social. En
la conversión de los corazones y en la renovación espiritual de la sociedad
reside la esperanza de un futuro mejor.
La construcción de nuestro país es la mayor tarea moral que
afrontamos hoy, el testimonio de los cristianos comprometidos puede contribuir
en gran medida a la renovación de la vida social en un modo que respete y
construya sobre el incomparable patrimonio de ideales y realizaciones
políticas, culturales y espirituales que ha forjado la historia de nuestra
nación y sus contribuciones al mundo.
La violencia es y será siempre una manifestación de crueldad
inhumana, que, precisamente por serlo, nunca podrá resolver los conflictos
entre seres humanos. El atropello, la intransigencia y la violencia son
opciones que sólo siembran y engendran odio y muerte. Únicamente la razón y el
amor son medios válidos para superar y resolver los conflictos entre las
personas y los pueblos.
Es necesario y urgente un esfuerzo concorde y decidido para
poner en marcha y aceptar nuevas iniciativas políticas que permitan resolver
los escandalosos conflictos y que sean origen de condiciones favorables a la
explosión incontrolable del rencor. Es fácil caer en las tentaciones del odio y
la violencia, pero más fructífero construir, todos juntos, las condiciones que
nos devuelvan la esperanza del mejor futuro que anhelamos.
Postre
En el libro del Génesis refiere que Dios creó al ser humano
a imagen suya, “varón y mujer los creó”, los bendijo y les pidió que se
multiplicaran y se desperdigaran, que sometieran la tierra… pero de manera sustentable,
no al grado de destruirla, ¡caray! Y es que esta semana Naciones Unidas dio a
conocer que ya somos siete mil millones de seres humanos los que habitamos este
mundo… con crecientes desigualdades. En este sentido el Secretario General de
la ONU, Ban Ki-moon señaló: “Siete mil millones de personas que necesitan
alimento suficiente. Energía suficiente. Buenas oportunidades en la vida para
el empleo y la educación. Derechos y libertades. La libertad de expresión. La
libertad de criar a sus propios hijo en
paz y seguridad”. ¿El Todopoderoso habrá pensado en ello cuando trabajaba en su
creación?
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