Estamos por empezar uno de los períodos fuertes del año litúrgico, el Adviento, tiempo de preparación para celebrar el gran acontecimiento del nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, Dios y hombre verdadero. Se percibe ya en el ambiente un aire de expectación y de fiesta. Las calles de las ciudades se llenan de luces, la gran maquinaria comercial que acompaña estas fiestas se pone en movimiento, la gente se afana por comprar adornos y regalos y prepararse a celebrar una gran fiesta familiar. Entre tantos elementos externos, ¡Qué fácil es dejarnos arrastrar por el trajín, los preparativos, todo el aparato externo de la celebración, y olvidarnos de la razón por la que estamos en fiesta!
El Adviento es un tiempo de espera gozosa y vigilante. La finalidad del Adviento es acrecentar en nosotros el deseo de Cristo, esperándolo con la ilusión con la que se aguarda a la persona más querida. En este camino estamos acompañados de María y José. Ellos, en su pobreza material, nos guían por un camino interior, hecho sobre todo de oración, para contemplar con los ojos del alma, llenos de asombro, el misterio de los misterios, la Encarnación.
Un signo del Adviento es la “corona”, hecha de ramas verdes, que con su forma circular simboliza el amor de Dios sin principio ni fin, que se hizo hombre para darnos la vida eterna en el cielo. Las cuatro velas representan las cuatro semanas de Adviento y nos recuerdan que Jesucristo es la “luz del mundo” (cf. Jn 8, 12) que viene a iluminar la oscuridad en la que vive la humanidad a causa del pecado. Cada domingo de Adviento se encenderá la vela correspondiente; el encender cada semana una vela nos ayuda a vivir en la espera y nos hace ver que la luz de Cristo nos ilumina también a nosotros cada vez más, a medida que le conocemos mejor cada día y nos abrimos a su gracia.
Los naturales intereses comerciales de estos días pueden, sin embargo, transformar unas fechas tan hermosas sólo en un periodo de compras y gastos. Los centros comerciales y sus “grandes ofertas” son para muchos el verdadero centro del Adviento que siendo un “tiempo litúrgico de silencio, vigilancia y oración en preparación de la Navidad” (Benedicto XVI, Catequesis del miércoles 30 de noviembre de 2005), se suele transformar en unas Navidades, por así decirlo, adelantadas. Los ingeniosos anuncios publicitarios no dejan oír a muchas personas aquel anuncio gozoso de los profetas “preparen el camino del Señor” (Mc 1,3).
Existen corrientes ideológicas contrarias a la presencia de Cristo en la sociedad, que tratan de vaciar el Adviento de su espiritualidad y dejar sólo el elemento festivo y social; es más, otros ni siquiera saben que existe este tiempo. Los que vivimos en medio del mundo sin ser del mundo, hemos de testimoniar a todos que es muy esperanzador esperar al Señor: Por Él estamos alegres, por Él nos felicitamos, por Él hacemos fiesta. Todos los elementos externos son para ayudarnos a celebrar que Cristo nacerá y estará con nosotros.
Postre
Ayer fue inaugurado, con bombo y platillo, el Centro de Rehabilitación Integral Teletón (CRIT) de Puebla, institución que calcula atender anualmente a tres mil pacientes discapacitados. Cabe señalar que el recinto, para su operación, debe recibir cada año, 700 millones de pesos… ¿A Casa de Ángeles y al Hospital del Niño Poblano les restringirán su presupuesto para mantener el CRIT Puebla o por falta de dinero estarán condenados a dejar de funcionar? Al tiempo.
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