miércoles, 4 de enero de 2012

La magia y la inocencia de los magos de oriente

Melchor, Gaspar y Baltasar representan la sensibilidad mágica del tiempo que invita a creer que los sueños pueden hacerse realidad y que la inocencia, a pesar de haber desaparecido de los diccionarios personales existe, entre roscas y zapatos, en los resquicios del seis de enero.

¿Qué espera un niño cuando deja su zapato en la puerta de su casa la noche del cinco de enero, juguetes o la satisfacción del espíritu que busca afianzarse en el inmortal ambiente de la credibilidad? ¿Hasta dónde ascienden las ilusiones infantiles escritas en la carta que Melchor, Gaspar y Baltasar recibirán? Hacer regalos a los niños el día seis de enero corresponde a la conmemoración de la generosidad que los magos de oriente tuvieron al adorar al Niño Jesús y ofrecerle dones: oro, incienso y mirra (Mt 2,1-2). Recrear este mundo de fantasía, no sólo es manifiesto del tráfico de camellos y elefantes que recorren los caminos del consumismo, balanceándose entre ofertas y demandas de acuerdo a las talegas de los soberanos de oriente. Recrear este espíritu en los niños es aceptable ya que en el corazón del hombre late una infinidad de aspiraciones que, en la efervescencia de la inocencia y la recuperación de lo alejado, buscan cavidad en el mundo más allá de la materia y de la áspera realidad habitual.

De los Reyes Magos se sabe poco, el Evangelio no asegura el número ni el nombre de cada uno de ellos, sin embargo, su presencia ha sido importante que en torno suyo se han entretejido infinidad de tradiciones y leyendas, se han escrito multitud de libros, pintado cuadros famosísimos y edificado notables templos y catedrales.

Melchor, Gaspar y Baltasar representan la sensibilidad mágica del tiempo que invita a creer que los sueños pueden hacerse realidad y que la inocencia, a pesar de haber desaparecido de los diccionarios personales existe, entre roscas y zapatos, en los resquicios del seis de enero. La tradición del día de Reyes hace que la imaginación viaje sin límites, esperando la multiplicidad de posibilidades en esta fecha propia para alimentar la ilusión y los sueños. Sin embargo, el desencanto se pierde cuando los niños crecen, cuando llega el momento de descubrir, porque las siempre aberrantes circunstancias así lo exigen, que la edad de los Reyes Magos ha finalizado, que ellos han desaparecido mientras en los haberes de la madurez siempre se busca ser adulto (porque es necesario), perder la ilusión de la infancia es perder la expectación de los regalos, la curiosidad de las identidades y los buenos propósitos de la vida.

La estrella sigue brillando y en su manifiesto anuncia que se pueden acabar los juguetes y regalos, pero nunca encajonar los sucesos inesperados, los recuerdos familiares, las roscas con el muñeco escondido, y el pecadillo de estar entre dormido con las cobijas anudadas para descubrir lo que jamás, jamás, quisiéramos haber perdido: la magia de las madrugadas de cada seis de enero. Para ser un poquito más sensibles y más humanos, para ilusionarnos y seguir esperando, que la tradición de la rosca y el zapato devuelva, a nuestro corazón adulto, la presencia de Melchor, Gaspar y Baltasar.

Postre

2012: año apocalíptico, año político, año deportivo, un año sin igual. Se cumplirán 50 años del Concilio Vaticano II, 50 años del bloqueo a Cuba, el centenario del hundimiento del Titanic, 25 años de la serie animada “Los Simpson”, 150 años de la batalla del 5 de mayo, las bodas de oro de los reyes de España; habrá elecciones presidenciales en Estados Unidos, en nuestro país y en Venezuela. Las “profecías” mayas indican que el 21 de diciembre se acabará el mundo, Puebla cumplirá 25 años de ser Patrimonio de la humanidad, entre muchas otras fechas.

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