La Cuaresma es la época del año en el que los católicos se entregan al ayuno y la abstinencia de carne como medios para la conversión del corazón, reorientación de la propia vida, ruptura con el pecado y retorno a Dios (cf. CIC 1430-1434). Esta propuesta ha dado origen al “carnaval” concepto festivo que proviene del Latín Carnem levare (literalmente“levantar la carne” o “quitar la carne”) se abrevió en carnelevare, se alteró luego acarnelevale, pasó del latín al italiano (alterado de nuevo) como carnevale y de allí pasó al español como “carnaval”, que lingüísticamente no es más que el anuncio de los ayunos y las abstinencias de la cuaresma próxima.
El concepto de carne, uno de los componentes del vocablo carnaval, suele interpretarse como indicador de excesos y eso resulta muy natural si tomamos en cuenta que a través del tiempo hubo una coincidencia de fechas entre algunas festividades paganas en la que los excesos no se hacían esperar y las festividades cristianas. Por todo eso, tomó esta fiesta el matiz de desenfreno que lo caracteriza en todas las regiones del mundo en que se celebra.
El Carnaval es una de las fiestas o celebraciones populares más antiguas que todavía perduran, es la fiesta en que todas las normas son olvidadas para dar rienda suelta a una necesidad liberadora de diversión. Seguramente muchos de nosotros, como observadores o de manera activa, hemos participado en alguna de estas fiestas, de los desfiles y los disfraces, de las danzas y las diversiones, nos hemos empapado del espíritu del Carnaval y por ello hemos acariciado la oportunidad de desplegar un significado profundo, alejado de los vicios y excesos, acercado al valor de la necesidad de convivir en paz y armonía con nuestros hermanos y con nosotros mismos, para así sentir la alegría, la bienaventuranza, de la verdadera felicidad.
Claro está que dicha felicidad no se expresa necesariamente con la misma alegría del entorno carnavalesco. Pero, más allá de los desfiles, los disfraces y la música, podemos encontrar el profundo sentido de la convivencia humana. Esto hace del carnaval algo diferente, donde las generaciones pueden encontrarse y transmitirse las tradiciones y las costumbres, al mismo tiempo, aprender que no necesariamente debe darse rienda suelta a todos los sentidos para convivir fraternalmente.
Si en las fiestas próximas del carnaval descubrimos la oportunidad del valioso descanso y la sana diversión y nos inspiran a apreciar la belleza y valor de una sólida, sana y feliz alegría y convivencia, entonces podremos entrar a la cuaresma con la esperanza de encontrar, al final de estos cuarenta días, la alegría de las alegrías: la resurrección del Señor.
Postre
Señor Presidente, estoy totalmente de acuerdo que debe haber menos sicarios y más becarios, sin embargo, los estudiantes, al final de su instrucción ¿encontrarán un trabajo honesto y bien remunerado o aceptarán ser reclutados por el crimen organizado? La clave de este asunto no solo consiste en proveer capacitación y espacios deportivos a los jóvenes para alejarlos de las tentaciones y las malas compañías, también es crucial inculcarles valores.
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