...No estamos contra
ninguna manifestación temporal de las distintas emociones estéticas, cualquiera
que sea su patrón estilístico, ni sus recurrencias para provocar las
emotividades poéticas de sus posibles clientelas; después de todo, nadie tiene
el monopolio de la verdad ni de la belleza, y toda obra no es más que una
oferta expuesta a los criterios y cánones estéticos de los consumidores...
Por Pbro. Rogelio Montenegro Quiroz *
Una de las más connotadas plegarias de la herencia religiosa
materna es esta súplica de protección, que todos aprendimos de niños. Digo
herencia materna porque los papás de este país no saben rezar y pocos se
preocupan de transmitir valores espirituales que sostengan la piedad de sus
hijos y les abran el camino para su plena realización.
Pero mi inquietud presente nace en el Boulevard 5 de Mayo,
entre las calles de Palafox y 3 Oriente, donde un día me sorprendió un extraño
y gigantesco cuerpo poligonal con aspas de molino de viento, como en las
locuras de Don Quijote; es de color amarillo retortijón que estruja todos los
sentidos, especialmente el del gusto. Si fuera monumento exaltaría las epopeyas
del pasado, las virtudes de nuestros héroes o las leyendas y mitos de nuestra
historia, pero entonces serían más adivinables sus líneas, no tan absolutamente
neutrales. Si quiere representar al ángel custodio necesita un letrero
explicativo cuyos signos deberían tener un metro de altura para ser
proporcionales.
Bien sabemos que no es el león como lo pintan, ni son
fáciles las traslaciones de criaturas incorpóreas y angelicales de inconsútiles
sustancias a las dimensiones espaciales y profanas de nuestro hábitat
cotidiano. También sabemos que sus alas y lo airoso de su porte vienen de
viejas culturas mesopotámicas, milenariamente sujetas a las modas estilísticas
de todas las generaciones y concepciones antropomórficas de los distintos
pueblos. Judíos, cristianos y musulmanes heredaron sus conformaciones y hoy son
parte de sus universos religiosos, como servidores etéreos de la divinidad.
No estamos contra ninguna sacramental epifanía de las
honduras del alma y sus amplios abanicos vivenciales. La poesía es el éxtasis
sacrosanto de la estética; el don divino y misterioso de lo eterno y la
ebullición dialéctica de lo humano. Es conjunción de tiempos y espacios, gozo y
dolencia perfumados por el oficio diario de existir. Las compuertas explosivas
de sus manifestaciones son plurales; no hay formas preferenciales o exclusivas,
ni molduras perennes; sino la siempre rica y veleidosa creación repentina de lo
nuevo y sorpresivo.
Pero lo que verdaderamente nos admira es su irrespetuosa
falta de contextura artística, ya que en sus contornos inmediatos sobresalen
las torres de nuestra hermosa Catedral Herreriana, las del Templo precisamente
del Santo Ángel, la solemne y erguida torre de San Francisco en el trasfondo y
en sus cercanías inmediatas los históricos barrios de Analco, La Luz y las
viejas calles que entornan a la Compañía y a nuestra Plaza de Armas. Sus
edificios, ahora Patrimonio de la Humanidad, son de inspiración barroca.
El Barroco es el estilo de los siglos XVII-XVIII. Se
caracteriza por su tersura sentimental y romántica; su geometría profusamente
desbordante de líneas curvas; es una réplica a los fríos y apolíneos logros del
Neoclásico renacentista. Sus monumentos arquitectónicos europeos más
representativos son: de Vignola, la Iglesia del Gesú en Roma; de Bernini y
Borromini, la Columnata de San Pedro; de Carbonell, la Casa del Ayuntamiento en
Madrid y de Manzart, el magnífico Palacio de Versalles.
El Barroco, con las traslaciones del tiempo, modas y
caprichos, va a impulsar las elegantes líneas del Rococó francés y en las
extremas expresiones de su exuberancia, aparece en las fantasías españolas de
José Churriguera. En México el Barroco, ya con las recargas del Churrigueresco,
provoca las policromías vivas del alma indígena, enriqueciendo los espacios con
nuevas y paradisíacas abundancias, confiriendo a sus universos la profusión
creadora y desbordada de la conjunción de un cielo a la altura de la tierra, de
un Dios en las cercanías tangibles de lo humano.
Por otra parte, los monumentos de las ciudades democráticas
se someten a concurso para que los hijos propios, los que han crecido en el
palpitar de sus entrañas, ofrezcan sus proyectos y éstos se sometan a un jurado
calificador. En las ciudades gobernadas por reyezuelos anacrónicos, todo se
ejecuta según sus gustos y preferencias sin consultar al pueblo. A veces lo
único democrático que nos queda son los tres años constitucionales de los
mandatos, una esperanza trienal de no caer en los mismos gustos.
Repito, para que nos entendamos, no estamos contra ninguna
manifestación temporal de las distintas emociones estéticas, cualquiera que sea
su patrón estilístico, ni sus recurrencias para provocar las emotividades
poéticas de sus posibles clientelas; después de todo, nadie tiene el monopolio
de la verdad ni de la belleza, y toda obra no es más que una oferta expuesta a
los criterios y cánones estéticos de los consumidores.
Puebla cuenta con muchas pinturas de ángeles barrocos,
especialmente las dedicadas a San Miguel, inclusive estofados preciosos del
mismo Arcángel que podrían inspirar para nuestro Centro Histórico, otros
monumentos más en conjunción con los contornos. Por lo que toca a nuestro
discutido y ultramodernista molino de viento, ya que lo bautizaron como ángel
de la guarda, podría ir a custodiar el Centro Comercial Angelópolis.
Por lo que a mí me toca sigo rezando la oración de mi
infancia: Ángel de mi guarda, mi dulce compañía líbrame de los autócratas de
noche y de día.
* El autor es profesor del Seminario Palafoxiano de Puebla,
Párroco del templo de Santa Rosa, Director del Instituto de Teología para
Laicos “Camino, Verdad y Vida”. Conduce el programa de radio Buenas Noches
Puebla que se transmite los días viernes por la XEHR 1090 de A.M.
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