viernes, 10 de noviembre de 2017

Ángel de mi guarda, mi dulce compañía

 ...No estamos contra ninguna manifestación temporal de las distintas emociones estéticas, cualquiera que sea su patrón estilístico, ni sus recurrencias para provocar las emotividades poéticas de sus posibles clientelas; después de todo, nadie tiene el monopolio de la verdad ni de la belleza, y toda obra no es más que una oferta expuesta a los criterios y cánones estéticos de los consumidores...


Por Pbro. Rogelio Montenegro Quiroz *

Una de las más connotadas plegarias de la herencia religiosa materna es esta súplica de protección, que todos aprendimos de niños. Digo herencia materna porque los papás de este país no saben rezar y pocos se preocupan de transmitir valores espirituales que sostengan la piedad de sus hijos y les abran el camino para su plena realización.

Pero mi inquietud presente nace en el Boulevard 5 de Mayo, entre las calles de Palafox y 3 Oriente, donde un día me sorprendió un extraño y gigantesco cuerpo poligonal con aspas de molino de viento, como en las locuras de Don Quijote; es de color amarillo retortijón que estruja todos los sentidos, especialmente el del gusto. Si fuera monumento exaltaría las epopeyas del pasado, las virtudes de nuestros héroes o las leyendas y mitos de nuestra historia, pero entonces serían más adivinables sus líneas, no tan absolutamente neutrales. Si quiere representar al ángel custodio necesita un letrero explicativo cuyos signos deberían tener un metro de altura para ser proporcionales.

Bien sabemos que no es el león como lo pintan, ni son fáciles las traslaciones de criaturas incorpóreas y angelicales de inconsútiles sustancias a las dimensiones espaciales y profanas de nuestro hábitat cotidiano. También sabemos que sus alas y lo airoso de su porte vienen de viejas culturas mesopotámicas, milenariamente sujetas a las modas estilísticas de todas las generaciones y concepciones antropomórficas de los distintos pueblos. Judíos, cristianos y musulmanes heredaron sus conformaciones y hoy son parte de sus universos religiosos, como servidores etéreos de la divinidad.

No estamos contra ninguna sacramental epifanía de las honduras del alma y sus amplios abanicos vivenciales. La poesía es el éxtasis sacrosanto de la estética; el don divino y misterioso de lo eterno y la ebullición dialéctica de lo humano. Es conjunción de tiempos y espacios, gozo y dolencia perfumados por el oficio diario de existir. Las compuertas explosivas de sus manifestaciones son plurales; no hay formas preferenciales o exclusivas, ni molduras perennes; sino la siempre rica y veleidosa creación repentina de lo nuevo y sorpresivo.

Pero lo que verdaderamente nos admira es su irrespetuosa falta de contextura artística, ya que en sus contornos inmediatos sobresalen las torres de nuestra hermosa Catedral Herreriana, las del Templo precisamente del Santo Ángel, la solemne y erguida torre de San Francisco en el trasfondo y en sus cercanías inmediatas los históricos barrios de Analco, La Luz y las viejas calles que entornan a la Compañía y a nuestra Plaza de Armas. Sus edificios, ahora Patrimonio de la Humanidad, son de inspiración barroca.

El Barroco es el estilo de los siglos XVII-XVIII. Se caracteriza por su tersura sentimental y romántica; su geometría profusamente desbordante de líneas curvas; es una réplica a los fríos y apolíneos logros del Neoclásico renacentista. Sus monumentos arquitectónicos europeos más representativos son: de Vignola, la Iglesia del Gesú en Roma; de Bernini y Borromini, la Columnata de San Pedro; de Carbonell, la Casa del Ayuntamiento en Madrid y de Manzart, el magnífico Palacio de Versalles.

El Barroco, con las traslaciones del tiempo, modas y caprichos, va a impulsar las elegantes líneas del Rococó francés y en las extremas expresiones de su exuberancia, aparece en las fantasías españolas de José Churriguera. En México el Barroco, ya con las recargas del Churrigueresco, provoca las policromías vivas del alma indígena, enriqueciendo los espacios con nuevas y paradisíacas abundancias, confiriendo a sus universos la profusión creadora y desbordada de la conjunción de un cielo a la altura de la tierra, de un Dios en las cercanías tangibles de lo humano.

Por otra parte, los monumentos de las ciudades democráticas se someten a concurso para que los hijos propios, los que han crecido en el palpitar de sus entrañas, ofrezcan sus proyectos y éstos se sometan a un jurado calificador. En las ciudades gobernadas por reyezuelos anacrónicos, todo se ejecuta según sus gustos y preferencias sin consultar al pueblo. A veces lo único democrático que nos queda son los tres años constitucionales de los mandatos, una esperanza trienal de no caer en los mismos gustos.

Repito, para que nos entendamos, no estamos contra ninguna manifestación temporal de las distintas emociones estéticas, cualquiera que sea su patrón estilístico, ni sus recurrencias para provocar las emotividades poéticas de sus posibles clientelas; después de todo, nadie tiene el monopolio de la verdad ni de la belleza, y toda obra no es más que una oferta expuesta a los criterios y cánones estéticos de los consumidores.

Puebla cuenta con muchas pinturas de ángeles barrocos, especialmente las dedicadas a San Miguel, inclusive estofados preciosos del mismo Arcángel que podrían inspirar para nuestro Centro Histórico, otros monumentos más en conjunción con los contornos. Por lo que toca a nuestro discutido y ultramodernista molino de viento, ya que lo bautizaron como ángel de la guarda, podría ir a custodiar el Centro Comercial Angelópolis.

Por lo que a mí me toca sigo rezando la oración de mi infancia: Ángel de mi guarda, mi dulce compañía líbrame de los autócratas de noche y de día.

* El autor es profesor del Seminario Palafoxiano de Puebla, Párroco del templo de Santa Rosa, Director del Instituto de Teología para Laicos “Camino, Verdad y Vida”. Conduce el programa de radio Buenas Noches Puebla que se transmite los días viernes por la XEHR 1090 de A.M.

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