Por Enrique López Albores *
Carmen y Antonio son una pareja de recién casados, tienen
solamente dos años viviendo juntos. Ella es abogada de formación, su mayor
ilusión ha sido siempre desempeñar un cargo público además de litigar en su
propio despacho. Él es arquitecto, estudió, al igual que ella, en una
universidad prestigiada y con muchos esfuerzos se está consolidando
profesionalmente. Actualmente están esperando un bebé, se encuentran en el
octavo mes de embarazo y pronto serán tres.
Viven lejos de la familia de ella, pero en la misma ciudad
de la familia de él. Ella, hasta antes de su embarazo estaba litigando en un
despacho de la ciudad y estaba a punto de formar parte de un equipo de trabajo
con aspiraciones políticas, proyectos que, muy a su pesar según sus propias
palabras, pospuso debido a su embarazo. Él está, junto con otros socios,
constituyendo un despacho de diseño y arquitectura, además de que da clases en
la universidad de donde egresó.
Esta pareja se encuentra en una situación singular nada
desconocida por muchos, ambos quieren seguir trabajando y también quieren tener
otro hijo además del que esperan, pero se plantean los siguientes
cuestionamientos: ¿Quién se hará cargo del bebé en camino y del próximo que
tienen programado? ¿Los inscribirán en una guardería? ¿Se los dejarán a la
abuela paterna? ¿Alguno de los dos se hará cargo de los bebés? ¿Por cuánto
tiempo? ¿Quién se hará cargo de los quehaceres del hogar ahora que serán más?
¿Quién llevará a los niños a la escuela cuando éstos crezcan? ¿Qué decisión es
la mejor?
Carmen y Antonio están convencidos de que la cercanía con
sus hijos es recomendable y también están convencidos de que quieren
desarrollarse y progresar profesionalmente. Son conscientes además de que, al
menos en nuestro contexto actual, cuatro años fuera del ejercicio profesional
pone “fuera de circulación” al profesionista en cuestión, además de que son
conscientes de las implicaciones económicas de cualquier decisión que tomen.
Esta familia podría apellidarse Unadetantas que abundan en nuestro tiempo que cuestionan a sí
mismas o que acuden al consultorio psicoterapéutico para escuchar la voz de su
propia conciencia y tomar así la mejor decisión. Esta es una de las típicas
disyuntivas y dilemas ante las que se para cualquier pareja de nuestro tiempo,
parejas que buscan desempeñarse y realizarse plenamente en los diferentes
campos de su existencia individual y familiar. Dilemas propios de nuestra época
y nuestro contexto histórico.
Años atrás las decisiones eran menos complejas, el número de
variables que debían tomarse en cuenta era menor, el papel del hombre y de la
mujer estaban más definidos por la tradición, por la costumbre... por otros.
Los roles sociales en general casi no se cuestionaban, los cambios en los
diferentes ámbitos de nuestra vida tampoco eran tan acelerados y vertiginosos.
En ese mismo tenor, años atrás, los diez mandamientos eran
suficientes para conducirnos por la vida (Frankl, 1994). Actualmente, atendemos
diez mil situaciones diferentes cada día, ¿necesitamos acaso diez mil
mandamientos para decidir en cada una de ellas? ¿Necesitamos de diez mil
personas que nos conduzcan una a una a cada momento de nuestra vida? ¿de dónde
sacamos diez mil tradiciones y/o costumbres como referentes para decidir a cada
momento? y, en el caso concreto de una familia ¿cómo han de decidir un padre y
una madre que aman a sus hijos y que quieren acompañarlos en su crecimiento
personalmente y que al mismo tiempo han de responder a los compromisos que
adquieren cotidianamente para asegurar la educación de sus vástagos o para
cubrir los requerimientos mínimos de desarrollo saludable de la familia toda o
para atender su deseos y aspiraciones de desarrollo profesional y personal?
Decidir ya sin la tradición a cuestas es al mismo tiempo un
peligro y una oportunidad, el peligro radica en que nos extraviemos con mayor
facilidad y perdamos el rumbo en el sentido de nuestra existencia, la gran
oportunidad consiste en aprovechar nuestra mayoría de edad y la responsabilidad
que implica el tomar decisiones responsables escuchando la voz de nuestra
conciencia.
Decidir en un mundo cada vez más complejo en donde las
variables aumentan día a día, en donde cada movimiento trae consigo un sin fin
de modalidades y consecuencia, implica ciertamente un desafío, un reto a
nuestra capacidad de responder y hacernos así cada vez más humanos por
conscientes que somos en nuestra relación con los demás.
La Dra. Elisabeth Lukas (Fabry, 2000) afirma que: “en una
familia sana, cada miembro es consciente de su función aun cuando ésta se
modifique con el tiempo. La conciencia de las propias funciones es
especialmente crítica en épocas difíciles (desempleo, enfermedad, un nuevo
hijo, la ancianidad, la muerte) en las que pudieran ser necesarios que algunos
de los integrantes asuman responsabilidades adicionales o renuncien a ciertos
beneficios. ”
Las decisiones que cada familia tome ya no son dictadas por
nadie, ya no por la tradición, ya no por mandatos externos, ya no por un solo
miembro de la familia, ya no por los abuelos, ya no por nadie que no sean los
mismos integrantes del sistema familiar teniendo en cuenta a los mismo y los
efectos que cada decisión, que cada movimiento trae consigo hacia el interior
de la familia y hacia el exterior de la misma.
La dirección es simple, solamente basta con escuchar la voz
de nuestra conciencia, esa voz que es personal y también familiar, la voz de
nuestra conciencia que se expresa en el diálogo con la pareja, con los hijos...
con nosotros mismos.
La voz de nuestra conciencia que se manifiesta en la
sensación de libertad y paz después de tomar la decisión indicada para todos y
cada uno de los implicados, o bien, la voz de nuestra conciencia que se
manifiesta en la sensación intranquilidad y molestia después de haber decidido
a favor solamente de nuestra comodidad y egoísmo.
¿Cómo escuchar la voz de nuestra conciencia? Esta es la
pregunta que nos queda de tarea para otra ocasión. Por el momento baste atender
a los cuatros párrafos anteriores para echar luz sobre esta pregunta inquietante.
* El autor es catedrático en la Universidad Iberoamericana
Puebla y en la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP).
Consultor en empresas como BBVA Bancomer, ThyssenKrup, Federal Mogul, Holcim
Apasco, Grupo Lamitec, entre otras, en donde ha integrado equipos de alto
desempeño e impartido seminarios de formación a nivel gerencial y mandos
medios.
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