Por Arq. Eduardo Merlo Juárez *
Se acabó el carnaval que implica “adiós a la carne”, llegó
el miércoles de ceniza y con él ha empezado ese período de cuarenta días en que
la Iglesia Católica insta a la penitencia, palabra que tiene su raíz en pena,
es decir provocar cierto penar o sufrimiento con miras a una purificación
espiritual.
Se le llama cuaresma y tiene su base bíblica en lo que
dice el evangelio de San Lucas capítulo 4, del verso 1 al 13: “Jesús, lleno del
Espíritu Santo, se volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto
y tentado allá por el diablo durante cuarenta días. No comió nada en aquellos
días, y pasados, tuvo hambre. Le dijo el diablo: ‘Si eres Hijo de Dios, di a
esta piedra que se convierta en pan. Jesús le respondió: No de sólo pan vive el
hombre’.
“Llevándole a una altura, le mostró desde allí en un
instante, todos los reinos del mundo, y le dijo el diablo: ‘todo este poder y
su gloria te daré, pues a mí me ha sido entregado, y a quien quiero se lo doy;
si, pues, te postras delante de mí, todo será tuyo.’ Jesús le respondió: ‘Escrito
está: Al Señor tu Dios adorarás y a Él sólo servirás.’
“Le condujo luego a Jerusalén y le puso sobre el pináculo
del templo, y le dijo: ‘Si eres el Hijo de Dios, échate de aquí abajo; porque
escrito está: A sus ángeles ha mandado sobre ti que te guarden y te tomen en
las manos para que no tropiece tu pie contra las piedras.’ Jesús contestó: ‘Dicho
está: No tentarás al Señor tu Dios’. Acabado todo género de tentaciones, el
diablo se retiró de Él hasta el tiempo determinado”.
De este pasaje bíblico se determinó los cuarenta días de
penitencia, que todos los católicos y otras denominaciones cristianas guardamos
con respeto.
La antigua Cuaresma
La Iglesia determinó desde la Edad Media los cuarenta días
de penitencia que todos los fieles deberían cumplir, en ese período se
establecía muy claramente que se cancelaban todas las festividades, inclusive
en los templos se mandaban cubrir o retirar todas las imágenes con lienzos
morados -color penitencial- y por supuesto hasta los matrimonios no podían
celebrarse en la etapa cuaresmal, dado que, lo primero que se restringía era la
carne en todos los sentidos.
La cuaresma se acentuaba los viernes, cuando era obligatorio
para los adultos ayunar, es decir, no consumir alimentos en ese día, salvo una parca
colación, de preferencia pan y agua. Todo esto estaba en uso cuando llegaron al
Nuevo Mundo los primeros misioneros evangelizadores y lo lógico era que
establecieran aquí las mismas normas que en Europa, pero nunca fue así.
Resulta que a los ojos de los españoles -tragones por
naturaleza- la dieta de los indios les pareció magra, como de ermitaños, pues
eso de comer principalmente vegetales era terrible, esto sin saber la riqueza y
suculencia que implica esta dieta.
Así que los benditos frailes escribieron al Papa, para que
se apiadara de los habitantes de las tierras conquistadas y los exentara del
cumplimiento. El Pontífice accedió y gracias a ello, los pueblos de América,
pudimos disfrutar la maravilla de las comidas cuaresmales: auténticos
banquetes, lejanísimos del espíritu penitencial, pero qué sabrosos.
Cuaresma, ¿verdadero tiempo de penitencia?
Entró ya la cuaresma y aunque muchas costumbres han pasado a
la historia, perduran aquellos que guardan la tradición.
Siendo un tiempo de penitencia, la Iglesia dispuso que los viernes los fieles se abstengan de consumir carne, y en lo que toca a la comida, es sabido por muchos que las maravillosas cocineras mexicanas, se dieron vuelo para inventar platillos que de penitencial tienen solamente el hecho de que no podemos comer tantos como existen.
Si bien la carne está prohibida, nada importa, hay mil y una apetencias que son solucionadas con la riquísima variedad de productos que la pueden sustituir sin mayores problemas y yo diría que hasta con ganancia.
En esta ocasión nos referiremos a las habas, cereal que llegó de España con la conquista y que fue bien recibido. Aunque casi no se consume cotidianamente a no ser en las festividades. Pueden ser las “habas enzapatadas”, es decir, frescas y cociditas, pueden ser solamente, pero quitándoles la cascarita, porque si no… Se aderezan con cebollita, chilitos verdes y orégano, luego a comerse en tacos de doble tortilla, que es un encanto. Si no las quiere preparar, en cualquier mercado las venden.
Las habas se consumen frecuentemente en caldo, se le pone bastante ajo y se le complementa con aceite de oliva, para que no tenga efectos retroactivos. Si gusta le echa un poquito de chile piquín en polvo. Algunos sibaritas suelen agregarle unos camaroncitos secos, que al soltar su sabor le dan al platillo la categoría de celestial, y eso que es comida de penitencia. Que conste.
Siendo un tiempo de penitencia, la Iglesia dispuso que los viernes los fieles se abstengan de consumir carne, y en lo que toca a la comida, es sabido por muchos que las maravillosas cocineras mexicanas, se dieron vuelo para inventar platillos que de penitencial tienen solamente el hecho de que no podemos comer tantos como existen.
Si bien la carne está prohibida, nada importa, hay mil y una apetencias que son solucionadas con la riquísima variedad de productos que la pueden sustituir sin mayores problemas y yo diría que hasta con ganancia.
En esta ocasión nos referiremos a las habas, cereal que llegó de España con la conquista y que fue bien recibido. Aunque casi no se consume cotidianamente a no ser en las festividades. Pueden ser las “habas enzapatadas”, es decir, frescas y cociditas, pueden ser solamente, pero quitándoles la cascarita, porque si no… Se aderezan con cebollita, chilitos verdes y orégano, luego a comerse en tacos de doble tortilla, que es un encanto. Si no las quiere preparar, en cualquier mercado las venden.
Las habas se consumen frecuentemente en caldo, se le pone bastante ajo y se le complementa con aceite de oliva, para que no tenga efectos retroactivos. Si gusta le echa un poquito de chile piquín en polvo. Algunos sibaritas suelen agregarle unos camaroncitos secos, que al soltar su sabor le dan al platillo la categoría de celestial, y eso que es comida de penitencia. Que conste.
* El autor es integrante del Consejo de la Crónica de
la Ciudad de Puebla, asesor cultural de la
Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP), conferencista, organizador
y conductor de paseos dominicales culturales denominado “Los pueblos de Puebla”,
articulista del periódico El Sol de Puebla, conductor del programa de radio “Eduardo
Merlo cuenta” que se difunde los sábados en la XEHR, 1090 de A.M.
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