jueves, 1 de febrero de 2018

Al Padre Carlos Aguiar Retes, nuevo Arzobispo Primado de México

Un Obispo con Dios en el corazón y rodeado de sus sacerdotes y fieles, tiene la valentía de afrontar los desafíos que implica nuestra época.


En medio de una cultura que margina toda apertura a la trascendencia, en un ambiente donde la fe misma es cuestionada, es necesaria la esperanza. Ésta es un valioso sustento para la fe y un incentivo eficaz para la caridad, especialmente en tiempos de creciente incredulidad e indiferencia. La esperanza toma su fuerza de la certeza de la presencia constante del Señor Jesús, siempre con nosotros hasta al final del mundo; manifestación de esta presencia es el Obispo quien con la luz y el consuelo que provienen del Evangelio, consigue mantener viva la propia esperanza y alimentarla en quienes han sido confiados a sus cuidados de pastor.

Cada Obispo tiene el cometido de anunciar al mundo la esperanza partiendo de la predicación del Evangelio, ésta supera todo lo que jamás ha entrado en el corazón del hombre y en modo alguno es superior a los sufrimientos del tiempo presente. Al Obispo corresponde la tarea de ser profeta, testigo y servidor de la esperanza: Tiene el deber de infundir confianza y proclamar ante todos, las razones de la fe; él es centinela atento, profeta audaz, testigo creíble y fiel servidor de Cristo.

Ante el fracaso de las esperanzas humanas que, basándose en ideologías materialistas, inmanentes y economicistas, pretenden medir todo en términos de eficiencia y relaciones de fuerza o de mercado, el Obispo reafirma la convicción de que sólo la luz del Resucitado y el impulso del Espíritu Santo ayudan al hombre a poner sus propias expectativas en la esperanza que no defrauda.

El Obispo anima a discernir los signos de vida capaces de derrotar los gérmenes nocivos y mortales, con dicha virtud anima también a transformar los conflictos en ocasiones de crecimiento, proponiendo la perspectiva de la reconciliación. Mostrando la esperanza en Jesús, el Buen Pastor, llena el corazón de compasión e impulsa a cada hombre y mujer que sufre al acercamiento con el Señor.

Por la esperanza, el Obispo es cada vez más claramente signo de Cristo, Pastor, ya que se convierte en padre, hermano y amigo de todos y a estar al lado de cada uno como imagen viva de Cristo en el que se realizan todas las promesas de Dios.

El mundo necesita de la esperanza que no defrauda, esta esperanza es Cristo, es el Obispo con su estilo evangélico, humano, transparente, que muestra el camino que hay que seguir. Es el Obispo que comprende los trabajos y las alegrías como guía espiritual en esta sociedad que cambia y en la que los hombres de pensamiento, de ciencia, los artistas, sus colaboradores, los fieles, la gente, esperan razones de vida con sus tomas de posición, sus iniciativas y la validez de su pensamiento.

La esperanza le otorga al Obispo, la fortaleza de su fe y el sentido de responsabilidad que lo impulsan en su elevada misión de no tener miedo cuando se trata de proclamar la verdad, de defender los valores y tutelar a las personas.

Un Obispo con Dios en el corazón y rodeado de sus sacerdotes y fieles, tiene la valentía de afrontar los desafíos que implica nuestra época. La esperanza del Obispo es el único camino que puede asegurar la justicia, la solidaridad y la paz.

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