sábado, 23 de marzo de 2019

El pecado del hombre

...el pecado es no cumplir con la tarea, en no hacer lo que podemos desde nuestra realidad condicionada, relativa y limitada pero tendiente a lo Absoluto...


Por Enrique López Albores

Pecado viene de Pecatum (latín) que a su vez proviene de Amartía (griego) que significa “no dar en el blanco”. Era una palabra utilizada por los guerreros que al disparar sus arcos y no dar en el blanco con sus flechas, cometían Amartía. Posteriormente esta palabra se tradujo al latín como Pecatum y el significado era el mismo.

Una flecha que sale disparada de un arco tiene como punto de llegada un “blanco”, algo a lo que le “debe pegar”, la exigencia de esta flecha es llegar a donde se le envió, cuando es desviada por el viento, ese tiro cayó en amartía, cometió pecatum, o sea cometió pecado. Si el viento es fuerte, el buen tirador ha de tomar en cuenta este factor para llevar a cabo su tiro al blanco y pegar en éste. El mal tirador no toma en cuenta el viento y piensa que con solo disparar basta para que el tiro llegue a su destino, este tirador puede “cometer graves pecados” al no tomar en cuenta los factores que pueden “desviar” su flecha del punto de llegada. Es por esto que uno de los peores pecados que puede cometer el hombre al “disparar sus flechas” es el de la ingenuidad: creer que basta con disparar para dar en el blanco.

Algún filósofo muy “sesudo” definía al pecado de la siguiente manera: “El pecado es la absolutización de lo relativo en el horizonte de lo absoluto” [1].

El hombre al ser lanzado del vientre de su madre, como flecha hacia su destino, tiene un grave problema, problema que no experimenta la flecha del arquero, no sabe cuál es su “destino”, no sabe “ya-de-por-sí” hacia donde se dirige, pero lleva dentro de sí mismo las exigencias que le llevarán a su “blanco”, pero no por llevarlas dentro será automático que las descubra y las ponga en práctica echando mano de ellas de manera eficiente, consciente e intencionada.

En el momento en que un ser humano nace es todo un proyecto, lo es en potencia, un proyecto que como tal se puede quedar en eso, en un proyecto que jamás se eche a andar. Si miramos a nuestro alrededor, nos encontraremos con muchos proyectos que están ahí en potencia, que no se han puesto en marcha.

La idea de la flecha nos puede ayudar a comprender lo que pasa con el hombre en el momento de ser disparado y durante todo el trayecto antes de llegar a su destino. La flecha pudo haber sido lanzada con muy mala puntería; pudo haber sido enviada con muy buen enfoque, pero el viento desviarla; puede que haya perdido fuerza o encontrarse con otro “blanco” en el camino y dar en él sin que haya sido su destino original.

Anteriormente señalaba que el hombre tiene un problema bastante fuerte, este es el hecho de que no sabe a ciencia cierta cuál es su destino, misión o a lo que está llamado, a este problema podemos añadirle algunos otros inconvenientes que por el momento solamente voy a mencionar.

Los inconvenientes a los que me refiero están intrínsecamente ligados a la naturaleza misma del ser humano como sujeto condicionado y relativo que es. Este ser condicionado y relativo lo lleva a “depender” de condicionamientos biológicos (a nivel pre, peri y postnatal); sociales (económicos, políticos, culturales, religiosos) psicológicos (intrapsíquicos, familiares, etc.). Estos condicionamientos, levemente esbozados, pueden servir al ser humano tanto como plataforma de lanzamiento hacia su desarrollo como obstáculo que distraiga o impida el mismo.

El Pecado del hombre consiste en quedarse atrapado en los aspectos relativos entre los cuales crece y se desarrolla. Como bien decía aquel filósofo, el pecado es la absolutización de lo relativo en el horizonte de lo absoluto y creer que aferrándose al medio se ha alcanzado el fin. Pero, ¿Cuál es el fin del hombre? He ahí la dificultad y reto para todos los que nos decimos ser humanos. ¿Cuál es nuestro “blanco”? ¿No será que nos estamos aferrando a un falso “blanco” creyendo que hemos dado en el blanco? ¿Cuáles son las exigencias a las que debo atender para dar en el blanco? ¿Cómo pongo atención a dichas exigencias? ¿Qué distractores me impiden llegar al blanco? ¿Qué condiciones se necesitan para que una semilla de frutos y no fracase en el intento?

Pero el hombre no es ni una flecha, ni una semilla, que, aunque similar en sus dinamismos internos que lo mueven a ser lo que es, es diferente por el hecho de que el ser humano no es un ente carente de voluntad y de intencionalidad, sino un ser que se mueve en busca de algo que de sentido a su vida y con el empuje por llegar a ser. Existen responsabilidades compartidas, aunque no sé en qué porcentajes, entre la voluntad e intencionalidad de ser que el hombre posee y el medio en el que quiere ser y de donde no lo podemos sacar (enajenar) perdiendo de vista el escenario y a los otros que lo acompañan en esa búsqueda de ser.

De aquí que la tarea se pueda complicar o facilitar mucho más puesto que no es un trabajo aislado, sino un trabajo en común con los otros que me definen y que también quieren ser.

El pecado consiste entonces en no dar en el “blanco” al que el hombre está llamado (humanización), el pecado es no cumplir con la tarea, en no hacer lo que podemos desde nuestra realidad condicionada, relativa y limitada pero tendiente a lo Absoluto. El Pecado consiste en hacer de algo pequeño mi ídolo y olvidar, perdiendo de vista, el horizonte de lo Absoluto. El pecado es quedar atrapado en los condicionamientos, pero más pecado será cuanto más cuenta me dé y menos haga por evitarlo.

[1] La reflexión en torno a la palabra Amartía y la definición de Pecado que ahora presento, fue provocada en la homilía del P. José Ignacio González Molina, el domingo 24 de mayo de 1998, en la Iglesia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro a las 19 horas.

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