jueves, 9 de julio de 2009

Ya votamos, ¿qué sigue?

El IFE y los partidos (sobre todo el triunfador por amplia e incuestionable mayoría) seguramente están muy agradecidos con los ciudadanos que acudimos a votar, insistieron hasta el cansancio, ¿no? Tan efectivas fueron las campañas que el 44.69 por ciento del padrón electoral participó en los comicios, dentro de ese porcentaje los votos anulados se adjudicaron 5.39 puntos porcentuales...

Participar en la vida política y democrática de nuestro país no puede ni debe limitarse al sufragio, como también es cierto que seguir en la línea de la inconformidad y el rechazo hacia las instituciones nacionales no es suficiente para que se genere algún cambio.

Creo que ya es tiempo de dar el siguiente paso en la dinámica entre gobernados y gobernantes: que el poder ciudadano se pueda ejercer plenamente exigiendo resultados y transparencia a quienes desempeñan un cargo público (ya sea como gobernador, presidente municipal o regidor) y a los señores legisladores (diputados y senadores). Y si hacen sus trinquetes de siempre o cuidan sus feudos de poder, presionarlos de una u otra forma para que trabajen, no se puede seguir confiando ciegamente en que las promesas sí se cumplirán y después, como es una añeja costumbre, nos receten el mismo jarabe de pico.

Los nuevos legisladores saben que nuestro país atraviesa por una gran crisis en diversos órdenes, esperamos que sean conscientes de la gran responsabilidad que tienen para enderezar el camino, ojalá no traicionen la confianza de quienes optaron por el “más vale viejo conocido que bueno por conocer”. Así como ellos nos plantearon “atractivos” ofrecimientos, los ciudadanos también tenemos algo qué proponerles, que sepan que nos estamos organizando para reclamarles lo que queremos para México y para nosotros. He aquí algunas sugerencias:

1. Demandamos que disminuya de 500 a 300 diputados federales y de 128 a 32 senadores, un represente por estado de la republica. Con ello se reducen sustancialmente salarios, gastos de representación, comisiones especiales, telefonía, seguridad, viajes, bonos, etc.

2. Desaparecer a los legisladores plurinominales. No es posible que además del excesivo cuerpo legislativo, nos cuesten también a quienes el pueblo no elige, para que los políticos pongan a su antojo sus sucesores de ideología o parientes.

3. Recortar el presupuesto que reciben los partidos políticos a la mitad. Es humillante para los pobres ver el dinero que se despilfarra cuando los tricolores, los blanquiazules, los naranjas, los verdes o los amarillos extienden la mano y no conformes, quieren más.

4. Queremos candidatos ciudadanos independientes, que no dependan ni estén ligados a cualquiera de los partidos.

5. La aplicación del plebiscito. Su definición dice textualmente: “Es la consulta en la que se somete una propuesta a votación para que los ciudadanos se manifiesten en contra o a favor.” Eso se llama aplicación de nuestra voluntad.

6. La aplicación del referéndum, definido como: “Un procedimiento para tomar decisiones por el cual los ciudadanos ejercen el derecho de sufragio para decidir acerca de una propuesta de resolución mediante la expresión de su acuerdo o desacuerdo.” En pocas palabras, ser tomados en cuenta.

Y así podríamos seguir con el enlistado de propuestas y demandas ciudadanas, todas ellas interesantes e incuestionables, el asunto es si nuestros flamantes legisladores están dispuestos a integrarlas en su agenda de trabajo o ignorarlas y seguir con la rentable partidocracia.

Ya votamos, ¿qué sigue? Exigir, presionar para que legislen los cambios que han sido postergados. Ya estamos hartos de tanto abuso. Todo tiene un límite.

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