A un lector de esta columna no le han agradado las reflexiones de mis últimos escritos. Me pregunta si estoy enojado con la vida, si soy un amargado, por qué nada me parece, por qué soy un “contreras”, por qué cuestiono todo. A este buen amigo le digo que me encantaría escribir cosas que valgan la pena comunicar. Por ejemplo, que el país se recupera de la crisis económica y el empleo repunta, que Zacatlán ingresa a la lista de “Pueblos Mágicos”, que ya hay un prototipo de vacuna contra el SIDA, que Estados Unidos levantó el embargo comercial contra Cuba, que el gobierno cargó con el costo político de aumentar la recaudación fiscal al incluir al comercio informal, que Cristo ha venido por segunda vez a este mundo y nadie se ha percatado de ello.
Últimamente lo que leemos, vemos y escuchamos, en su mayoría son malas noticias, las comunicamos e intentamos darle un sentido crítico y propositivo, otros prefieren distraer a sus audiencias con frivolidades para que olviden por un rato su dura realidad y en el peor de los casos, no informar verdades incómodas. Hasta un sacerdote me amonestó por mi falta de fe para que llueva. Padre, creo en Dios y en su misericordia, lo que no me parece justo es el abuso permanente de ese preciado don que se nos da, queremos que el Todopoderoso nos resuelva la vida sin que movamos un dedo. Ayúdate que yo te ayudaré ¿o no?
Prefiero vivir y conocer un mundo real, con sus dolores y sus pasiones, con sus tristezas y sus añoranzas, con sus alegrías y esperanzas, con sus fatigas y recompensas. Un lugar donde ustedes y yo seamos capaces de transformar un lugar más amigable, menos hostil. ¡Qué Patolandia ni que ocho cuartos!
Y ya entrado en materia, no deja de desconcertarme la decisión de la Suprema Corte de Justicia tras la liberación de 20 participantes en la matanza de 45 indígenas el 22 de diciembre de 1997. Si el debido proceso no estuvo bien, entonces la consecuencia del fallo era, al menos, nombrar una comisión independiente (como el caso de la guardería de Hermosillo) para que se haga una buena investigación sin demeritar los testimonios y las acusaciones directas, mas no dejar en libertad a los sicarios.
Raúl Vera Lima, Obispo de la Diócesis de Saltillo y en su momento Obispo coadjutor de la Diócesis de San Cristóbal de las Casas indicó que, “si se deja al país en la violencia cuando no se ejerce la justicia ni la persecución del delito, es evidente que se está cubriendo a los responsables de ese crimen de lesa humanidad”. Por su parte Lidya Cacho señala que “Acteal es y será una herida abierta para México, sangra ahora por la incapacidad del Estado para proteger a las víctimas y por enviciar aún más el putrefacto sistema de justicia penal.” Y si no, al tiempo.
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