miércoles, 26 de agosto de 2009

Si realmente se quiere, se puede hacer más con menos

Un mes antes de los comicios federales de esta año, Manuel Jáuregui escribió en el diario Reforma un artículo titulado “Vulnerabilidad fiscal”, que en su momento refirió que después de las elecciones de julio iniciarían las negociaciones con el Legislativo para realizar una reforma fiscal que le reste dependencia al Gobierno de los ingresos petroleros, es decir, aumentar los impuestos o crear nuevos gravámenes dado que los precios del crudo han disminuido significativamente (40 por ciento de los ingresos gubernamentales provienen de Pemex). El autor remata su escrito sugiriendo que: “Elevar impuestos no es la única opción que tiene a su disposición el Gobierno. Es quizás la más FÁCIL, la más cómoda (para ellos), pero definitivamente no es la mejor para el desarrollo del País.

“Lo mejor es apretarse el cinturón, bajarle al gasto, eliminar la obesidad burocrática y hacer MÁS CON MENOS: como la sociedad civil entera ha hecho desde octubre del 2008 que tronó la bomba hipotecaria en Estados Unidos.”
Si ha puesto atención a los noticiarios, los gobiernos municipales, al menos los de nuestra entidad poblana, están pasando serias dificultades (las malas lenguas dicen que ya no son negocio) para sostener el aparato burocrático, proporcionar los servicios básicos (basura y vigilancia) y ejecutar obra pública. En buena medida se debe a que no disponen de partidas derivadas de los excedentes por la venta de petróleo o satisfactorios ingresos provenientes del predial. A mi mente viene la mítica frase del entonces presidente de México José López Portillo, al pedir a los mexicanos prepararnos para “administrar la abundancia”, cuando nuestro país se benefició en su momento de los altos precios del oro negro... el resto de la historia ya la conocemos.

Imagine por un momento este escenario en su economía doméstica. Usted recibe un sustancioso aumento de sueldo, además de satisfacer las necesidades de su familia, tiene contemplado dar y darse un gusto, cumplir un capricho, válido, puesto que es su dinero y se esmera para ganárselo. Usted gasta y derrocha, al fin que en la quincena se llena la cartera para dar el tarjetazo. Pero cuando llegan los imprevistos como un accidente, una enfermedad o la pérdida del empleo (¡ni lo quiera Dios!) entonces a parir chayotes. Ahorrar tal vez no es un hábito arraigado en casa, con un préstamo la libramos y como último recurso, empeñamos los bienes de más valor... Así más o menos funciona la economía de nuestro país, se gasta en cosas superfluas, se derrocha, no existe una cultura para guardar y hacer crecer nuestro dinero y patrimonio, no pensamos en el mediano y largo plazo, se ahorcan a los contribuyentes, son intocables y se benefician más a los altos funcionarios y adinerados... Con todo ello no queremos aprender las dolorosas lecciones del pasado de devaluaciones, estatizaciones y dispendios.

Si los tres niveles de gobierno asumieran una actitud empresarial, seguramente sí harían más con menos y gastarían sensatamente. Eliminarían algunos subsidios (agua y luz), desaparecerían Secretarías de Estado que no tienen razón de ser, recortarían el gasto público, aumentarían la recaudación fiscal con la inclusión del empleo informal en la base. En fin, hay muchas maneras de hacer eficientes los recursos y no a costa del pueblo que dudo mucho querrá una vez más, hacer el gran sacrificio, ya ni se diga los partidos políticos que reciben dinero del IFE, reducircelos a la mitad, ¡ni pensarlo!

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