Después del Día de Muertos los almacenes de prestigio adornaron sus mostradores y vitrinas con motivos navideños. Espigadas edecanes disfrazadas de Santa Claus nos seducen con atractivos paquetes de compra: “Con los puntos de tu tarjeta llévate esto y aquello”, “compre ahora y pague en enero”, “lléveselo a seis meses sin intereses en tarjetas participantes”. Una tele de alta definición, una moderna computadora de escritorio con la última versión del sistema operativo, un dispositivo portátil de música de última generación (mejor conocido como i-Pod touch) y un párale de contar son algunos de los objetos deseados para dar y recibir en las fiestas navideñas. ¡Caray!, me gustaría adquirir uno de esos objetos pero... dudo mucho que me haga feliz. ¡No seas tonto!, eres afortunado por tener un trabajo y te has esforzado por ganarte el dinero, hasta premio te dieron este año, lo menos que te mereces es darte un gustito de esos... No, tengo otras prioridades.
Espigadas edecanes disfrazadas de Santa Claus, con una encantadora sonrisa nos animan a dar el tarjetazo o abrir la billetera para adquirir las ofertas del comercio en pequeño. “¡No esperes más, llévatelo ya!”, “con abonos chiquitos para que te rinda el aguinaldo”. ¡Mira, mira! no están nada mal las promociones, los mismos productos de los lujosos centros comerciales a precios inmejorables. ¡Ya! ¡Anímate! Mira que si no te apuras... No sé... me parece que en este momento es innecesario. Es más, ni te molestes en llevarme a las tiendas libres de aranceles comerciales (mejor conocidos como “fayuca”) porque no pienso gastar un solo peso para comprar cosas que realmente no necesito y que a final de cuentas no me van a llenar. ¿Cómo que no te van a llenar? No, no me van a llenar porque tengo otras prioridades, ciertamente voy a dar regalos a mis seres queridos pero también voy a destinar mi dinero para crear una empresa, forjar un patrimonio, dar trabajo y generar riqueza en medio de esta crisis. Eso, amigo consumismo, eso para mí vale la pena.
Déjame decirte que antaño gozaba el otoño en su plenitud y extraño la intensidad del azul del cielo en las tardes soleadas, caminar sobre las hojas secas de los árboles y escuchar su crujir, ver el atardecer con sus nubes rojas y naranjas, finalmente cubrirme con el manto de la noche estrellada... ¡Bah! Deja tus nostalgias, los tiempos cambian, lo “in” es que la gente tenga en qué gastar su dinero, que la gente trabaje en días no laborables, que la gente... Que la gente tenga para vivir decorosamente, no sólo en las grandes ciudades, también en los pueblos y en las rancherías donde también tienen derecho a un gustito, no a los lujos y derroches a los que nos ha malacostumbrado la publicidad y sólo nos dejan un profundo vacío.
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