sábado, 26 de diciembre de 2009

En tu nombre echaré las redes

Estamos a unos días de que concluya el año 2009, muchos estamos de acuerdo que éste fue el intervalo más difícil de los que hayamos vivido, y no es para menos. La crisis económica aniquiló micro, pequeñas y medianas empresas, sobra decir las consecuencias. Y si a ello añadimos el inesperado brote del virus de la influenza humana AH1N1 que paralizó todas las actividades en nuestro país. Mas la apatía de los ciudadanos para participar en las elecciones federales, donde un pequeño sector anuló su voto como claro mensaje de hartazgo hacia la clase política mexicana por su ineptitud e ineficacia. Mas los embates del crimen organizado y la delincuencia que han provocado miedo y violencia en diversas ciudades de la república mexicana como respuesta a las acciones emprendidas por las instituciones encargadas de mantener la seguridad y el orden. Mas la pérdida de cosechas por la escasez de lluvias gracias en buena medida al cambio climático. Mas el aumento de impuestos y el encarecimiento de los bienes y servicios porque nos estamos quedando sin petróleo para echar mano de otros recursos que permitan poner en marcha el desarrollo de México. En fin, si todo ello trajo este año que agoniza, imagínense cómo viene 2010, no quiero imaginarlo...

Está a punto de anochecer, al embarcadero poco a poco regresan los botes y las lanchas; unas, además del cargamento vacío, tienen la vela desaliñada; otras, están severamente dañadas por navegar en aguas turbulentas y llegan providencialmente al muelle. Los pescadores descienden de sus bastimentos, sus rostros están compungidos, sus cuerpos cansados. Todos se reúnen en el atracadero observando con la vista perdida el mar que por momentos está inquieto y otras veces vuelve a la calma. Se escucha un lacónico “se acabó”. Ninguno de los apiñados se percata que otra persona los observa a lo lejos, serenamente, y con voz firme alienta: “inténtenlo una vez más”. Los lobos de mar buscan a quien los ha retado, se trata de un hombre moreno, barbado, corpulento, de mediana estatura, fumando plácidamente su pipa.

-Les digo que lo intenten una vez más, no pueden darse por vencidos. El desconocido les mostró un precioso pargo fresco, apetitoso envuelto en papel.

-¿Dónde lo conseguiste? Replicó incrédulo uno de los pescadores.

-De ahí, dijo secamente el marinero.

-¡No hay nada! gritó otro pescador con voz impotente.

-Remen nuevamente mar adentro, allí donde el agua es azul profundo, donde el oleaje es suave, pesquen ahí.

-Pero... ¡Es de noche!

-Vayan ahí, echen sus redes y esperen pacientemente a que los peces naden en aguas claras.

Los marinos, entre la mala gana y sus dudas nuevamente se internan al mar. Horas más tarde, en una espléndida mañana, el muelle es una romería. Los pescadores saltan de sus embarcaciones para buscar al desconocido que los guió y agradecerle su ayuda...

Así estamos todos navegando en el mar de la vida con nuestras dudas e incredulidades, con nuestras penas y dolencias, surcando los océanos tratando de encontrar un puerto seguro, un refugio que aliente nuestra existencia. “Remen mar adentro”, pidió el rabí de Galilea al hijo del trueno quien, pese al cansancio, al mal humor y un dejo de perplejidad lanzó sus redes en su nombre. Esa misma arenga resuena en nuestra conciencia para encarar con mejor ánimo el nuevo año, no puede ser tan malo, de cada quien depende que el 2010 sea el mejor de los años vividos, más si acogemos confiadamente las palabras del galileo.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Con espíritu de "Grinch"

¿Realmente diciembre es el mes más bello del año? No comparto esa opinión, la mayoría afirma que es una época muy alegre por las posadas, los regalos, la comida, las vacaciones y todos esos inventos del consumismo que nos estimula a gastar. Para otros, estos días les trae tristes recuerdos por la muerte de un ser querido, por una reciente ruptura sentimental, por la ausencia de los hijos o de los padres, incluso quienes no tienen trabajo sufren una gran depresión por no tener “billullo” para celebrar con más que un pollo asado.

¿Ambiente navideño? No lo hay, díganme donde está porque yo no lo percibo por ningún lado, ni en las céntricas calles de Puebla con sus comercios, templos y capillas, ni en las plazas comerciales que con muchos esfuerzos invitan a la gente a comprar... ¿A comprar qué? ¿Con qué? ¿Para qué? Quienes tenemos trabajo el aguinaldo que recibimos alcanza para una cena modesta, pagar las cuentas pendientes y si sobra, darnos un gustito o sorprender con un detalle a nuestra pareja o ser querido. Y todavía falta la cena de fin de año que es otro gasto, aunque prefiero ir a darle gracias al Todopoderoso por los bienes recibidos y al retornar a casa, brindar con una sidrita, comer unos buñuelos, esperar las doce campanadas y a dormir... como ya me sucedió en un viaje en el ADO. El conductor hizo una breve escala, nos despertó y muy emocionado brindó con los pasajeros, nos deseó feliz año, buen viaje y felices sueños.

Un poco de amor, un poco de paz, se acerca la noche buena, el año nuevo y la Navidad, se acerca la noche buena, el año nuevo y la Navidad...

Ya empezaron las “posadas”, así entrecomillado. ¿Para qué voy? sinceramente no me gustan porque en realidad son unas pachangas sin peregrinos, sin piñata, sin colación, sin rezos ni cacahuates; puros bocadillos, bebida y bailongo con música estrombótica hasta amanecer y si estuvo buena la fiesta, el pleito no debió faltar.Tampoco me gustan las posadas que buenamente tratan de rescatar en las parroquias, no despierta ningún interés en las nuevas generaciones. Creo que se debe plantear una nueva forma de catequizar en época decembrina, puesto que las posadas como las conocimos y las añoramos sirvieron para un tiempo determinado, y su propósito ha quedado agotado. Bueno, ese es mi punto de vista, salvo las pastorelas, que con ingenio y creatividad viven y vivirán por los siglos de los siglos.

¿Irás a la fiesta que ofrece la empresa anualmente a sus trabajadores? No sé... Tal vez... Está bien... aunque no hay motivos para celebrar, a muchos compañeros los liquidaron este año, y todo en favor de la estabilidad financiera de la compañía. Ojalá las cosas mejores.

Un poco de amor, un poco de paz, se acerca la noche buena, el año nuevo y la Navidad, se acerca la noche buena, el año nuevo y la Navidad...

¡Cómo me choca la gente que compra su árbol de Navidad! ¡Sí, ya sé que son de invernadero y ayudan a la economía de los pueblos o rancherías! Sin embargo, ¿será mucho pedir que el próximo año se suspenda su venta para que se regeneren los montes y los valles talados? Por un año que las familias no pongan su pinito, no se va a acabar el mundo, ¡por favor! Ni que fuera para tanto.

La Misa de Navidad, ¿qué puedo decir? No es nada personal contra los padrecitos pero los fieles agradeceríamos celebraciones menos pomposas y más didácticas, siempre predican lo mismo. Me pone de mal humor escuchar a las señoras decir: “estuvo muy linda la misa”. Tan importante es el rito como la palabra y si ésta no llena, no conforta, de nada sirve estar más de una hora en la casa de Dios.

N.B. 1 El Grinch es un personaje de un libro infantil (Cómo el Grinch robó la navidad) creado por el Dr. Seuss en 1957 y critica la visión de la Navidad como algo comercial y satiriza a aquellos que obtienen beneficios explotando la época navideña. En el año 2000 se proyectó en los cines la película El Grinch, basada en el cuento navideño del referido autor. Es una versión menos fiel a la historia original, ya que se creó un nuevo relato que muestra el motivo por el que El Grinch detesta la Navidad.

N.B. 2 Música por cortesía de “Los socios del ritmo”, grupo cumbiambero de la década de los 80.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Fervor extraño

Sucedió hace un año, viernes 12 de diciembre, en una importante empresa establecida en Puebla capital. Una sección del estacionamiento de la planta fue destinada para la celebración eucarística en honor a la Virgen de Guadalupe que año con año organiza el sindicato y los “altos mandos” para los trabajadores y sus familias. La gente paulatinamente ocupa sus lugares, hay algarabía pese a que la mañana es fría. Poco después un grupo de religiosas llega al lugar y afinan sus instrumentos musicales. Una de ellas toma el micrófono y arenga a la concurrencia para ensayar los cantos e imparte una breve catequesis acerca del milagro del Tepeyac, la muchedumbre no le presta mayor atención. Minutos más tarde arriba el sacerdote que da algunas indicaciones en cuanto a la colocación del improvisado altar y los arreglos florales. Hechos los ajustes el presbítero se reviste con los ornamentos y empieza la misa. Me sorprende el desgano de los ahí reunidos para participar en los cantos y la proclamación de las plegarias, el sacerdote se da cuenta de ello y conmina a la feligresía a participar. Únicamente, al final de la celebración, la gente cantó y lanzó vítores a la guadalupana con algo más de entusiasmo.

Las religiosas y el presbítero se marchan del lugar y comentan con tristeza el comportamiento de quienes dicen ser católicos e hijos de la madre de los mexicanos. “No cantaron, no quisieron cantar. Cuánta apatía, ¿por qué?” Inquiere una joven monjita desconcertada por lo que atestiguó. “No entiendo por qué al final solamente le cantaron a la Virgen con ganas y le echaron muchas porras. De verdad, no entiendo”. El clérigo no decía nada, estaba sumido en sus cavilaciones. “Y pensar que voy a celebrar en otras dos fábricas, para variar, importantes aquí en Puebla. Ojalá que la gente sea más participativa en este día que se supone es especial para los mexicanos”.

Minutos después de finalizada la misa, el comité organizador sortea bicicletas para los hijos de los trabajadores y al mismo tiempo invita a la gente hacer fila para que les entreguen sus desayunos, se trata de una caja de unicel (que no tiene nada de feliz, como la de McDonalds) compuesto por un tamal jarocho, un tamal de mole o de dulce, una manzana, una gelatina y un vaso de champurrado. Las familias buscan un lugar en las áreas verdes de la factoría para saborear el tentempié, ahí conviven, platican, comparten. “Ha sido una buena mañana para festejar a la Virgen de Guadalupe en la planta, ojalá el próximo año sea mejor”, inquiere la esposa de un trabajador y remata: “La mera verdad ayer en la noche estuvo más animada la misa en el barrio donde nos invitaron y la gente compartió mucho de lo poco que tiene, ¿no crees?”

Postre

En días pasados se realizaron dos importantes ferias internacionales del libro en nuestro país: Por una parte Guadalajara, la más importante de México por la amplia participación de casas editoriales nacionales y extranjeras, además por la concurrencia de renombrados escritores y los premios que ahí se entregan. Por otro lado Oaxaca, que sin tanto ruido, en casi 30 años ha dado un gran espacio a las letras y la lectura con diversas actividades y la intervención de importantes literatos.

Qué bueno que tengamos estos festivales de la lectura y los libros (sin olvidar los que se realizan en el Palacio de Minería de la Ciudad de México y en Monterrey), sin embargo, leer no es una actividad del agrado de los mexicanos. Guillermo Sheridan, escritor y académico mexicano reafirma lo que señalo: “no solo no le gusta leer, sino que no le gustan los libros en calidad de cosa; ni para leerlos ni para nada. Vamos, ni para prótesis de la cama que se rompió una pata. Años de esfuerzo educativo, de aventar dinero a raudales en bibliotecas, centros culturales, publicidad, cursos, campañas y ferias, premios y becas, ofertas y descuentos, clubes y talleres, mesas redondas y presentaciones... Todo para merecer la sincera respuesta: no, no queremos leer.” ¡Qué pena!