Hace un año, más o menos por estos días, vivimos la emergencia sanitaria provocada por el virus de la influenza humana AH1N1, que como se recordará paralizó casi todas las actividades en nuestro país. Sufrimos la discriminación de la comunidad internacional, se cerraron fronteras, se reforzaron medidas sanitarias, los controles en los aeropuertos se intensificaron y los países invirtieron dinero en medidas preventivas y vacunas.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) informó que a 365 días de que se iniciara el brote del citado virus en México y Estados Unidos, se han registrado 17 mil 483 muertes en el mundo y se han presentado casos en 213 países. La mayoría de las víctimas han sido jóvenes, con un promedio de edad de 37 años, contra los 75 años de las personas que mueren tradicionalmente de gripe estacional.
En medio de la incidencia surgieron teorías que señalaban una conspiración de las empresas farmacéuticas para salir de su crisis financiera. Al principio se negó la existencia de un medicamento, sin embargo, el Tamiflú, un remedio del laboratorio Roche, con un costo de 50 dólares la cajita, podría ser la panacea mientras se trabajaba en la nueva vacuna. El gobierno británico, como medida precautoria, adquirió 14 millones de dosis para prevenir a su población.
Cabe señalar que la empresa norteamericana Gilead Sciences tiene patentado el Tamiflú. El principal accionista de esa empresa es nada menos que un personaje siniestro, Donald Rumsfeld, otrora secretario de defensa del entonces presidente estadounidense George Bush.
Si a la Organización Mundial de la Salud le preocupó tanto esa enfermedad, ¿por qué no la declaró como un problema de salud pública mundial y autorizó la fabricación de medicamentos genéricos para combatirla? Recientemente el organismo mundial admitió que hubo problemas en el manejo de la gripe pandémica, incluyendo fallas en comunicar la incertidumbre sobre el nuevo virus mientras la enfermedad se propagaba por el planeta.
Los críticos han dicho que la OMS generó pánico sobre la llamada gripe porcina, que resultó ser una enfermedad con efectos moderados. Muchos Gobiernos se apresuraron a ordenar y acumular vacunas que en muchos casos quedarán sin uso. Algunos cuestionaron sus vínculos con la industria farmacéutica después de que compañías como Glaxo SmithKline y Sanofi-Aventis obtuvieron grandes ganancias produciendo vacunas para la gripe AH1N1.
Tal vez el único beneficio que nos dejó la emergencia sanitaria es que los mexicanos pusieran mayor cuidado en la higiene personal. En restaurantes, tiendas de autoservicio, centros de trabajo, dependencias gubernamentales, el metro e incluso los puestos de comida en la calle, todavía están los frascos que contienen gel antibacterial, fueron muy útiles mientras duró la contingencia (como siempre, la moda), ahora, pocas son las personas que hacen uso de ellos.
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