lunes, 23 de agosto de 2010

La promesa de cada regreso a clases

Papás apurados y niños corriendo, aglomeraciones para conseguir los útiles y materiales escolares, en la ciudad el desesperante tráfico vehicular y no menos las preocupaciones porque la economía nacional -en el perpetuo lamento- no es tan favorable: el panorama se repite puntualmente, año tras año, en el inicio del curso escolar.

Dejada atrás la nostalgia de las vacaciones, aproximadamente 30 millones de alumnos regresan a las aulas en la expectativa de los nuevos rostros de maestros y compañeros; para algunos el libro abierto en otro capítulo pero en el mismo volumen, para otros la continuación del ascenso desde otro perspectiva y desde otro ángulo de la responsabilidad ante la propia vida. Todos en el mismo camino: desde el niño que en las salobres lágrimas se aferra a la protección maternal, hasta el universitario que renueva sus aspiraciones y decisiones en espera del reconocimiento de su esfuerzo y sacrificio.

Regresar a clases es reanimar los recuerdos de las viejas lecciones, de las tareas, de las corretizas por llegar temprano, del peinado bien delineado y de las “tortas” para el recreo, de los uniformes limpios y sucios después de una grata jornada de trabajo.

El regreso a clases promete también la presencia de los consabidos temores: exámenes, tareas, desvelos, rutina, todos ellos dentro de la misma agenda escolar, inevitables y recíprocos pero que al inicio del curso escolar plantea el reto para esos 30 millones de estudiantes de aceptar la invitación de perseverar hasta el fin ya que “muchos son los llamados y pocos los elegidos” o mejor dicho sólo algunos optan por ser de los elegidos, de aquellos que ven más allá de la calificación escrita en una boleta y que buscan que la excelencia sea la nota cualificante del trabajo realizado durante el ciclo escolar.

Asistir a la escuela significa abrirse paso por la vida evitando que la vida se convierta en un paso por la tierra, cuánto habrá que luchar, cuánto habrá que donar, cuánto habrá que agradecer, mucho si se ha adquirido la conciencia de que aún la rutina tiene un gran valor cuando se trata de vivir y saber vivir. En la escuela adquirimos conocimientos, en los libros los comprobamos, pero en la vida palpamos la necesidad de ambos.

30 Millones de posibilidades para que México respire y crezca, para que se continúe forjando en el crisol de la patria la nueva generación de hombres y mujeres que llenos de amor a México, construyan nuevos puentes de encuentro, alimenten la cultura, desarrollen la ciencia y la tecnología, defiendan el honor de sus compatriotas, refrenden el prestigio de sus maestros, y figuren en la gloria y paraíso de los triunfadores. Soñar no cuesta nada, pero el sueño algún día -y tal vez no muy lejano- puede convertirse en realidad, salir de la ficción del papel y de las letras y ser realidad benéfica, tan tangible y maravillosa. Sin embargo el compromiso en el regreso a clases no sólo deambula en el ámbito de los que asisten a las aulas, también atañe a los padres y madres, responsables no sólo de aportar el capital para la inversión educativa sino de cuidar y velar para que su inversión reditúe buenas ganancias.

¿De qué sirve comprar un cuaderno sino se tiene el cuidado de velar porque bien se aproveche? ¿Cuál sería el caso inscribirse en tal o cual escuela si al final la mediocridad es adoptada como guía del actuar? La calidad educativa y la realización de los sueños inician en el hogar, en los pupitres del cariño y la exigencia familiar, en los pizarrones donde se escriben, día a día, la tenacidad para ser de los “elegidos” y los anhelos de una vida digna, en las horas de atención que harán repetir una y otra vez las tareas hasta lograrlas. Abandonar esta responsabilidad es condenar a la pena capital las posibilidades que sus hijos e hijas merecen, es sepultar en el olvido los sueños que se asoman a la realidad en cada niño, en cada adolescente, en cada joven.

En el regreso a clases conviene que cada padre y madre de familia, recuerden que su tarea es escribir diariamente que sus hijos estudian para la vida y no sólo para un examen.

Postre

En abril de este año se decretó la ley contra la obesidad infantil, reforma que prohibe el consumo de comida chatarra en las escuelas y obliga a practicar 30 minutos diarios de ejercicio físico. La mencionada iniciativa debía entrar en vigor a partir de este nuevo ciclo escolar, sin embargo, se impusieron los intereses económicos de las empresas... ¿Eliminación gradual de alimentos chatarra en las escuelas? ¡Pamplinas! A seguir generando más gente floja, obesa y mal alimentada, ese sí es negocio para las empresas que venden sabritas, refrescos de cola y frituras caseras y de paso, ganancias para los laboratorios que ofertan los medicamentos contra la diabetes.

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