El 28 de agosto, fecha en que la Iglesia propone celebrar a San Agustín, no sólo marca la referencia gastronómica poblana de los tradicionales chiles en nogada, además es momento de tener en cuenta la presencia de los adultos en plenitud cariñosamente llamados “viejitos”. Aunque la línea comercial prefiere llamar “día de los abuelos” de cualquier modo ellos son la memoria y presencia viva de la etapa que todos estamos llamados a vivir. Tal vez muchas veces nos desesperamos ante los achaques de la edad que ellos manifiestan, incluso la desesperación está presente cuando no logramos comprenderlos del todo. Sin embargo, ante la vejez estamos de frente a la gran oportunidad para reflexionar y crecer en el amor.
Si Dios ha concedido a una familia contar con progenitores ancianos, el problema no son ellos, sino el peligro de olvidar el significado de su presencia y el arduo trabajo realizado para construir lo que ahora se ha alcanzado a ser. El amor todo lo puede y va más allá de manías y achaques, basta recordar todo lo que ellos han hecho por nosotros ¡Todo por amor!: nos han enseñado a andar el difícil camino de la vida, han estado a nuestro lado siempre, con sus consejos, regaños y palabras de aliento, su misión no terminará nunca, sólo hasta el día que vayan a descansar en la paz de Dios. El Señor se sirvió de ellos para darnos vida hasta convertirnos también en adultos, capaces de adquirir su experiencia y sabiduría, ahora Él nos los pone en las manos para liberarnos de nosotros mismos y entrar en la madurez del amor.
Los abuelos continúan educando a los hijos en sus nietos, buscan que estos estén felices con ellos y para eso se desviven, los llenan de regalos y dulces, quieren apoyar a los papás en lo que pueden.
El papel de los abuelos es fundamental porque tienen la experiencia, la sensatez, el criterio y el amor para ayudar en la educación de los nietos. Por tanto, una buena relación entre abuelos y nietos es un maravilloso tesoro para los niños. Si hay confianza, cariño y respeto, pueden conversar cualquier cosa y preguntarles todas sus inquietudes, incluso más que a los papás y los niños podrán aprender muchas cosas que sólo la experiencia da, además de la gran oportunidad para crecer en la vida espiritual porque ellos nos enseñan a amar a Dios y seguir sus pasos.
Un abuelo es don de Dios, la oportunidad para sanar heridas llenas de frustración y de dolor por sentirse una “carga” pesada en la vida. Es la oportunidad para demostrarles con amor que ellos son mas bien un don porque los amamos. Aprendamos a interpretar lo que nos dicen a la luz de sus enseñanzas y tendremos paz porque al fin y al cabo todos llegaremos a la misma edad o “como nos ven se vieron y como los vemos nos veremos”.
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