Descubrir que el espíritu de la Navidad no son nuestros buenos deseos de paz, ni las luces, ni los regalos y las fiestas, ni siquiera nuestros ánimos de vivir en armonía con los demás, esos principios son buenos y hay que disfrutarlos también, y mucho, pero no hacen la Navidad.
Para algunos apenas comienza, para otros poco después de la celebración de los difuntos, lo cierto es que la Navidad ya llegó. El ambiente se ha inundado de adornos, regalos y luces que nos señalan que la Navidad está aquí. Los anuncios comerciales tampoco han esperado: “compre, regale, demuestre cariño… ¡y hasta sin intereses o a crédito!”
Es asombroso ver cómo prácticamente toda la humanidad, aun los que no creen en el Señor Jesús, o los que creen pero sin que ello signifique nada en su vida, celebran estas fiestas.
La influencia cultural del cristianismo se aprecia en la celebración de la Navidad y son pocos los que pueden permanecer indiferentes ante este ambiente festivo. La fe impregna todas las dimensiones de la vida humana, aunque ésta no se tome en cuenta, es ahí donde nace la Navidad y desde donde parten los usos y costumbres, las expresiones artísticas, e incluso las manifestaciones festivas y hasta las culinarias propias de este tiempo.
Navidad significa recordar que en los símbolos que vemos, en los adornos de cara a las fiestas navideñas y que engalanan las calles de muchas de nuestras ciudades, en todos ellos se representan pinos, esferas, estrellas, ángeles y un sinfín de motivos que bien podrían anunciar unas simples fiestas de invierno o de exaltación espiritual, pero no, no sólo es eso, todos ellos a su manera determinan que el rumbo de la humanidad, de nuestra vida terrena, ha sido marcado desde poco más de dos mil años por el nacimiento de un niño. ¡Algo muy común!
El misterio del Nacimiento de Jesucristo, verdadero motivo de estas celebraciones, no puede ser olvidado por más que se busque hacerlo, está presente en los colores, olores y sabores, en las calles y oficinas, en los hogares y escuelas, y desde luego en el corazón. Por eso la Navidad es una época para disfrutar, para estar alegres, como seguramente estuvieron María y José a pesar de todos sus inconvenientes, su alegría perdura hasta hoy y ese es hoy nuestro reto: Descubrir que el espíritu de la Navidad no son nuestros buenos deseos de paz, ni las luces, ni los regalos y las fiestas, ni siquiera nuestros ánimos de vivir en armonía con los demás, esos principios son buenos y hay que disfrutarlos también, y mucho, pero no hacen la Navidad.
La Navidad es celebrar el nacimiento de nuestro Dios hecho hombre, el principio de nuestra redención, la ocasión más gozosa de toda la historia, el nacimiento de un Niño en quien han sido bendecidas todas las naciones. Si así lo entendemos recuperaremos el genuino sentido de la Navidad, viviremos en profundidad este misterio que hace posible las celebraciones litúrgicas y de piedad de estos días, y gozaremos de los regalos, las fiestas, los adornos, de todo, absolutamente de todo. Entonces podremos traducir nuestras expresiones externas en un compromiso concreto de mayor caridad o solidaridad con quienes más lo necesitan. Si la Navidad así entendida no nos hace felices entonces ¿Qué lo hará?
Postre
¿Por la pérdida del control en algunas zonas del país un superior militar sugiere aplicar el Estado de excepción? ¿Falta de coordinación o serias diferencias entre castrenses y marines mexicanos? ¿Felipe Calderón pidiendo ayuda a nuestro vecino del norte? ¿De verdad son “muy malos” los servicios de inteligencia mexicanos? Sinceramente nada revelador en las filtraciones dadas a conocer por WikiLeaks. De una u otra manera ya lo sabíamos, lo curioso del asunto es que fueron dadas a conocer cuando se cumple una década de que el PAN dirige los destinos de nuestro país.
Qué cómodo para los estadounidenses juzgar nuestras ineficiencias, lo menos que se puede esperar de ellos es que nos digan cómo va a bajar su consumo de estupefacientes, cómo controlará el tráfico de armas a México, de qué manera abatirá la corrupción que permite que la droga ingrese libremente por su territorio, cuántos dólares lavados sacará de su sistema financiero... Con hechos, no con palabras míster Sam.
Es asombroso ver cómo prácticamente toda la humanidad, aun los que no creen en el Señor Jesús, o los que creen pero sin que ello signifique nada en su vida, celebran estas fiestas.
La influencia cultural del cristianismo se aprecia en la celebración de la Navidad y son pocos los que pueden permanecer indiferentes ante este ambiente festivo. La fe impregna todas las dimensiones de la vida humana, aunque ésta no se tome en cuenta, es ahí donde nace la Navidad y desde donde parten los usos y costumbres, las expresiones artísticas, e incluso las manifestaciones festivas y hasta las culinarias propias de este tiempo.
Navidad significa recordar que en los símbolos que vemos, en los adornos de cara a las fiestas navideñas y que engalanan las calles de muchas de nuestras ciudades, en todos ellos se representan pinos, esferas, estrellas, ángeles y un sinfín de motivos que bien podrían anunciar unas simples fiestas de invierno o de exaltación espiritual, pero no, no sólo es eso, todos ellos a su manera determinan que el rumbo de la humanidad, de nuestra vida terrena, ha sido marcado desde poco más de dos mil años por el nacimiento de un niño. ¡Algo muy común!
El misterio del Nacimiento de Jesucristo, verdadero motivo de estas celebraciones, no puede ser olvidado por más que se busque hacerlo, está presente en los colores, olores y sabores, en las calles y oficinas, en los hogares y escuelas, y desde luego en el corazón. Por eso la Navidad es una época para disfrutar, para estar alegres, como seguramente estuvieron María y José a pesar de todos sus inconvenientes, su alegría perdura hasta hoy y ese es hoy nuestro reto: Descubrir que el espíritu de la Navidad no son nuestros buenos deseos de paz, ni las luces, ni los regalos y las fiestas, ni siquiera nuestros ánimos de vivir en armonía con los demás, esos principios son buenos y hay que disfrutarlos también, y mucho, pero no hacen la Navidad.
La Navidad es celebrar el nacimiento de nuestro Dios hecho hombre, el principio de nuestra redención, la ocasión más gozosa de toda la historia, el nacimiento de un Niño en quien han sido bendecidas todas las naciones. Si así lo entendemos recuperaremos el genuino sentido de la Navidad, viviremos en profundidad este misterio que hace posible las celebraciones litúrgicas y de piedad de estos días, y gozaremos de los regalos, las fiestas, los adornos, de todo, absolutamente de todo. Entonces podremos traducir nuestras expresiones externas en un compromiso concreto de mayor caridad o solidaridad con quienes más lo necesitan. Si la Navidad así entendida no nos hace felices entonces ¿Qué lo hará?
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¿Por la pérdida del control en algunas zonas del país un superior militar sugiere aplicar el Estado de excepción? ¿Falta de coordinación o serias diferencias entre castrenses y marines mexicanos? ¿Felipe Calderón pidiendo ayuda a nuestro vecino del norte? ¿De verdad son “muy malos” los servicios de inteligencia mexicanos? Sinceramente nada revelador en las filtraciones dadas a conocer por WikiLeaks. De una u otra manera ya lo sabíamos, lo curioso del asunto es que fueron dadas a conocer cuando se cumple una década de que el PAN dirige los destinos de nuestro país.
Qué cómodo para los estadounidenses juzgar nuestras ineficiencias, lo menos que se puede esperar de ellos es que nos digan cómo va a bajar su consumo de estupefacientes, cómo controlará el tráfico de armas a México, de qué manera abatirá la corrupción que permite que la droga ingrese libremente por su territorio, cuántos dólares lavados sacará de su sistema financiero... Con hechos, no con palabras míster Sam.
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