viernes, 20 de mayo de 2011

Apocalípticos y desinformadores

No es la primera vez que los apocalípticos aprovechan los recientes escenarios para convencer a los temerosos, a los ignorantes, a los que tienen una frágil formación religiosa, incluso a los escépticos, para aleccionarlos y de esta manera, aumente el número de seguidores de esas sociedades religiosas.

Hace unos días recibí un tríptico que llamó mi atención. Llevaba por título “¿Qué pasa en este mundo? Datos y respuestas a las preguntas más comunes”. Por un momento pensé que se trataba de alguna propaganda ambientalista porque en la portada del referido impreso trae un globo terráqueo de cartón, fragmentado en gajos. Pero al revisar el resto del material encuentro enunciados alarmistas tales como “se acerca el fin del mundo” y “Cristo está por venir”. El panfleto, además de referir algunos versículos de los Evangelios y los profetas sobre las señales que manifiestan la consumación de los tiempos (las actuales enfermedades, las guerras, las injusticias sociales y económicas, así como los desastres naturales), sugiere que cuando todo eso acabe vendrá la dicha y la paz, pero para ello es necesario prepararse para la venida del Señor Jesús. Al final de la publicación los Adventistas del Séptimo Día nos invitan a tomar un curso por correspondencia para conocer la Biblia en 25 lecciones, gratuito y sin compromiso, para poder abrigar esa gloriosa esperanza que ellos proclaman.

No es la primera vez que los apocalípticos aprovechan los recientes escenarios para convencer a los temerosos, a los ignorantes, a los que tienen una frágil formación religiosa, incluso a los escépticos, para aleccionarlos y de esta manera, aumente el número de seguidores de esas sociedades religiosas. Como tampoco es la primera vez que insistan en señalar que un grupo selecto de personas alcanzarán la salvación y los demás quedaremos sumidos en el llanto y la desesperación. Hasta donde yo sé, la salvación está al alcance de todos y aunque Dios se moleste por nuestros actos irresponsables, por nuestros horrores y pesadillas, es misericordioso con todos, pero sin abusar de su benevolencia.

La salvación depende de lo que personal y colectivamente uno haga. No podemos esperar a resucitar hasta el domingo de Pascua, como si el rito fuera suficiente para fortalecer nuestro ánimo todo el año. Día a día se suscitan dolorosos viernes santos y en nuestras manos está transformarlos en discretas o sobresalientes resurrecciones sociales y particulares. Muchos esperan confiadamente la segunda y definitiva venida del Rabí de Galilea para que restaure el mundo, sin embargo, Él ya ha venido y en nosotros se gesta diariamente la salvación.

El que tenga oídos, que escuche; el que tenga ojos, que vea...

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