El éxodo de muchas personas de su lugar de origen a una tierra desconocida, es a menudo una dramática odisea humana que tiene como consecuencia la mezcla, y en muchos casos la pérdida, de las propias tradiciones y costumbres. Éstas son consecuencias graves a las que se unen las de orden social, político y económico, entre otras. La capacidad de integrarse en el nuevo ambiente humano por parte de las personas que emigran representa un gran reto tanto para ellos mismos como para los nativos del lugar. Sin embargo, al abordar el fenómeno de la migración existe un aspecto que poco se plantea: Las emigraciones, voluntarias o forzadas, multiplican las ocasiones de intercambio entre personas de culturas, religiones, razas y pueblos diversos.
Es notable el esfuerzo que muchos países realizan para acoger a los inmigrantes, muchos de los cuales, superadas las dificultades propias de la fase de adaptación, se insertan bien en las comunidades a las que llegan. Con todo, las incomprensiones que se producen a veces con respecto a los extranjeros ponen de manifiesto la urgencia de una transformación de las estructuras y de un cambio de mentalidad. Respecto a la integración cultural de los inmigrantes no es fácil encontrar organizaciones y ordenamientos que garanticen, de manera equilibrada e imparcial, los derechos y deberes, tanto de quien acoge como de quien es acogido.
Históricamente, los procesos migratorios han tenido lugar de maneras muy distintas y con resultados diversos. Son muchas las civilizaciones que se han desarrollado y enriquecido precisamente por las aportaciones de la migración. En algunos casos las diferencias culturales de autóctonos e inmigrados no se han integrado; en otros han mostrado la capacidad de convivir, a través del respeto recíproco de las personas y de la aceptación o tolerancia de las diferentes costumbres.
Lamentablemente perduran también situaciones en las que las dificultades de encuentro entre las diversas culturas no se han solucionado nunca y las tensiones han sido causa de conflictos periódicos. Los migrantes han de ser tratados siempre con el respeto debido a la dignidad de toda persona humana. Se trata, pues, de conjugar la acogida que se debe a todos los seres humanos, en especial si viven circunstancias difíciles, con la consideración sobre las condiciones indispensables para una vida decorosa y pacífica, tanto para los habitantes originarios como para los nuevos llegados. Por lo que se refiere a las características culturales que los emigrantes llevan consigo, han de ser respetadas y acogidas, en la medida en que no se contraponen a los valores éticos universales, contenidos en la ley natural, y a los derechos humanos fundamentales.
Es menester aprender a abrir el corazón a todos y en particular a los que son diferentes: los huéspedes, los extranjeros, los migrantes, los refugiados, los que profesan una religión diversa y los no creyentes. ¡Qué lejos estamos de ver la migración como una ocasión privilegiada de encuentro con el otro! Quien ha querido o tenido que dejar su patria, por eso mismo debería estar más dispuesto a abrirse a los que son diferentes, obligado a salir de sí mismo y llegar a ser un camino hacia el otro.
Postre
Este domingo se cumplen 10 años de los ataques al corazón político y financiero de los Estados Unidos, a las torres gemelas del World Trade Center y el Pentágono. Oficialmente atribuyen a AlQaeda los atentados, sin embargo, se sospecha de que fue una conspiración global orquestada al interior de una élite en el poder para controlar el mundo y justificar su campaña contra el terrorismo árabe... ¿Será cierto? Esperemos a ver o leer este fin de semana lo que los medios nos ofrecerán en materia.
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