La comunicación social beneficia a la sociedad, facilitando la participación informada de los ciudadanos en los procesos políticos. Los medios de comunicación unen a la gente en la búsqueda de propósitos y objetivos comunes, ayudándoles así a formar y apoyar auténticas comunidades políticas.
Los medios de comunicación son indispensables en las sociedades democráticas actuales. Proporcionan información sobre cuestiones y hechos, sobre funcionarios y candidatos a cargos públicos. Permiten que los líderes se comuniquen rápida y directamente con el público sobre asuntos urgentes. Son importantes instrumentos de responsabilidad, llamando la atención sobre la incompetencia, la corrupción y los abusos de confianza, a la vez que ponen de relieve los casos de competencia, espíritu cívico y cumplimiento del deber. En el ámbito político, los medios de comunicación pueden usarse para construir y apoyar a la comunidad humana.
La comunicación que sirve genuinamente a la comunidad lleva consigo algo más que la sola manifestación de ideas o expresión de sentimientos. Este tipo de comunicación busca el bienestar y la realización de los miembros de la comunidad dentro del respeto al bien común de todos. Pero para discernir este bien común se requieren la consulta y el diálogo. Por esta razón, es imprescindible que las partes implicadas en la comunicación social se comprometan en dicho diálogo y acepten la verdad sobre lo que es bueno. De este modo los medios de comunicación pueden cumplir su deber de atestiguar la verdad sobre la vida, sobre la dignidad humana, sobre el verdadero sentido de nuestra libertad y mutua interdependencia.
Los medios de comunicación también pueden usarse para bloquear a la comunidad y menoscabar el bien integral de las personas alienándolas, marginándolas o aislándolas; arrastrándolas hacia comunidades perversas organizadas alrededor de valores falsos y destructivos; favoreciendo la hostilidad y el conflicto; criticando excesivamente a los demás y creando la mentalidad de “nosotros” contra “ellos”; presentando lo que es soez y degradante con un aspecto atractivo e ignorando o ridiculizando lo que eleva y ennoblece. Pueden difundir noticias falsas y desinformación, favoreciendo la trivialidad y la banalidad.
Los políticos sin escrúpulos usan los medios de comunicación para la demagogia y el engaño, apoyando políticas injustas y regímenes opresivos. Ridiculizan a sus adversarios y sistemáticamente distorsionan y anulan la verdad por medio de la propaganda y de planteamientos falsamente tranquilizadores. En este caso, más que unir a las personas, los medios de comunicación sirven para separarlas, creando tensiones y sospechas que constituyen gérmenes de nuevos conflictos.
En los sistemas democráticos, es frecuente que los líderes políticos manipulen la opinión pública a través de los medios de comunicación, en vez de promover una participación informada en los procesos políticos. Se observan los convencionalismos de la democracia, pero ciertas técnicas copiadas de la publicidad y de las relaciones públicas se despliegan en nombre de políticas que explotan a grupos particulares y violan los derechos fundamentales.
Postre
Hace dos semanas comenté el caso de intolerancia religiosa entre católicos y evangélicos de San Salvador Tlanalapan. Pese a que el conflicto llegó a un buen arreglo, el sacerdote Ascensión González Solís, resultó ser toda una fichita: Además de ser denunciado por malos manejos financieros, también fue acusado por la feligresía de abuso de autoridad, prepotencia, atropellos en contra de la fe católica, desacreditación pública, ofensas personales y amenazas… ¿Cómo es posible ser católico con ese tipo de testimonios? Y es que no solo son los sacerdotes, también hay obispos, predicadores, hombres y mujeres de vida religiosa, personas a las que se les confía un apostolado quienes, en nombre de Dios, cometen arbitrariedades e injusticias. Lamentablemente el padre Ascensión González Solís renunció por estar en edad para jubilarse, de tal manera que no se sabrá si fue castigado o sus actos quedaron impunes ante el pastor de los poblanos.
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